bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.
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lunes, 19 de marzo de 2012

Manolo de Lora del Río



¡Mira que te lo dijo la muchacha!: ¡ Retíraté, retírate !. Hasta que te pasó lo que te paso.
Resumiendo en canciones ya tenemos un barquerito, un curro de Lora, un loro  del Real  Madrid y por lo visto ahora un torero empeñado en palmarlar. Mas si a eso sumamos que Loles León y Mario Vaquerizo son hijos de loreños. ¡No me digais que no tenemos un pueblo variadito!.

jueves, 24 de junio de 2010

el arqueólogo ignorante



A veces la ignorancia puede ser un mal negocio. Yo siempre se lo digo a mis alumnos: ¡Estudiar, estudiar, que así vuestra defensa será mucho mal alta! Todo esto viene a una anécdota que me recordó el otro día mi amigo Manolo.

Manolo, además de ser un estupendo y prolífico pintor. También es un fenomenal escultor, aunque quizás porque la escultura requiere más tiempo, esta la practica menos.
Pues bien, hace años, cuando Manolo se encontraba en su Écija natal, tuvo una época en que le picó el gusanillo de trabajar la escultura. Y claro como a todo iniciado, los primeros resultados no suelen ser los mejores.
Y Manolo no iba ser menos. Modelaba y modelaba en barro decenas de obras, pero a él no le terminaba de convencer su resultado. Llevado por la desilusión y porque su madre no podía mantener mas obras de artes en su piso. Decidió tirar la desilucionante obra de su trabajo como escultor.
Escogió una de sus esculturas, aquella que ocupaba mayor espacio en su morada. Una figura con líneas toscas e hieráticas Fuera porque le diera pena que esta obra llegara al fondo de un contenedor de basura, y se mezclara con las cáscaras de tomate o de plátanos, o fuera porque ese fue el mejor lugar que encontró, la enterró en un descampado al lado de su casa.
Al cabo de los años, recorriendo su pueblo vislumbró en un cartel que dentro de pocos días habría una exposición de arte egipcio. Y lo más destacado de ella, según decía el cartel, era la presentación de la primera escultura de arte egipcio, encontrada sobre el campo astigitano.
¿Descubrimiento de arte egipcio en Écija? Eso habría que verlo.
Anotó el día de la inauguración, y decidió que en ese momento no podría faltar.
Llegado el momento se avió con sus mejores ropas y se presentó en la sala de exposiciones correspondiente. Allí todo era elegancia, exquisitos canapés que eran ofrecidos a los selectos invitados, entre ellos varios destacados arqueólogos aficionados. Recorrió la sala engalanada con numerosas obras antiguas, hasta llegar delante de una cortina que cubría la especial obra encontrada. En pocos momentos el principal orador tras una extensa exposición sobre la importancia del hallazgo descorrería la tupida cortina.
El susodicho orador habló, habló sobre la importancia de la obra descubierta, decía que era la primera obra de este tipo encontrada en tierras andaluzas. Elogió el buen acierto del arqueólogo que la encontró. Los espectadores andaban en ascuas por descubrir la hermosa escultura, cuando de pronto el importante personaje descorrió la citada cortina.
El público se entregó con un generoso aplauso ante la vista de la extraña obra, y solo uno de aquellos atónicos espectadores emitió una ligera y picarona sonrisa.
Fue mi amigo Manolo, que descubrió sobre el delicado pedestal, como la enigmática escultura, era aquella que él hacía años había enterrado sobre el campo de su tierra.

jueves, 9 de julio de 2009

un negro en el frigorífico



Mientras realizaba mi carrera de Bellas Artes habité en bastantes pisos de Sevilla. Durante este tiempo yo compartía piso con dos de mis mejores amigos, Paco y Manolo, el resto de los habitantes del piso iban modificándose a lo largo de los años.
Durante este periodo tuvimos tres pisos a compartir. El primero en la calle San Felipe. Un apartamento pequeñito pero acogedor aunque demasiado oscuro. El segundo cerca del puente de Triana y el tercero, y definitivo, en la calle María Auxiliadora. A este me referiré en esta ocasión.
Este piso era bastante grande. Constaba de cuatro habitaciones, dos salones, cuarto de baño y cocina. Era un piso antiguo, bonito, pero en un estado no demasiado bueno. Tres de sus balcones daban a la avenida de María Auxiliadora, por lo que era ruidoso.
Sus techos eran tan altos que una amiga nuestra decía que no tenían ni atmósfera. La verdad que era un piso digno de inspirar a estudiantes de Bellas Artes.
La dueña del piso se había reservado una habitación. Esta estaba repleta de muñecas, trajes de flamenca, libros y todos lo cachivaches posibles que uno puede recopilar a lo largo de su vida y no necesita al momento .Por cierto, la dueña del piso en un primer momento se encontraba recluida en un psiquiátrico, por lo que el piso, en principio se lo contratamos a su madre. Cuando esta salió del internado solía visitarnos con asiduidad y por sorpresa. Solía aparecer con una amiga o con un amigo, entraba en su cuarto y se llevaba horas y horas allí con esa persona.
Una Semana Santa creyendo que los habitantes del inmueble nos habíamos ido de vacaciones a nuestro pueblo, se llevo a un compañero a pasar la noche allí. Sucedió, que uno de los habitantes habituales, Paco, no se había marchado. Pues imagínese querido lector, a Paco, por cierto, un personaje bastante corto de palabra y dotado de un exceso de timidez, despertándose a las tres de la mañana porque tenía sed. Decidió buscar el líquido elemento.
Se dirigió al frigorífico que estaba situado en la cocina. Medio dormido y medio sonámbulo encendió la luz de esta estancia. De ponto se sintió muy asustado. En esta misma cocina y abriendo la puerta del frigorífico se encontraba un extraño. Un ser de casi dos metros y negro, negro como el azabache. Sus ojos no daban crédito a lo que veía. Le explico el desconocido personaje los motivos de su estancia allí. Había llegado acompañado por la dueña del piso, creyendo esta que el inmueble estaba deshabitado, y se había quedado allí “a dormir con ella”. Menudo susto le dio el negrazo. Yo no sé si Paco pudo conciliar el sueño esa noche, pero seguro, seguro que se le quitaron las ganas de beber.

Dibuja con perspectiva

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