bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

sábado, 27 de abril de 2013

La perra de mi abuela







Como el ayuntamiento de mi pueblo se encuentra tan sensibilizado y preocupado por los problemas reales de sus paisanos, nada más hay que ver las multas que impone por la cagada de un perro en las calles de la población, entre 700 y 300 euros, mi padre esta aterrorizado. Aterrorizado que uno de nuestros perros, tenemos dos, el Cuchi y la Negrita, en un descuido se nos puedan escapar, salgan como una fecha hacía la calle y no se les ocurra mejor cosas que depositar un hermoso monumento caquil en las reales y preocupadas avenidas, desvelo de nuestro actual alcalde de nuestra blanca población.
Y digo yo que a lo mejor por 15 o 20 mierdas, a 3000 cada cagada, puedan restaurar  de una vez el olvidado cine-teatro Goya, promesa mil y una vez proclamada por todos los partidos y nunca realizada. Algo similar a lo del paro, para que vayan ustedes entendiendo.
Bueno, pues a lo que iba. Que para que los perros no salieran, mis padres decidió encerrarlos en la azotea. Con la perra , la negrita, no hubo demasiados problemas, pues es vieja y pacífica, no como esos impetuosos viejos gallegos que golpean insistentemente con sus paraguas las sucursales bancarias para que les sea devuelto sus ahorros de toda la vida, sustraído por el timo de las preferentes. En fin, que no es de esos. Si no buena y obediente. Así que la pobre se acomodó en la azotea. Al otro, el Cuchi, ese extraño ser digno de un diagnostico de Freud no hubo manera de atraparlo, se escondió como siempre detrás del sofá: ¡Y a ver quien lo saca ¡

Pero las gente buenas también se cansa, también se hartan, también se rebelan. ¡Algunos podrían ir tomando notas por si acaso! .Y nuestra perra no sabemos cómo consiguió superar la reja de la balconada de la azotea y se lanzó al vacío hacia  la calle. Ocho metros cuesta abajo y sin frenos. No sabemos si fue un intento de suicidio o un intento de asalto. El hecho es que cayó al suelo como si fuera una bolsa de basura, al menos eso dice mi cuñado que a eso le pareció   el ruido que oyó. Cuál sería su sorpresa al comprobar que aquello negro que estaba depositado sobre los adoquines era nuestra oscura Negrita y sorpresa más aún, cuando al intentar acariciarla la perra se levantó como si tal cosa. O sea estimado alcalde, que aún no tenemos víctima por esa última cagada. Dice una compi mía del trabajo , la genial Vicky , que los perros cuando se tiran es que saben que pueden hacerlo. Vamos que perro suicidas hay muy poquitos. Aunque digo yo: ¿Cuándo se lo han preguntado?
Tras este suceso evidentemente toda la familia comenzamos a contárselo a nuestros familiares y amigo. Mi sobrina Raquel tiene una amiga muy peculiar, una chica muy simpática pero algo despistada, voy a decir de una vez su nombre. Pilar, así le hago un homenaje a esas encantadoras personas. A lo que iba, pues mi sobrina  no sé si por “guasa”, por sms o por señales de humos le  dijo a la homenajeada Pilar: “La perra de mi abuela se ha tirado de la azotea”. Y la otra no se le ocurrió otra cosa que contestarle: ¿Y cómo se encuentra la Filli?. Que es así como llaman a mi madre.

viernes, 19 de abril de 2013

Una sanción de mierda



Últimamente como las arcas del estado, ayuntamiento, diputación o cualquier organismo representativo de la administración están más vacías que el estadio de futbol de un equipo de pacotilla, gracias a los saqueos indiscriminado de chorizos, morcones y morcillas desaprensivas de todos los colores. A estos organismos que se dicen tan representativos de los ciudadanos no se les ocurre otra cosas que crujir al contribuyente que nada tiene que ver con ese atraca con una y mil sanciones, cada cual más injusta y original.


Por ejemplo, en la singular población almeriense de Mojacar, el ayuntamiento está decidido a estudiar una propuesta para sancionar el juego del dominó en la calle. Si, si, el dominó. Aquel terrible entretenimiento llevado a cabo por unos terribles y desarmados señores mayores, cuyo fin principal es aterrorizar al vecindario con sus escandalosos ruidos provocados por la exaltación del seis doble. ¡ Se lo merecen estos desarmado ¡ ¿O no? Porque claro como este juego se practica a altas horas de la madrugada pondrá en jaque el tranquilo sueño del señor del piso de arriba. Ah, señor, señor, seamos serios.
Y al desarmado que va con una " amotillo "  por la calle avispeando, a ese, a ese por lo menos nos veremos obligado a crucificarlo. Porque si el dominó puede molestas lo de la motillo jode. ¿O no? Y encima te pueden atropellar.
¡Que gusta prohibir y que poco educar! Y si con prohibir además se ganan unas perras, pues solución al canto.
Y ya no es por prohibir, es por el severo castigo, que el estado, aquel lejano organismo que tiene que vigilar por tu seguridad te propina. ¡ Porque vamos a ver !. ¿Ustedes creen que porque un perro se cague en la calle al dueño de este se le puede aplicar una multa entre 700 y 3000 euros? Pues si, en mi pueblo, Lora del Río , es así, Una cagada de perro te cuesta más que pegarle una paliza a un vecino.  Piensen en esa cantidad y seguramente saldrán delitos más grave que se puede cometer por ese precio. ¡Esto es una auténtica cagada!. Por cierto : ¿Cuanto nos puede costar una "cagada" de un consejal o de un ministro ?. Si no que se lo pregunte a los que permitieron " las setas" en Sevilla.
Y que me dice del coche de la grúa de Cádiz. En la misma puerta donde tiene su sede, y durante varios cientos de metros, ponen un cartelito o señal de tráfico  que continuamente van cambiando. Hoy se puede aparcar, mañana no. Por la mañana sí, por la tarde no. El lunes, el miércoles y el viernes no, los otros días si. Tanto lo cambia que es  raro el día en que no pillan a dos o tres automóviles, además les sale muy baratito, pues solo tiene que salir el coche grúa a la puerta y llevarse al primero que se despiste. Para mí esto es granujerio del estado, en este caso del ayuntamiento. Y no se crean que sale barato, pues te cobran doble multa. Una por el coche grúa que como comprenderán ha hecho mucho esfuerzo. Pues esta vale 135 euros y otra por aparcar en un lugar prohibido que sale por 200 machacantes. ¡Ole la Teo!. 335 euros pa el saco y casi sin hacer nada. Luego querrán que el ciudadano sea honrado, que paguen su impuestos, que cumpla sus normas. Eso “sus normas”. Pero un estado que es pícaro solo puede obtener ciudadanos pícaros. Así que como sigamos de esta  manera será mejor dedicarnos a la charcutería que a mantener un estado de bienestar y justicia.

viernes, 12 de abril de 2013

el camino mas dulce



·         ¿Sabéis lo que llama más la atención a un niño? Los colores y lo olores y ahora aquí ya de mayor, hoy añoro aquellos olores que inundaban, que perfumaban mi infancia. Aquella goma de nata que poco a poco mordisqueaba yo tan puesto con mi uniforme de rayas, el olor a lapicero y a libro nuevo. Ahora con nostalgia evoco el olor a arroz en casa de mi abuela, mi buena y dulce abuela que me llevaba una enorme cuña de chocolate en el recreo de mi escuela. La cual tenía que esconder con maña porque Don Salvador, mi profe de segundo de primaria, siempre quería que le diera un cachito. Si, si un cachito y el gorrón casi se la zampaban entera.
Mi infancia estuvo repleta de colores y aunque las pocas fotos que tengo de aquella época sean en blanco y negro, yo aún las sigo viendo de iluminadas, claras y coloreadas como la ilusión de un niño. ¡Maldita la infancia en que el único color se deslumbra es el gris!
Y los olores y los colores me invadían y me inundaban cuando junto a mi padre, mi madre y mi hermana visitábamos el gran almacén de la capital al cual nos dirigíamos para adquirir un montón de golosinas para venderla en nuestra pequeña tienda de mi pueblo natal.

Me sorprendía y me arrebataba la ilusión esa enorme montaña de caramelos ocupados ordenadamente sobre altísimas estanterías, tan alta, tan alga como la luna. Para mí era una enorme luna llena repleta de golosinas.
Allí convivían experiencias tan sabrosas como los enormes y domesticables chicles bazocas, y los palotes de fresas tan difíciles de desnudar de su pegajosa vestimenta.
Allí en aquel almacén fabricado para la imaginación de un goloso, convivan aquellos pequeñitos caramelillos de nada. ¡A gorda, a gorda cada caramelo! ¡Caramelos por una peseta. Que de sabor, que de ilusión y todo envuelto en numerosos colores luminosos, dorados, plateados. Cual olas de un mar dulzón. Como la infancia, sabrosa, golosa ante la experiencia.
Buscaba y buscábamos mi hermana y yo las nuevas golosinas que aparecían semanalmente. Fue toda una experiencia el combinar un negro y alargado regaliz con un paquetito de refresco. Si, refresco, aquellos paquetillos con polvitos anaranjados que al penetrar en la boca, y gracias a su acidez provocaban en tus encías un gran revuelo.
Y el regreso, ese regreso al pueblo en un destartalado Renault 4l, con un coche cargado de dulce manjares. Rebosando expectativas para los niños del barrios. Bolitas de chicles, regaliz espirales, rojo y azules, chupa chup con sonidos de silbato, pastelillos de cremas. ¡Que automóvil más sabrosos! ¡Que revolución mas alegre para los niños del barrio!


¡Qué suerte y que grande ser niño! ¡Y qué largo el tiempo que duraba un recreo, un sabor una sorpresa! Un año entero era una eternidad. Y que lejos ahora. ¡Qué poco huelo, que poco veo, que poco siento! En fin ¿Qué poco disfruto!
Se me acabó el resplandor con la edad. Poco a poco, como una vela que poca cera me queda ya en la imaginación. Creo que envejecer es anular los sentidos. El olor, el sabor y hasta el tacto , Pensamos que quizás las cosas no saben cómo antes. ¿Pero no seremos nosotros los que no tenemos ya capacidad de disfrutarlas?

viernes, 5 de abril de 2013

el hombre que tenia el corazón grande

Jacinto siempre había tenido fama de ser un hombre tremendamente respetuoso y correcto. Siempre respondía con una sonrisa a tu saludo. Si marchaba a comprar el periódico al kiosquero lo saludaba con unos exagerados buenos días. Lo mismo al panadero que al hombre que le compraba la leche para su desayudo, siempre con buen aspecto, altamente jovial, se diría de él que era un corazón tendido al sol, como proclama una canción del conocido cantautor Víctor Manuel.


Era tan jovial, tan alegre, tan desprendido en su amabilidad que nadie, nadie hubiera sospechado que tras esa feliz careta se encontraba, se disimulaba tras traspasar la casapuerta un pequeñísimo y duro corazón. Un corazón inevitablemente salado, tanto como las olas de la Caleta. Un corazón tan pequeño y duro como un diamante, pero con mucho menos brillo.

El, un día tras otro, tras cerrar la puerta de su domicilio derramaba justamente dos lágrimas, una negra, salada y agria, otra blanca inmaculada dulce y suave. La negra a veces hasta rebotaba en el suelo e iba provocando en sus losetas montones de pequeños desconchones. La blanca sin embargo le mantenía el cutis firme, suave, como la barriguita de un bebé.

Siempre tras este tradicional llanto, se preguntaba el por qué de aquella llantina. Un día decidió proponerse no volver a llorar y como no tenía otros remedios, decidió emborracharse con todo aquello que tuviera de alcohol en su casa. Y busco, y rebuscó por todos los muebles de su hogar. En el mueble bar del salón encontró la primera copa, una botella medio vacía de pipermín de no sé cuantas navidades pasadas, tantas como en las había estado solo.



Y bebió, se derramo sobre este licor esmeralda hasta terminar al menos con la frustración de 7 Nocheviejas. Tras eso el anticuado licor 43 pareja de hecho del ya fallecido pipermín. Y trago, se embuchó, se derramó por el dulce licor, hasta olvidar 6 cumpleaños en soledad. Y así con el ron y la ginebra. Tanto bebió que casi no podía andar, pero era fuerte su decisión de encontrar una solución a sus problemas e intuía que esta no se encontraba en su hogar.

Bajó la escalera como pudo y tras encontrase a la portera, en toda su cara le hizo una pedorreta. La mujer sorprendida le contestó con: ¿Pero que le sucede señor Jacinto, con lo formalito que parecía usted? Este sin ningún reparó le contestó: “Cotilla, que es usted una cotilla: ¡Que siempre me abre mis cartas! Tras prorrumpí en un enorme carcajada se lanzó de golpe a la calle dejando boquiabierta a la portera.

Tras esto fue paseando alegremente por la calle, mientras un leve sirimiri le mojaba el rostro un poco más feliz. De pronto se encontró con el vendedor del pan. Este tras verlo le mostró un cortesano saludo mientras nuestro protagonista le gritaba: ¡Tunante, que eres un tunante! ¡Qué siempre me metes en la bolsa algún pan duro! ¿O tú te crees que yo no me he dado cuenta? Tras esto volvió a seguir andando mientras su rostro poco a poco desarrollaba una mueca más feliz.

Así siguió durante toda la noche, riendo y cantando por las calles. Mientras saludaba de manera grosera a la mayoría de las gentes que se encontraba. Al cura le llamo hipócrita, que ya sabemos que tienes una amante. Al guardia municipal prepotente. Que te crees el amo del mundo y así hasta llegar a una vieja anciana, toda sucia y sentada junto a la puerta de la iglesia con un viejo caso de aluminio pidiendo. Se paro ante ella y le dijo: ¿Y a ti? ¿Qué te digo a ti? Si ya te han dicho todos lo peor de lo peor, lo peor que piensan de sí mismos te lo dicen a ti. ¿Y yo que te puedo decir? Solamente que tu aquí desnuda, eres más valiente que todos. No posees orgullo, ni riqueza, ni eres una cotilla y ni siquiera te preocupas en exceso el mañana. Ven conmigo y enséñame a ser yo.



Dibuja con perspectiva

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