bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.
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viernes, 27 de enero de 2012

El nuevo hombre renacentista o sea que hace de tó

Hay veces que uno se despierta cansado, otras con ganas de hacer de todo, a veces feliz y otra triste. Pero yo hoy me levantado preguntón, o sea, con necesidad de encontrar respuestas.


Por ejemplo la primera pregunta que se me ocurrió, fue la siguiente: ¿Un guardia civil, un municipal o simplemente un policía nacional, tienen que impartir clases?. Creo que no, pero un profesor tiene que hacer guardia. Vigilar que los alumnos no se peleen en el recreo, que no entre en el centro alguien que no pertenezca a él, que en el recreo no se trafique con sustancias ilegales y hasta que no se fume en los servicios. ¿Eso no son más bien competencia de un guardia civil?.

Otra pregunta que se me ocurrió. ¿Ustedes han visto alguna muchacha de la limpieza dando una clase magistral de cualquier asignatura o materia? Pues yo si he visto a un profesor fregando el suelo, barriendo la clase, limpiando las mesas y hasta tirando la papelera. Por cierto: ¡Viva la Pepi! ¿Qué no saben ustedes quien es la Pepi? Pues ya pueden ir pinchando en la siguiente fotografía para conocerla. Pa ti y pa mi: “Menuda es”.



¿Alguno ha visto a un administrativo, a un enfermero, a un conserje, a un psicólogo o a un guía turístico impartir clase? Pues yo he visto a un profesor rellenar un taco de formulario, poner las faltas de los alumnos, curar las heridas de estos, hacer fotocopia tras fotocopia, intentar y animar a padres y alumnos, mientras se traga todos sus problemas. En fin, como digo en el título inicial tiene que saber y hacer casi todo. Por cierto, ahora que caigo: ¿Cuándo ese profe da clase?

Que si, que es verdad que tiene más vacaciones .Aunque pensándolo bien , para una persona que ejerce tantos oficios y solo cobra por uno. ¿No serán demasiada pocas vacaciones?. Por cierto, hablando de descanso , se me ha ocurrido otra pregunta. ¿Qué hizo Dios al octavo día tras construir el mundo?. ¿Se apuntó al paro?

viernes, 25 de febrero de 2011

los peces

Hace algunas semanas me encontraba impartiendo clase de dibujo, por cierto, no sé porque pero la palabra impartir tiene como un tufillo a reaccionario. Bueno como decía, estaba dando clases a un grupo de 2º de eso, quizás el mejor grupo que tengo este año, por lo menos en segundo.

A veces incluso, siendo el grupo bueno como este, cuesta la misma vida que permanezcan callados escuchando las explicaciones. Uno tiene que emplear mil y una argucias para conseguir llamar su atención. Desde subir el tono de voz hasta bajarlo, desde montarte en lo alto de una silla hasta ponerte de rodilla. En fin, si yo os contara, seguro que os hartabais de reír o sentiríais una gran compasión hacia esta profesión tan vapuleada, como es la de profesor.

En ese día yo intentaba que los alumnos dibujaran en su cuaderno un esbozo que yo poco a poco iba imaginando sobre la pizarra. Para esa clase se me ocurrió proyectar un dibujo basado en peces. Peces de decenas de formas y actitudes. Peces de rayas y peces de colores. Mi intención es que todo el cuadro terminara coloreado con colores fríos. Ya saben ustedes: Azules, verdes y algunos violetas.

Viendo que la mayoría de esa clase no atendía a mis explicaciones, a mi no se me ocurrió otra idea que recordar chistes de peces, a ver si de esta manera captaba su atención. El primero es un chiste clásico sobre estos temas. Consiste en preguntar: ¿Si hubiera un desfile de peces cual ocuparía el último lugar?. ¡Que no lo saben!. ¡Piense, piense!. Pues el delfín.

Así continué con algún chiste más sobre el mismo tema. A algún que otro alumno u alumna le había llamado la atención. ¡Algo es algo! Pero como todo en la vida se acaba, a mí se me terminó el repertorio de chistes sobre peces. La verdad he de reconocer que no hay mucho. Rematé la faena con el clásico chiste siguiente.

Resulta que se encuentran dos amigos por la calle. Y uno le comenta al otro que la pasada semana había acudido a un concurso de televisión y había ganado un viaje a Túnez. Al amigo no se le ocurre otra cosa que hacerle esta sorprendente pregunta: ¿Y tú que vas hacer con tantos peces?. A todo esto mientras contaba el chiste yo dibujaba sobre la pizarra. ¡  Cualquier día vamos a tener que hacer juegos malabares!.

Bueno pues a pesar de todos los entrañables chascarrillos aún no lograba captar la atención de toda el aula. Pues nada a buscar un nuevo recurso. Y entonces uno se pregunta. ¿Y a los alumnos que les interesan?. Yo creo que a los chicos el futbol, las motos, a las chicas OT, el gran hermano. ¿Y a todos juntos? Pues si digo lo pienso, lo que realmente le interesa a muchos son las botellonas. O sea que tenía que inventarme un chiste que tratara de peces y botellonas. No crea que era fácil el reto, pero lo conseguí como un campeón. ¿Quieren oírlo? Pues aquí va:

¿A que no saben que beben los peces cuando van de botellona?. Pues está muy clarito. ¡Aquarius!.

¿Qué no es gracioso? .Pues yo me harte de reír con mi ocurrencia. Y creo que fue mi risa y no mi chiste lo único que hizo que los alumnos me prestaran atención. Ver un desamparo y solitario profe desesperado riéndose solitariamente llama mucho la atención, yo creo que a alguno le dió hasta miedo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

El obvio

Mi sobrina Raquel, ya con 16 años, se ha incorporado hace pocos días al instituto de enseñanza de mi pueblo donde tanto su madre como yo compartimos educación.
¡Qué de recuerdos!. ¡Que de añoranzas!
Allí empecé a conocer el derecho de palabra, la libre expresión. Me tocó vivirlo en plena transición democrática y comencé a saborear el regusto de la libertad.
Aunque los alumnos no éramos tan traviesos como los de ahora, tampoco éramos unos santos inmaculados. Eso sí, no recuerdo ataques verbales a los profesores, sino travesurillas de adolescentes.
Recuerdo a una compañera de clase que era del pueblo cercano de La Campana, que cuando se le había olvidado hacer los deberes de alguna asignatura, no se le ocurría mejor idea, que tomar como posesión la llave del aula, cerrar la clase  con  todos los compañeros dentro y tirar la llave por la ventana. ¡Y eso que estábamos en un segundo piso!.
Al rato llegaba la profesora y golpeaba la puerta para que la abriéramos y cual era la sorpresa de la pobre mujer, que al poco rato se tenía que marchar al jardín que había al pie de la clase, y dedicarse durante varios minutos a buscar la llave con una posesa entre los ramajos. Mientras los cabroncillos de los alumnos, veíamos a la paciente profe romperse la espalda por culpa de la campanera. ¡Ay campanera…!.
Claro que lo más sorprendente que vislumbré en aquellos años de adolescente  es lo que le ocurrió al profesor de latín. Este enseñante poseía un genio muy particular, de pronto era un tipo encantador que de pronto se transformaba en la más feroz fiera. Por su aspecto parecía un curita de aquella época, la de los curas progres, pero al fin curas. Como cada profesor que era peculiar poseía su mote. A este  le pusimos el “Obvio”. Solía utilizar esta expresión continuamente, y como a los alumnos de mi clase esa palabra nos sonaba a chino y nos llamaba enormemente la atención, pues al profe  lo bautizamos de aquella manera. Por cierto, no nos enteramos lo que era obvio hasta meses después.
Pues bien, en el día recordado, este profe se encontraba de guardia. A nuestra clase aún no había acudido el funcionario  que nos correspondía en esa hora, y como profesor de guardia acudió a nuestra aula para que mantuviéramos el  silencio, mientras llegaba el  que nos correspondía.
La primera vez que nos llamó la atención lo hizo muy educadamente, sin subir el tono de voz ni gesticular mucho. Tras este aviso se marchó. Al cabo de los diez minutos y continuando los alumnos en la misma situación, volvió a llamarnos la atención pero esta vez con un todo mas severo.
El “obvio” se volvió a marchar, esta vez amenazándonos con una advertencia mas rotunda . Pero como los alumnos nos escarmentamos tan fácilmente y eso de hablar por los codos creo que esta escrito para nosotros, el renombrado profe volvió a retornar a la clase, esta vez mas parecido una fiera que a un humano. Al pobre hombre no se le ocurrió mejor manera para asustarnos que golpear la puerta de la clase con uno de sus pies, mientras gritaba alocadamente. Tuvo tan mala suerte que al dar la patada en la puerta, esta era tan endeble, que la traspasó  con su zapato.
Háganse lectores a la idea, un pobre hombre totalmente salido de órbita, con un pie clavado en una puerta, y sin poder desprenderse de ella. El desafortunado gritaba, y gritaba mientras gesticulaba de una manera atroz. Fue tan ridículo el momento vivido por el pobre latino, que los alumnos en vez de reírnos casi nos pusimos a llorar. ¡Para que luego digan que los estudiantes no tenemos corazoncito!

martes, 25 de agosto de 2009

rapidímetro


Siempre me ha gustado la música. He tenido la suerte de poder contar desde muy pequeño con algún aparato que me reprodujera esta. En principio, fue un estupendo tocadisco, que me regaló mi padre cuando era pequeño. ¡El mejor regalo del mundo! El único inconveniente que tenía a veces, es que de vez en cuando te gastaba una mala pasada arreándote algún que otro calambrazo. Yo mi niñez siempre la recuerdo sembrada de calambrazos. El frigorífico, la lavadora, la televisión, todo aparato cuando menos te lo esperaba te lanzaban esta desagradable caricia.

Las niños de aquella época solo teníamos unos cuantos discos. Veinte o treinta como máximo. La mayoría eran singles, con su cara A y su cara B. Los LP no eran muy usuales, y hasta me parecían chocantes. Casi nunca las primeras canciones de estos se podían oír, la aguja del tocadiscos saltaba y saltaba y cuando te dabas cuenta ya iba por la tercera canción. Unos, los singles se escuchaban a 45 revoluciones por minutos, mientras los LP eran a cicuenta y cinco.

Los humanos tendemos a simplificar aquellas palabras o frases que nos parecen demasiado largas o complicadas. Por ejemplo, si ibas a la casa de tu tía y si alguien por el camino te preguntaba a donde ibas, no recurría a la susodicha frase, que era larga y cansina, sino que para no perder tiempo, exclamabas rápidamente: “ Voy ancá mi tía”. ¡Lo ven que fácil y práctico!

Yo tenía un amigo que también empleaba este sistema cuando se trataba de poner un disco. A él lo de revoluciones por minutos le resultaba excesivamente longevo. Para simplificar esto, se inventó la palabra rapidímetro, que bien vista , es lógica, porque explica su finalidad, además de ligera de pronunciar.

A partir de ahora en toda nuestra comunidad de amigos, los discos no iban a 45 o 55 revoluciones por minutos, sino a 45 o 55 rapidímetros. Práctico .No?

Estaba yo en estas reformas del lenguaje cuando un día en clase de ciencias naturales me sacaron a la pizarra a resolver el típico problemita en que debía aplicar los conceptos de las revoluciones por minuto.

Creo que fue uno de los mejores ejercicios, en público, que he realizado en mi vida. Cuando llegué a la finalizacion de este, el profesor, un sujeto de no muy buenas pulgas y poco dado a la sonrisa, me pregunto cuál era el resultado. Ni corto ni perezoso, mi respuesta fue: “El objeto va a 67 rapidímetro”.

-¿Cómo? Pregunto el profesor con cara de sorprendido.

-Pues está muy claro profe. 67 rapidímetro ,r.p.m.

-El profe ante tal ocurrencia y tal rotundidad en mi afirmación no pudo hacer otra cosa que sonreír. Fue la primera vez en mi vida que a este rudo profesor se le descubrió algo de humano.

Dibuja con perspectiva

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