bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

sábado, 17 de abril de 2010

el tío de la vara


Cuando sale uno a dar un paseo, normalmente ocurren cosas curiosas que nos llaman la atención. Una conversación, un personaje pintoresco, un suceso extraño y no habitual. Aunque, a veces sea una lata cargar con la pesada carga de la máquina de fotos o de video, muchas veces tiene su recompensa.
Yo en esta pasada semana santa he estado casi todos los día con la cámara en ristre, tanto que ya se sentía un intenso dolor en el brazo de estar todo el tiempo grabando. He realizado videos buenos, otros mediocres y otros para tirarlos.
Quizás el video más divertido, es este al cual aquí pongo un enlace. Transcurría pacíficamente la cofradía de los Negritos de Sevilla por la puerta Osario. Delante del paso de Cristo aparecían los diferentes monaguillos y acólitos que le antecedente. También iba en lugar privilegiado y en tono mandón, el tío del medallón. Supongo que ese cargo tendrá un nombre técnico, pero yo ahora mismo no lo recuerdo. Pues bien el tío del medallón, todo serio y dotado de una gran dosis de mando se dispuso a ordenar a sus acólitos con su supervara que continuaran el desfile, cuando de pronto sucedió lo que se vislumbra en el video. ¡Un mal día lo tiene cualquiera!
Claro que para video de primera, fue el que sorprendentemente vislumbre en Cádiz hace años. La pena es que en ese momento no disponía de una cámara.
Yo me encontraba con una amiga dispuesto a cruzar un semáforo, cuando de pronto de una calle cercana surgió una ambulancia a toda velocidad, y con la sirena a tope. Giró a una alta velocidad la esquina de la calle, cuando de pronto se le abrió el portón trasero del automóvil. De repente, y desde dentro de la ambulancia se salía un enfermo recostado en su camilla. ¡Había que ver la cara del enfermo! Todo aterrorizado. Mientras los enfermeros que se encontraban dentro de la ambulancia procuraban que la camilla no cayera al suelo. Por fin la ambulancia paró y pudieron reintegrar al enfermo al interior. Yo cada vez que recuerdo este suceso, no hago más que cavilar que como el pobre del enfermo padeciera del corazón, ese día lo remataron.

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