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Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

lunes, 16 de agosto de 2010

el enano- terroríficas vacaciones en el lejano oeste 3ª parte


Yo tendría en aquellos días unos 35 años, y mi amigo una edad parecida. A la mayoría del grupo de discapacitados no le hacía demasiada gracia que nosotros, de vez en cuando, nos lo montáramos por libre. Es decir, por ejemplo, que alguna vez cogiéramos el coche y fuéramos a ver el hermoso paisaje que se extendía por los campos de alrededor. Argumentaban que si nos ocurría algún siniestro quienes serían los responsable. Yo lo tenía muy claro. Yo y mi compañía de seguro.
Pero para este grupo esto era algo inquietante, que alteraba sus esquemas mentales. He de decir que la mayoría de los minusválidos rondaban nuestra edad, no eran niños pequeño necesitados de continuamente ser orientados o regañados. Eran personas que casi nunca habían salido de sus casas. Y como tal sentían una inseguridad exagerada en el momento en que no formaban un grupo homogéneo. La dinámica del grupo, y en concreto de sus monitores no impulsaban esa autonomía, sino que construían con divertidas artimañas la ideología de un grupo, que más que una piña terminaba conformando un bunker. Por lo tanto cualquier elemento díscolo y autónomo le provocaba una gran inseguridad
A pesar de nuestro distanciamiento en la playa, aún el grupo nos regalaba de una cierta estima. Llegamos a tener una cierta amistad con varias personas de este, unos 6 o 7. Un día, mi amigo y yo, fuimos invitados a ir a tomar un café con ellos, al único bar más o menos elegante de aquella zona.
Tras la toma del estipulado café surgieron las tertulias. Poco a poco nos íbamos conociendo, nos íbamos intercambiando , en los diálogos, información sobre nuestros trabajos, aficiones, etc. Llegado el momento nuestros nuevos amigos nos comentaron que ellos no eran la primera vez que acudían a este tipo de vacaciones. Que durante años y llegado este tiempo veraniego solían reunirse en el mismo lugar, y casi con los mismo monitores. Era casi exclusivamente el único tiempo del año que viajaban fuera de sus casas.
La conversación generó sobre las actividades realizadas en años anteriores y sobre todo rememorando las anécdotas que habían compartido con otros compañeros, ahora ausentes.
De pronto nos relataron la historia de un enano que años anteriores había acudido a esta cita. El enano por lo visto tenía un poco de mala leche, y continuamente al resto del grupo le solía gastar numerosas y pesadas bromas. Llegó el resto del grupo a estar tan hastiado de él, que un día que se encontraban en la playa tomando el sol, y viendo que el malévola personaje se encontraba en un profundo sueño, decidieron entre todos quitarle el bañador y dejarlo en plena playa como su madre lo trajo al mundo.
No contento aún con esto, y aprovechando el profundo sueño del bajito, lo montaron en lo alto de un buzón de correo que se encontraba en el centro del paseo marítimo de la zona. Menuda sorpresa se llevó el chiquitín, cuando se descubrió al despertarse colocado sobre tan alta peana y en bolas. Mientras el enano gritaba aireado desde su alto púlpito , sin poder bajarse de él, el resto del grupo corría por la playa huyendo de este y dando enormes carcajadas. Las mismas que daban ahora al recordar la escena vivida. Yo , a partir de ahora, me propuse que nunca cerraría los dos ojos a la vez, mientras estuviera cerca de tan ocurrente grupo, no fuera a ser que terminada colgado cual elástica bandera en los altos y vistosos mástiles que la cruz roja poseía por aquellos lares.

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