Hay palabras que no me gustan, y entre ellas la palabra respeto. Siempre que la he oído le he intuido al que la emite un aire de superioridad y de verdad absoluta. He de decir también, que no creo en las verdades absolutas.
Recuerdo cuando niño cuando una pareja aprovechaba un momento de ternura y soledad y se daban un beso, siempre que alguien los sorprendía, en principio le dedicaba una mirada inquisidora y a continuación le aplicaba la siguiente frasecita: “Por favor, un poco de respeto”.
Y yo me pregunto: ¿Hay algo más respetable que el amor? ¿No es menos respetuoso las miradas inquisidoras que algunas gentes emiten por la calle a aquellas personas que no van vestidas como cree según su decoro? ¡Que palabra más horrible es decoro!
Los que piden respeto lo defienden argumentado en que hay niños, a que estemos en un lugar sagrado. Como si los niños y estos especiales lugares fueran suyo. Los respetuosos son muy posesivos. El mundo, la verdad, la razón siempre, siempre son suyos.
La gente que piden respeto no suelen admitid otras opiniones o posturas. Se creen paladines de la verdad. Nunca se hacen preguntas.
Recuerdo una anécdota concerniente a este tema que me ocurrió en una Semana Santa de Sevilla. Como sabemos en esta ciudad y durante este tiempo desfilan por las calles miles de nazareno. Desde primera hora de la tarde hasta altas horas de la madrugadas. Estas procesiones cortan el tráfico en numerosas calzadas y por bastante tiempo. A todo esto he de decir que soy un admirador de la semana santa en su aspecto cultural, y a pesar de lo que pueda poner más adelante es una manifestación que me maravilla, por lo de popular y artística.
Pues bien estaba yo viendo con un amigo el desfile de la cofradía de la Macarena, una de las más populares de Sevilla, con alrededor de 2000 nazarenos. De pronto mi amigo recibió una llamada a su móvil requiriéndolo inmediatamente en su casa. Para llegar a ella tendríamos que cruzar la cofradía. Lo intentamos por decenas de lugares y era prácticamente imposible por el número tan elevado de público que veía el desfile. Al cabo de cierto tiempo, y ya con mi amigo desesperado por la urgencia, logramos poder cruzar la primera fila de espectadores.
De pronto estábamos en medio de la procesión mientras intentábamos cruzar al otro lado. Al momento se nos acercó un nazareno y con voz autoritaria y prácticamente amenazándonos con su cirio, nos dirigió la impía frasecita. “Por favor, un poco de respeto”.
Fue dicho esto y mi amigo volverse hacia él, dirigiéndole las siguientes frases: ¿Respeto? Respeto tenerlo vosotros con lo demás, que lleváis 7 días impidiéndome ir a mi casa, molestándome con vuestra música y vuestras campanas y ensuciándome las calles con vuestra cera.
Tampoco entiendo a aquellas personas que censura a otras porque entran en un recinto sagrado vestidos de una manera más informal. ¿Es que acaso Jesús no aparece en la iglesia casi desnudo? .¿Y eso le quita dignidad? Indigno y poco respetuoso es un burka, que convierte a una mujer en un ciudadano de segunda clase. ¿Es que acaso por nacer desnudo somos menos nobles?
No creo que al final el nazareno se planteara que él no tiene razón. Las gentes que pide respeto solo tienen una verdad verdadera, la suya.
Así que ignoremos esa desagradable palabra y cambiémosla por tolerancia, diversidad, civismo, libertad de opinión, todas ellas más democráticas y menos contaminadas.
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