Recuerdo
aquellos calurosos mediodías, ya sobre el mes de junio. Recién comido y casi
reventado de tanto trabajo ingrato, cuando tú, con esa vocecita casi irreconocible,
posiblemente allende los mares, me despertabas sorprendentemente en mis
primeros minutos de siestas.
Recuerdo
como en aquellos momento mientras tú me recitabas el nombre de la empresa por
lo que me anhelabas, yo airadamente me acordaba de tus antepasados, que queda
más fino que decir tus muertos.
Cuanta
ira inútil porque tú no eras rencoroso y volvías a llamar a los pocos días.
¡Que tesón! ¡Que coñazo! Casi siempre cuando más molestabas. ¿Lo hacías adrede?
Claro que si te insultaba tú altivamente golpeaba a mi conciencia diciéndome que
eras un trabajador, como si yo fuera un especulador inmobiliario.
En fin,
pero todo pasa y todo queda. ¿A ti también te fastidian Serrat? Bueno, yo creo
que lo nuestro no es más que pasar, cosa que no te dejan. Lo nuestro es
transformarse, sacar lo bueno de la vida.
Ahora ya
no solo no detesto que me llames sino que además disfruto con ello. Gracias a ti,
mis registros de actor van ampliándose. Porque un día soy un abuelo con alzhéimer,
otro un locuelo jovenzuelo algo desequilibrado. En la última llamada un amigo
gorrón y así poquito a poco mi repertorio se amplia. Mi tono de voz se enriquece, cada vez vocalizo
mejor.
Me queda hacer de niño y de niña, de
sacerdote, vendedor de seguro, para contraatacar y de decenas de cosas más.
Además gracias a tus llamadas y de otros tan pesado y pesada como tú, ya sé que
alguien se acuerda de mí. Como yo de ti cuando me pilla en la siesta.
El otro
día te echaba tanto de menos, que sin pensarlo mucho, me lancé a la calle, a eso
de las cuatro de la tarde. ¡ La hora bonita ¡. Y aunque costó trabajo, logré encontrar
una cabina de teléfono para marcar el número desde donde me haces tan
agradables llamada. ¡Que pena no logré localizarte! Te dejé un mensajito: Dadle
recuerdo al tío que todas las tardes me estropea la siesta. Por cierto, que a nadie se le ocurra imitar
mi actitud, no vaya a ser que arruinemos a esas preocupadas empresas que tanto
se acuerdan de nosotros.