bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

sábado, 2 de octubre de 2010

mi ciudad

Será porque este año he cambiado de centro de trabajo o porque cada día uno se hace más viejo y añora sus tiempos de juventud, el caso es que desde hace unas semanas hasta hoy no paro de rememorar mis tiempos de bachiller.


Recuerdo con especial cariño mi mesa de 3º de Bup. Si me mesa, o mi pupitre, que era como se llamaba antiguamente al lugar donde se sentaba y escribía el alumno. Durante todo un curso, sobre virginal madera dibujé una enorme ciudad. Una ciudad a la vez barroca y modernista. Con sus avenidas, sus iglesia, su ayuntamiento y hasta su parque. Una ciudad trazada con un simple bolígrafo bic. Cada día me inventaba un edificio. Unos eran neoclásicos, otras humildes casas adosadas. Poco a poco fue crecimiento mi ciudad. Tanto lo hizo que al final de curso todo el tablero de la mesa aparecía completo de edificios. He de reconocer que era hermosa, ingenua inventiva de los tiempos muertos entre asignatura y asignatura. Y no solo a mi le tuvo que parecer bonita, sino incluso a las limpiadoras del centro le tendría que resultar atractiva, porque a lo largo del curso nunca me faltó ni una sola columna de mi soñada ciudad, jamás un paño enjugado de corrosivo producto la llego a atacar con constancia.

Mientras los otros alumnos se dedicaban a trazar emocionados corazones, o delirantes ofensas algún profesor o compañero. Yo edificaba puertas, ventanas, árboles retorcidos y abiertos, puentes inalcanzables, así un día tras otro, plasmados con en el azul intenso de la tinta de un vulgar boli.

Alguna vez hasta soñé que paseaba entre sus calles. Avenidas repletas de músicos, artistas, niños con globos y hasta perro felices mientras meneaban sus rabos. Soñé que en ella centelleaban miles de fuegos artificiales, porque las gentes que yo soñaba en mi ciudad, eran gentes felices y tolerantes.

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