bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

lunes, 27 de septiembre de 2010

el viejo


En mi pueblo existe una antiquísima tradición, que dura por los siglos de los siglos. Esta original tradición es la llamada del “Viejo”. ¿Qué es el viejo? .O más bien: ¿Quién es el viejo?
El viejo suele ser un señor mayor, hermano de la hermandad de nuestra señora de Setefilla, patrona de Lora del Río. Un día cualquiera, o mas bien un día con unas característica peculiares suele ser montado en un sillón y llevado por decenas de loreños, subido sobre esta improvisada peana es dirigido hasta la casa del cura. ¿Con que finalidad ? .Pues con la intención de pedir al señor párroco que de permiso para traer la virgen de Setefilla, desde su ermita en las faldas de Sierra Morena hasta la localidad.
Durante varios días antes de la salida del viejo, ya se sienten rumores en el pueblo de que esto puede ocurrir. Uno de los días siguientes, mas bien una noche de las siguientes, las campana de una antigua ermita, ahora reconvertida en biblioteca pública, comienzan a repicar. Esa es la señal elegida para que los loreños acudan a la salida del viejo. Todo el mundo sabe ya quien será ese personaje escogido. Se acomodan en la puerta de su casa y este es sacado de ella montado en un sillón, presumiblemente de enea, aunque esto no lo dice la tradición, sino mas bien la observación personal.
Tras esto, el viejo es paseado por Lora sobre su improvisado trono, mientras exclama gritos de alabanzas dedicados a nuestra reconocida patrona. El señor se puede llevar así como unas tres horas, mientras va y regresa de la casa de cura. Y aunque para el es un  privilegio, para su salud no suele ser tanto. Ya que un señor mayor  montado sobre una silla recorriendo a la interperie las calles del pueblo no es la mejor manera de guardar la salud. Además esto suele ocurrir en una tempestiva noche de invierno. Pues la salida de viejo suelen ser reclamada o cuando hay malas cosechas, alguna epidemia, y sobre todo por sequia. Cosa, esta última, que se suele ocurrir  en invierno, pues por lógica en verano no se esperan muchas precipitaciones.
De todas maneras para que la historia os quede clara, que mejor muestra que este enlace a un video del Canal Sur, donde aparece la salida del último viejo que desfiló.
Pues bien, hasta aquí la historia real. A partir de ahora las imitaciones. Cuando yo era estudiante en el instituto de mi pueblo, algunos alumnos procuraban imitar la tradición por los pasillos del centro. Y para ello no utilizaban al más viejo de los estudiantes del centro, sino a la más cándida y despistada de las alumnas que apareciera por el renombrado pasillo en este momento. La pobre alumna de pronto, sin querer ni olérselo, se encontraba aupada sobra una silla y llevada en volandas por los mas gamberretes alumnos a lo largo y ancho de los pasillos del centro. Algunos de estos también aprovechaban la ocasión para tocarle la parte más pronunciada  de la espalada. Lo peor que le podría ocurrir, y desgraciadamente solía suceder bastantes veces, es que apareciera el profesor de guardia. En esos momentos la pobre muchacha era abandonada, literalmente tirada de su trono improvisado, mientras los muy cobardes costaleros tendían a refugiarse como podían en la clase más próxima. Más de una vez vi rodar a mas de una alumna por las escaleras junto a la silla que le sirvió de trono. El final del todo se resumía  en unos enormes gritos y amenaza emitidos por el respectivo profesor de guardia, mientras la pobre chiquilla gemía y se lamentaba caída sobre el duro suelo. Menos más que era joven y su propia estima y su propio físico la ayudaba a superar ese trauma de haber sido por momento, ese viejo tan particular.

lunes, 20 de septiembre de 2010

El obvio

Mi sobrina Raquel, ya con 16 años, se ha incorporado hace pocos días al instituto de enseñanza de mi pueblo donde tanto su madre como yo compartimos educación.
¡Qué de recuerdos!. ¡Que de añoranzas!
Allí empecé a conocer el derecho de palabra, la libre expresión. Me tocó vivirlo en plena transición democrática y comencé a saborear el regusto de la libertad.
Aunque los alumnos no éramos tan traviesos como los de ahora, tampoco éramos unos santos inmaculados. Eso sí, no recuerdo ataques verbales a los profesores, sino travesurillas de adolescentes.
Recuerdo a una compañera de clase que era del pueblo cercano de La Campana, que cuando se le había olvidado hacer los deberes de alguna asignatura, no se le ocurría mejor idea, que tomar como posesión la llave del aula, cerrar la clase  con  todos los compañeros dentro y tirar la llave por la ventana. ¡Y eso que estábamos en un segundo piso!.
Al rato llegaba la profesora y golpeaba la puerta para que la abriéramos y cual era la sorpresa de la pobre mujer, que al poco rato se tenía que marchar al jardín que había al pie de la clase, y dedicarse durante varios minutos a buscar la llave con una posesa entre los ramajos. Mientras los cabroncillos de los alumnos, veíamos a la paciente profe romperse la espalda por culpa de la campanera. ¡Ay campanera…!.
Claro que lo más sorprendente que vislumbré en aquellos años de adolescente  es lo que le ocurrió al profesor de latín. Este enseñante poseía un genio muy particular, de pronto era un tipo encantador que de pronto se transformaba en la más feroz fiera. Por su aspecto parecía un curita de aquella época, la de los curas progres, pero al fin curas. Como cada profesor que era peculiar poseía su mote. A este  le pusimos el “Obvio”. Solía utilizar esta expresión continuamente, y como a los alumnos de mi clase esa palabra nos sonaba a chino y nos llamaba enormemente la atención, pues al profe  lo bautizamos de aquella manera. Por cierto, no nos enteramos lo que era obvio hasta meses después.
Pues bien, en el día recordado, este profe se encontraba de guardia. A nuestra clase aún no había acudido el funcionario  que nos correspondía en esa hora, y como profesor de guardia acudió a nuestra aula para que mantuviéramos el  silencio, mientras llegaba el  que nos correspondía.
La primera vez que nos llamó la atención lo hizo muy educadamente, sin subir el tono de voz ni gesticular mucho. Tras este aviso se marchó. Al cabo de los diez minutos y continuando los alumnos en la misma situación, volvió a llamarnos la atención pero esta vez con un todo mas severo.
El “obvio” se volvió a marchar, esta vez amenazándonos con una advertencia mas rotunda . Pero como los alumnos nos escarmentamos tan fácilmente y eso de hablar por los codos creo que esta escrito para nosotros, el renombrado profe volvió a retornar a la clase, esta vez mas parecido una fiera que a un humano. Al pobre hombre no se le ocurrió mejor manera para asustarnos que golpear la puerta de la clase con uno de sus pies, mientras gritaba alocadamente. Tuvo tan mala suerte que al dar la patada en la puerta, esta era tan endeble, que la traspasó  con su zapato.
Háganse lectores a la idea, un pobre hombre totalmente salido de órbita, con un pie clavado en una puerta, y sin poder desprenderse de ella. El desafortunado gritaba, y gritaba mientras gesticulaba de una manera atroz. Fue tan ridículo el momento vivido por el pobre latino, que los alumnos en vez de reírnos casi nos pusimos a llorar. ¡Para que luego digan que los estudiantes no tenemos corazoncito!

domingo, 12 de septiembre de 2010

Siempre oimos lo mismo, siempre vemos lo mismo


Cercanos a nosotros, a veces, viven gentes especiales, personas con una capacidad creadora original, que aportan mensajes nuevos. Hay soñadores de la pintura, hay cocineros de la música, caballeros del teatro y de la interpretación, inventores de poemas, arquitectos de los sueños. Pero siempre, o casi siempre, oímos la misma música, vemos las mismas imágenes, escuchamos a  los mismos tertulianos hablando de lo mismo. Pero a pesar de lo que podamos creer, existe un gran mundo subterráneo de creadores.
Creadores que no tienen la oportunidad de aparecer en una cadena de televisión de gran influencia. Músicos que se mueren en su intento de poder exponer su propuesta.
Este verano casualmente conocí un grupo de actores capaz de aportar algo nuevo, de generar ilusiones. Conozco amigos pintores que su obra no dejaría indiferente a nadie. Personas corrientes que nos sorprende con su visión de la realidad. Y sin embargo nadie de estas personas se pueden dar a conocer más allá de un reducido círculo.
Este verano, estando en Cádiz, casualmente una noche me llegué por el Pay-Pay , El Pay-Pay podríamos decir que es una bar. donde muy frecuentemente existen actuaciones de cantantes no demasiado conocidos pero que presentan algo diferente. Algo diferente a lo que se escucha normalmente en una emisora de radio.
Entre estos cantautores había uno que se llamaba Quique Parodi. El tío divertido, y simpaticote, que me sorprendió con una canción. Esta que podéis escuchar pinchando en el enlace, se llamaba :”Cuanto me quiero”. Y en ellas nos cuenta como un tío normal, se levanta por la mañana, se mira al espejo y resulta que el amor de su vida aparece delante de sus ojos. Un tema divertido, ingenioso y fresco. Oírlo y prestar atención a la letra.
También en la misma gala actuó otro joven cantante, llamado Rubén Garfi. Y de él he escuchado el mejor tema musical sobre el maltrato. Se llama :”Espinas”. También pinchando en el enlace lo podréis oír.
Ahora preguntaros cuanta de estas personas tendrán la oportunidad en su vida de aparecer en una cadena de televisión estatal. Cuantas veces se repiten los mismos artistas, los mismos soniquetes y las mismas letras.
Yo siempre pongo el ejemplo de la cantante Lolita. Una artista que hace varios años que no tiene un solo éxito pero que siempre nos la comemos con papa, en todas las galas de las televisiones de fin de año. Hay otro mundo , mas creativo y original, detrás de los Bisbal, los Sanz y las Belenes Esteban .¿Qué no hay variedad?.Mentira, hay muchísima, pero mientras sigamos oyendo el mismo sonido, siempre seguiremos caminando con la misma marcha, la que le conviene a unos pocos. La trasformación hacia un mundo mejor y más variado comienza por el arte.

lunes, 6 de septiembre de 2010

la novena

Son las 6:30 de la mañana, aun no ha amanecido y las campanas de la iglesia principal de mi pueblo comienzan a repicar. En la calle comienza a sentirse movimiento. Subidas de persianas, se abren algunas puertas y desde lo lejos se ve el pausado transcurrir de unos escasos transeúntes. Ahora son el siete menos cuartos, los murmullos se sienten crecer mientras las campanas vuelven a repicar. Siete de la mañana algunas personas aligeran sus pasos, si nos fijamos bien sobre su pecho y con una banda azul y blanca llevan colgado una gran medalla de plata de estilo barroco. Las campanas vuelven a repicar de nuevo como lo hacen siempre en estos primeros días de septiembre. Aún es de noche, y centenares de personas ya se encuentran concentradas en la iglesia priorar del pueblo.


¿Qué este extraño arrullo mañanero que envuelve a Lora todos los primeros días de septiembre? .¿Por qué esa alta torre insiste en llamar la atención tan de temprano?. Si preguntas a cualquier loreño, te dirá que es la novena. ¿Pero la novena qué? .¿La novena puerta?. ¿La novena entrada? .¡ No, hijo no !.La novena a la virgen de Setefilla, patrona de este lugar. Un rito que se repite por los siglos de los siglos, amén. La novena de la mañana, donde se concentran las personas más madrugadoras y setefillanas de la localidad. Incluso hay que irse temprano no vaya ser que en la iglesia no quede ni un sitio libre. ¿Y que es una novena? Pues un acto litúrgico, podríamos decir que es un homenaje que se realiza a la virgen durante nueve días, del 30 al 7 de septiembre. Aparte de esta novena madrugadora, también está la de las seis de la tarde para los chiquillos, y la de la noche, donde se puede vislumbra , también desde la televisión local, a decenas de mujeres sacudiendo sus extensos abanico a lo largo y ancho de la nave del templo y vestidas con sus mejores galas.

La novena no solo es un momento de rezo, sino también de reencuentro. La de la mañana también sirve de propósito para después de terminada esta ,irse a desayunar a los bares de la localidad con los amigos y amigas. Resulta sobre todo entrañable comerse unos jeringo del antiguo matador de toros llamado, precisamente el jeringuero, mientras se es acompañado por un calentito café madrugador. Tras el desayuno esta plebe tan mañanera regresará a su casa, algunos o algunas a partir de ahora tendrán que iniciar su trabajo, pero otros u otras poseerán la suerte de retornar a su ansiado colchón y soñar por un año más con todas las promesas que le sugirieron a esta virgen tan serrana. Y así años tras años este mismo rito se vuelve a repetir, cual golondrina que regresa a su nido, los primeros día de noveno mes.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Don Pimpón


Los profesores y los maestros cuando a estas alturas del año empezamos a vislumbrar en la televisión los anuncios del Corte Inglés de la vuelta al cole, se nos empieza a poner una cara un poco desencajada. A mi septiembre siempre me ha sentado fatal, por lo menos los primeros días del mes.


Llevo ya casi 20 años impartiendo clases, pero como la mayoría de este tiempo he sido interino, cuando llegaban los primeros días de este mes, la ansiedad y el desasosiego suelen acompañarme. Hasta aproximadamente, el día 7 u 8 del mes, no sé dónde voy a impartir clases. Lo mismo me toca al lado de donde vivo como que me manda al otro extremo de mi región. Y como comprenderán con esta duda no se puede dormir muy bien, por lo que implica buscar una nueva vivienda, conocer nuevos compañeros y cogerles el truquillo a los nuevos alumnos. Y eso que con el tiempo, la experiencia de años anteriores hace que cada vez te alteres menos. Claro que para mal trago, el que pasa el profe que aun no ha dado clase en su vida, en el primer día de experiencia como educador.

Yo tengo un amigo de aspecto bastante grueso, bajito y rechoncho. Su carácter no se podría decir que fuera el de un ser que soporta temporales, quizás su mejor cualidad es el alto sentido del humor que dota a todo sus actos. Y a falta de autoestima posee al menos recursos suficientes para superar los peores trances gracias a ese don que antes he nombrado.

Sería a finales de octubre de hace unos tres años, cuando la delegación de educación lo llamó para impartir clases en un centro de enseñanza de una población de la bahía gaditana. Sus gestos denotaban el temblor que le recorría por su cuerpo, pero la ilusión de poder trabajar por primera vez lo superaba. A las pocas horas de llamamiento, se dispuso a hacer las maletas para tomar el tren más veloz que le llevara a su destino.

Al día siguiente tras alojarse la noche anterior en un cochambroso hostal, se presento en el centro, lleno de optimismo y miedo. Tras dialogar con el jefe de estudio este le indicó que subiera inmediatamente a la clase que le correspondía, pues los alumnos llevaban ya varios días sin impartir su asignatura. Le sorprendió tanta prisa dada por su superior, pero no le quedo más remedio que asumir la orden. Tras indicarle el mandamás la dirección del aula, se dirigió a ella, no sin perderse varias veces por los retorcidos pasillos del instituto. En uno de estos espacios, se encontró a un pequeño grupo de alumnos con más ganas de guasa que de recibir clase. Como nuestro protagonista se encontraba perdido, sugirió a los alumnos que le indicaran la dirección correcta de la clase. Tras hacerlo estos, y él darle las gracias por las indicaciones, se dirigió raudo, mientras se subía los pantalones que se caían, hacia el lugar indicado. Antes de torcer totalmente hacia el siguiente pasillo, oyó como desde el grupo de chavales anteriores se expresaba de esta manera uno de los alumnos: ¡Oye! ¿Desde cuándo da clase aquí don Pimpón? .

La verdad es que nuestro amigo no le fue agradable oír esa expresión. ¿Pero que podía hacer sino seguir para delante? .Ya ajustaría cuentas en otro momento.

¡Por fin llego al aula!. La imagen era caótica desde la puerta . Entre veinte y treinta alumnos, de 13 a 14 años, saltando por lo alto de las mesas, tirando aviones de papel por la ventana y hasta un pobrecito chaval con la papelera de la clase en la cabeza, mientras otros le sacudían mamporrasos sobre esta. Nuestro amigo miró al techo, como pidiendo ayuda a Dios, se subió los pantalones y dando un enorme vocetón entro en la clase. Los alumnos ante esta inesperada manifestación de autoridad se quedaron paralizados, acoplándose poco a poco en su pupitre.

Tras estos momentos de tensión nuestro protagonista tomo asiento en su mesa de profesor y comenzó a pasar lista de la clase. Con los nervios los apellidos se le entremezclaban, no acertaba a decir correctamente sus nombres y hasta sintió sonrojó cuando tuvo que nombrar por dos veces el apellido Cabezón. ¿Se corresponderían los apellidos con el tamaño de su cabeza?. Se preguntaba nuestro amigo sin querer mirar apenas  a los renombrados alumnos.

La clase permanecía en silencio, más que por el temor engendrado por el nuevo profesor sino por la facultad de los alumnos de observar a este durante los primeros momentos. Parecía que por ahora la autoridad estaba ganada. Aunque el novato profe no dejaba de balancearse en el sillón en que se había sentado. Lo hizo con tanto ahínco e intensidad, que no tardó mucho en que nuestro personaje se encontró caído de espalda sobre el suelo y con sus piernas sobre la mesa, adoptando una postura totalmente ridícula. Fue tanta la sorpresa la que conmovió a los alumnos, que en vez de lanzarse plenamente a reírse por la situación, estos expresaron su asombro mediante unos rostros pálidos, insípidos y terriblemente sorprendidos. A todo esto nuestro personaje se preguntaba cómo salir de esta situación tan particular. Ni corto, ni perezoso se reincorporó y se alzo sobre el estrado con la mayor dignidad posible, exclamando una sorprendente e inaudita frase: ¡Bueno pues ya con este acto que suelo hacer al comienzo de mis clases, sabréis que siempre os podré sorprende, para lo bueno o para lo malo, yo soy vuestro profesor! ¡Espero que a partir de ahora nadie me reproche nada que yo no haya advertido!

Dibuja con perspectiva

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