bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

jueves, 11 de agosto de 2011

Un paseo por mi barrio




Después de varios días he decidido, bueno casi me han obligado, volverme de la casa de mis padres en Lora a la de Sevilla. ¿Qué quien me ha obligado? Pues los albañiles, los carpinteros, los fontaneros, los herreros y hasta los pintores que en estos días transcurren por los habitáculos de mis padres. Vas a echarte una siesta, y te encuentras en tu cuarto dos albañiles, que quieres orinar, pues nada en el cuarto de baño hay un fontanero arreglando un bidel, y así sucesivamente. La familia hemos escogido como refugio el salón principal, pero que te apuestas que dentro de poco nos invaden.


¿Qué porque hay tantos obreros en la casa de mis padres? Por la sencilla razón de que en Lora llevamos dos años de diluvio universal, y de tanta agua a los techos ya le cuelgan estalactitas de cal. No veas cómo estaba el cuarto de mi madre, parecía una réplica de las grutas de las maravillas de Aracena.

En fin que huyendo del jolgorio me decidí a regresar a Sevilla, a pesar del calor. Lo primero que me encuentro al ingresar en la cochera del bloque, es al monstruo blanco. Si, si al monstruo. No es que allí habiten seres extraños y mitológicos. Para mi monstruo, significa actualmente, coche enorme, sin utilidad concreta, que se suele usar para destacar de forma rotunda. Mi vecino de cochera tiene dos. Uno negro y otro blanco. Cada vez que los veo se me revuelve la sangre. Y es que me tengo que llevar media hora para poder aparcar.

Tras esto subo al piso, deposito la maleta y tras esto me marcho a comprar el periódico. En el camino hasta el kiosco lo primero que descubro es una sorprendente oferta de trabajo. Textualmente dice:” Le vaciamos su piso”. Y bajo esta enigmática frase aparecen escritos varios números de teléfono. Yo he supuesto que será una empresa que ofrece servicio de mudanza. Pero no fuera que el cartel expresara esto de forma textural yo por si acaso no llamaría a esta empresa. Que te desploman el piso, desde luego no podrías quejarte. Ellos afirmarían, con toda la razón: Ya te lo habíamos dicho.

Aunque para chorizo, los de la tiendas de compro oro, en un recorrido de unos 500 metros me habré encontrado como unas cinco. ¡Que peste a charcutería!

En fin, menos mal que ya mismo me marcho a pasar unos días a Cantabria. ¡Por fin, voy a viajar este verano! Aunque últimamente como dudo de casi todo, me pregunto que hasta si viajar es bueno. Por lo pronto me acuerdo de la madre de un amigo mío, que cada vez que un concurso de la tele a algún participante le tocaba un viaje, solo se le ocurría decir: ¡Que mala suerte ha tenido el pobrecito!

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