bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

lunes, 25 de octubre de 2010

El desorden

Si, lo reconozco, yo soy muy desordenado. Muchos minutos de mis días los pierdo buscando las gafas para intentar encontrar otra cosa que necesito. Las gafas porque cada día veo menos y peor, aunque luego voy al oculista y me dice el aparatito de medir la vista que este posee, lo siento pero no se su nombre pero si de su ineficacia, que tengo vista de un aviador militar. O sea que si no fuera porque ya soy mayor, me podría alistar en el ejército para tirar bombas. Y yo me pregunto, pues si tienen tan buena vista: ¿Por qué fallan tanto en los objetivos y en vez de alcanzar uno militar arrasan con otro civil? Supongo que será también culpa del aparatito con el que tiran las bombas. ¡Vaya tela con los aparatitos lo que nos traicionan !.


¡Vaya como me he liado!. Pero si yo de lo que quería hablar es del desorden y no de la paz mundial. En fin, continuemos con el tema inicial. En mi casa en el salón hay dos mesas, una enorme y más cercana a la puerta de entrada desde la calle, y otra redonda y más acogedora que me sirve de mesa camilla en invierno. Pues bien en la mesa más cercana a la puerta suelo depositar todos los objetos que traigo de afuera, por ejemplo la mochila del trabajo, las cartas del buzón o las bolsas con las compras recién realizadas. Más tarde o más temprano también se acumula allí el libro que estoy leyendo, el paquete de tabaco que estoy fumando o el juego de llave del piso. El caso que pocas veces se ve que debajo de todos esos objetos hay un mantel. Hace tiempo me visitó una amiga mía, que solía hacerlo de vez en cuando. Ese día dio la casualidad de que la mesa estaba despejada. Y me exclamo un asombroso: ¡Ah pero si además de un mantel tiene esta mesa un cristal!

Claro que para desorganización, la de un amigo mío. Hace poco me llamó por teléfono, y hablando y hablando, salió el tema de la limpieza de los pisos y del desorden que a veces tenemos. Yo le comenté que llevaba todo el día adecentando mi casa. Y él me contesto: “Tengo la cocina que hasta se puede comer en el suelo”. Yo le dije que valiente buen lote de limpiar se había llevado para que en su cocina se pudiera hacer eso. Yo me la figuraba reluciente, refregada una y otra vez con Don limpio, más conocido allende los mares de España por Míster Proper.

Y él sorprendentemente me contesto: “No, si no me refiero a que este muy limpia, sino que hay tanta comida en el suelo diseminada , que sin levantarte de él puedes tranquilamente comer”.

Aunque para desorden, o más bien irreparable pérdida, la de los calcetines. Tengo en el armario de mi ropa una bolsa con al menos dos docenas de calcetines desemparejados. Si fueran personas, las llamaríamos “singles” y los invitarían a fiestas para ver si se terminaban casándose. Yo no sabía lo que ocurría con los calcetines que siempre que metes una pareja en la lavadora termina por salir uno solo. Yo más que lavadora la llamaría divorciadora. Por lo visto, según me comento una amiga, la lavadora es capaz de tragarse los calcetines. O sea que además de necesitar detergente y suavizante también se alimenta con los guantes de nuestros pies. Yo ya me veo un día de esto trabajando de mago, metiendo mi mano por el desagüe de la lavadora, y extrayendo como hace un prestidigitador uno tras uno y engarzados las otras dos docenas de calcetines divorciados. No sé si a la otra parte de la familia después de tanto tiempo le hará gracia encontrarse a su vieja pareja. Quizás hayan formado ya otra más divertida y étnicamente diversa con los otros calcetines de la bolsa, tal vez con un calcetín verde o con otro de cuadros. Pues ya se sabe que el roce hace el cariño y la distancia es el olvido.

sábado, 16 de octubre de 2010

vótame

En los tiempos de la transición política española yo tendría entre 13 y 14 años. Y lo mismo que me asombraba un amanecer con niebla, la torrencial lluvia mañanera o un espléndido amanecer, también me sorprendía que al recorrer las calles de mi pueblos, esos muros que antes eran estériles se transformaban tras el paso de la nocturnidad en decenas de murales coloreados, rotulados con carteles de extraños personajes. De siglas hasta ahora irreconocible. Por primera vez en muchos años en España había unas elecciones democráticas.


Yo con mi pobre mente de adolescente tampoco entendía esa algarabía de carteles, pero en el fondo presentía que me gustaba. Era algo diferente, transformador. Yo me preguntaba que de donde habrían salido tantas gentes desconocidas. En que túnel se encontraban.

Los primeros carteles más bien eran rústicos, con pocos colores. Algunos rostros daban más miedo que confianza. Me llamaban mucho la curiosidad los logotipos de los partidos políticos. El de UCD,. Que era como un donut partido por la mitad , una parte verde y otro naranja. El capullo , y con perdón, estilizado del PSOE. La hoz y el martillo del PCE. Los había con forma de palomas que se combinaban con manos, otros, el del PSA, era como una mano pintada con tiza. Había muchos con puños levantados e incluso aquellos logotipos que había visto toda la vida con el yugo y la flecha.

Me sentía tan entusiasmado con esta expansión cartelera que decidí cambiar mis postes de revistas, de motos, de cantantes, etc., por carteles de partidos políticos. Llegué a llenar dos paredes completas y sin dejar un solo hueco. La gente que visitaban mi cuarto preguntaba que donde estaba el cartel de Serrat que había antes, y el poster del Sevilla C.F.. Además me interrogaban extrañados quienes eran esos señores y señoras tan expresivos. En fin, que yo creo que siempre he sido muy novelero, y eso de la democracia empezaba a gustarme.

A razón de toda esta historia quisiera comentaros que estoy participando en un concurso de video y fotomontaje organizado por la diputación de Sevilla. He participado con dos videos, uno sobre el santuario y la presa de mi pueblo y otro sobre la provincia de Sevilla, combinando diferentes imágenes. El fotomontaje es una composición de la venida de la patrona de mi pueblo a la villa de Lora, combinando esta manifestación cultural con el paisaje que lo envolvió ese día, o sea, los campos de mi tierra.

Desde aquí quisiera ser yo estos momentos como aquellos políticos que amanecieron un día en un cartel colocados sobre el muro de mi colegio. Y pediros el voto para mis videos. Podéis votar 5 veces al día por línea de internet, incluso dar los 5 votos al mismo video. Lo podéis hacer de forma anónima o con nombre y apellidos. De esta última manera tendréis opción a diferentes premios, como almuerzos en algún buen restaurante de Sevilla o alojamiento en una residencia campestre de la provincia. Para votar tenéis que pinchar en el siguiente enlace . VOTO, o en la foto de los zapatos que aparece en el comienzo del blog.

De todas manera muchas gracias por vuestra atención. Y viva la democracia porque al menos nos da colorido con diferentes matices a nuestras vidas.

martes, 12 de octubre de 2010

La importancia del nombre

Antiguamente en las familias se solía repetir el nombre de los componentes. Por ejemplo, yo tenía una tía abuela que se llamaba Adriana, esta poseía una hija con el mismo nombre, y hasta una nieta con igual título, e incluso el hermano de mi padre se llama Adriano. Yo no sé si esto ocurría por quedar bien con la familia o porque en aquellos tiempos no se querían roer mucho el coco con lo del nombre.


Conozco una infinidad de casos parecidos, siempre ocurridos hace tiempo. Porque ahora cada vez que nace un niño lo primero que se hace es investigar en internet a ver qué título se le coloca y cuanto más original pues mejor.

A veces ocurre que con esta repetición del nombre se puede producir un conflicto. En mi caso así fue. Durante unos años coincidimos tres Curro Gutiérrez en la familia. Mi tío, mi primo y yo. Claro que cuando cada uno andaba por un lugar distinto el conflicto se resolvía. ¿Pero qué sucedía cuando los tres nos encontrábamos en el mismo lugar a la vez? .Por ejemplo, en un cumpleaños de algún miembro familiar. Pues en mi familia se resolvió de la siguiente manera. Al mayor, mi tío, le siguieron llamando Curro, a mi primo que era más pequeño le suelen llamar Currito. ¿Y a mí? ¿Cómo se le ocurrió llamarme? Pues el Curri, con el artículo y todo. Por letras yo fui el que salí ganando, pero por gusto no sé.

Cuando era pequeño a mí el nombre que me pusieron no me gustaba mucho. Me parecía soez, embrutecido y demasiado basto. En aquellos años se llevaban los nombres compuesto, que parecía que daban elegancia. Por ejemplo José Ángel, y sobre todo Juan Carlos que impregnaba el título de realeza.

A fuerza de ser sincero mi nombre en la pila bautismal es el de Francisco José Sebastián de Asís. Así de un golpe se cumplía con toda mi familia. Y el de mi hermana tampoco se quedo corto. Adoración Isabel Victoria Eugenia. Tantas revueltas para luego llamarnos todo el mundo Curro y Dori.

Con el paso del tiempo me fui poco a poco reencontrando mejor con mi nombre. En principio me parecía simpático, mas tarde entrañable, y como también con los años nos surgió el afán nacionalista, pues: ¿Que hay más andaluz que llamarse Curro?. Vamos que si voy por la calle y alguien me llama Paco, me entra hasta coraje.

Llamarse Curro, para un profesor no es fácil. Los alumnos en principio tienden a tomárselo a pitorreo. En primer lugar, porque me llamo Curro Gutiérrez, y lo primero que se les viene a los alumnos a la cabeza es llamarme Curro Jiménez. Y de pronto ya me veo yo disfrazado de bandolero de sierra morena. Más tarde que si soy el Curro de la expo, afortunadamente cada vez tengo menos alumnos que visitaran la expo, más que nada por la edad que tiene. Y por supuesto esta el descarado intento de llamarme Currito. O sea, un intento de pasarse de la raya.

En fin, siempre que comenzaba el curso, en principio, a los alumnos les decía que me llamaran Francisco. Pero como los compañeros profesores ya me conocían por Curro. Pues cuando algún alumno me veía hablar por los pasillos con uno de los compañeros y estos me nombraban así, pues nada ya se armaba el cachondeo padre.

De hace un tiempo he decidido echarle tela de testiculina el primer día de clase. Y allí voy yo.: Me llamo Curro. ¡Dicho con dos cojones ¡. Y aunque con este grito de guerra saltan las expresiones de sorpresas o las pequeñas risotadas, yo me digo :Ya se acostumbraran. Las gentes mas tarde o más temprano nos acostumbramos a todo, bueno, menos a un dolor de muela.

Pues resulta que después, de esta lucha durante años por reivindicarme. Me aparece hace pocos días en un artículo del Diario el Mundo dedicado al mayor líder de la oposición andaluza , y va y me cambia todo mi esfuerzo. En primer lugar expone en el artículo del periódico que para ellos lo más importante es la educación. Que esta debe cambiar de forma drástica y sobre todo tomarán grandes medidas si llegan al poder. ¡Porque hay que fomentar la autoridad del profesor!.

¿Saben ustedes las dos grandes medidas que van a tomar si consigue gobernar? En primer lugar vestir a todos los alumnos y alumnas de uniforme y en segundo que a todos los profesores los alumnos se sientan obligados a llamarnos de usted. ¡Increíble, pero cierto! Supongo que serán de una efectividad tremenda para que los niños se sientan motivados a estudiar. Ya me figuro a mis alumnos coger el compás y el pincel con un entusiasmo endiablado porque llevan un uniforme igual que el de al lado, eso no le impedirá distraerse con los colorines de las ropas de los compañeros. Y que feliz estaremos todos los profe porque a partir de ahora que nos digan: “Hijos de puta”. Tendrá una tremenda sanción. Pero si nos lo dicen con educación, por ejemplo: “Usted es un hijo de puta”. Al menos nos creeremos respetados.

En fin, mire usted, señor Arenas, a mi me ha costado mucho esfuerzo ganarme un prestigio llamándome Curro. He aguantado broma y chascarrillos. Y ahora que mis alumnos me ven como un profesor cercano, más o menos amable, y respetan mi nombre igual a como se llama usted. Yo quiero y deseo que me llamen Curro y no un anónimo y lejano usted.

No quiera usted crear barreras. Por muchas medidas absurdas que se inventan. Aquí lo único que hace falta es educación, educación, educación. Lo digo por si a ustedes los de la oposición o a los otros del gobierno alguna vez os ha importado esta palabra.

Enlace a la noticia publucada en el diario el Mundo

sábado, 2 de octubre de 2010

mi ciudad

Será porque este año he cambiado de centro de trabajo o porque cada día uno se hace más viejo y añora sus tiempos de juventud, el caso es que desde hace unas semanas hasta hoy no paro de rememorar mis tiempos de bachiller.


Recuerdo con especial cariño mi mesa de 3º de Bup. Si me mesa, o mi pupitre, que era como se llamaba antiguamente al lugar donde se sentaba y escribía el alumno. Durante todo un curso, sobre virginal madera dibujé una enorme ciudad. Una ciudad a la vez barroca y modernista. Con sus avenidas, sus iglesia, su ayuntamiento y hasta su parque. Una ciudad trazada con un simple bolígrafo bic. Cada día me inventaba un edificio. Unos eran neoclásicos, otras humildes casas adosadas. Poco a poco fue crecimiento mi ciudad. Tanto lo hizo que al final de curso todo el tablero de la mesa aparecía completo de edificios. He de reconocer que era hermosa, ingenua inventiva de los tiempos muertos entre asignatura y asignatura. Y no solo a mi le tuvo que parecer bonita, sino incluso a las limpiadoras del centro le tendría que resultar atractiva, porque a lo largo del curso nunca me faltó ni una sola columna de mi soñada ciudad, jamás un paño enjugado de corrosivo producto la llego a atacar con constancia.

Mientras los otros alumnos se dedicaban a trazar emocionados corazones, o delirantes ofensas algún profesor o compañero. Yo edificaba puertas, ventanas, árboles retorcidos y abiertos, puentes inalcanzables, así un día tras otro, plasmados con en el azul intenso de la tinta de un vulgar boli.

Alguna vez hasta soñé que paseaba entre sus calles. Avenidas repletas de músicos, artistas, niños con globos y hasta perro felices mientras meneaban sus rabos. Soñé que en ella centelleaban miles de fuegos artificiales, porque las gentes que yo soñaba en mi ciudad, eran gentes felices y tolerantes.

Dibuja con perspectiva

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