bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

sábado, 11 de junio de 2011

Los de la mala leche


Hay alumnos divertidos y simpáticos. También los tenemos generosos, aquellos que te ofrecen un caramelo mientras pasas por el pasillo del centro. Los hay traviesos, esos que se dedican una y mil veces a tirar avioncitos de papel, cual ingenieros aeronáuticos. Los hay pelotas, que durante todo el año están encima de uno alagándote y después si te ven por la calle, es como si no te conocieran. Y desgraciadamente también hay alumnos con malas ideas. No de esa que en fondo provocan una leve sonrisilla. Sino de esa mala leche, que te hace sentir estupor y vergüenza ajena. Mala leche no solo con el profesor, sino con sus propios amigos y compañeros.


No hace mucho me enteré del caso en el que a una niña reservada y tímida, no se le ocurrió otra cosa al malange de turno, que meterle en su mochila un pájaro muerto. Con tan mala suerte que tuvo la chiquilla que al recoger la mochila, apretó con tanta fuerza ella, que al mismo pájaro se le reventaron las tripas, entre los deberes de matemáticas y los de lenguas, que transportaba en tan pesada bolsa. La pobre alumna sintió tanta vergüenza que no volvió a aparecer por el aula en lo que quedaba de curso.

Quizás el caso más desagradable que he oído, es el que os voy a relatar a continuación. Hace años hablando de esos alumnos perversos, me comentaron que había un terrible adolescente, que no tenía mejor idea que encender un mechero durante un tiempo. Mechero de estos llamados de los bolsillos, como los bic, los cuales en su parte superior poseen una pequeña capa de metal.

Pues bien, el denostado alumno se dedicaba a encender ese mechero hasta que la placa se ponía totalmente caliente y cuando esta se encontraba así no tenía mejor o peor intención que colocársela en la parte posterior del cuello del compañero que tenía delante en el aula. Era tanto el miedo que se le tenía a ese terrible niño atroz, que aunque al chiquillo le doliera bastante, que aunque se le saltaran las lágrimas de sufrimiento, jamás se atrevería a denunciar al repugnante alumno.

También existen casos, que aunque posean su mijita de malange, también la tiene de gracia. Recuerdo como hace bastantes años, entré en una aula para impartir clases de dibujo. Lo primero que me llamo la atención de este espacio, es lo sucio que se presentaba. Tendido sobre el suelo rodaban numerosas pelotas de papel de aluminio que antes sirvieron para envolver el ansiado bocadillo. También había varios embases de zumo, o de biofruta . Algún que otro avión de papel y hasta varios envoltorios de caramelos, acompañando a otras unidades de chicles. Ante este desolador panorama no me quedo mas remedio que llamarle la atención al alumnado, Contestando uno de ellos que tuviera cuidado con el salchichón. El salchichón. ¿Qué salchichón? Señalando este mismo alumno como sobre mi cabeza y pegado literalmente al techo de la habitación, se encontraba una hermosa y grasienta loncha de este embutido, a punto de suicidarse sobre mi cabeza. Gracias a la providencia, tuve la suerte de poner esquivarla y esta cayó justamente en lo alto de mis apunte del sistema diédrico. ¡Menuda perspectiva!

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