bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

sábado, 29 de agosto de 2009

los concursos


Últimamente hay muchos concursos en la televisión. Concursos con preguntas absurda por lo fácil que son, ya solo falta preguntar de qué color era el caballo blanco de Santiago. Supongo que en esto residirá la ganancia, en que participen muchas personas, cuanto más participación más beneficios para la empresa.

A veces sin saber porque, y en esos ratos en que uno esta tan aburrido, se dedica uno a darle juego al mando a distancia. Sin darte cuenta terminas viendo una de esas extrañas emisoras que se empeñan todo el día en promocionar concursos y adivinos. De pronto vez como una extravagante presentadora delante de un decorado aún más inverosímil, hace las preguntas más fáciles que te puedas imaginar. Por ejemplo: ¿Cuál es la torre más alta de Sevilla? Con el agravante de la emisora cubre esa área local.

A todo esto el “público” comienza a responder mediante llamadas telefónica. Y si es absurda la pregunta, mas irrisorias son las respuestas. La “gente “dice, la torre de Pisa, la torre Eiffel o barbaridades por el estilo. Evidentemente los que llaman no son el público. Yo me imagino a veces, al camarero del bar de la esquina de la emisora, y que va repartir unos cafés, y le sugiera uno de la emisora que responda como si fuera un televidente, también lo harán la señora de la limpieza o con el primo lejano de presentador. Lo más sorprendente la cara, la cara dura, que ponen los presentadores.

Claro que para concurso absurdo es el que os voy a relatar a continuación. No por su pregunta sino por su premio. Esta anécdota le ocurrió a una tía de mi cuñada.

Sería a mediados de los años 60, cuando en la radio había numerosos concursos. En la radio sevillana existía el viejo reto de averiguar una canción que en ese momento se oía en la frecuencia. La tía de mi cuñada, que estaba haciendo un gazpachito mientras oía la radio, adivinó al momento el título de la canción del nombrado concurso. Inmediatamente marcó el número de la emisora, con tanta suerte que entró en antena. Efectivamente acertó la pregunta, pero la sorpresa vino después, cuando preguntó la señora cual era el premio a recibir.

El locutor con entusiasmo, le exclamo desde las ondas:

-“Ha ganado usted todas “Las Caseras” que pueda contener un camión”.

La señora con la respuesta se quedo francamente preocupada. ¿Qué podría hacer ella con trescientas o cuatrocientas gaseosas?

Realmente el problema vino a la hora de recibir el premio, porque antiguamente los envases de esta gaseosa no eran desechables. Cuando uno iba a comprar una Casera anteriormente debía entregar en la tienda correspondiente la botella vacía de otra anterior Casera, o sea el casco , como se decía. O sea que la señora había ganado el líquido de las botellas pero no su envase.

Si difícil era no saber qué hacer con 300 botellas, mas difícil era solo quedarse con el líquido. Ya que esta al ser una bebida con gas tampoco se podría guardar mucho tiempo sin consumirlo.

Pues la buena señora al ver que no podría conservar intacto su preciado premio, no se le ocurrió mejor idea que compartir este con todo su barrio.

A partid de ahora, nos podemos imaginar esta graciosa escena. Un camión repleto de botellas de gaseosas en una plaza de cualquier barrio de Sevilla, mientras alrededor se distribuyen formando colas numerosas personas acompañadas con mil y un cacharros de cocina para depositar allí el regalado líquido. Todo el barrio fue, con cacerolas, ollas, cazos, sartenes y cien objetos más para que le vaciaran los litros de esta gaseosa. Supongo que en estos días el barrio estuvo repleto de una lluvia de divertidas burbujitas.

martes, 25 de agosto de 2009

rapidímetro


Siempre me ha gustado la música. He tenido la suerte de poder contar desde muy pequeño con algún aparato que me reprodujera esta. En principio, fue un estupendo tocadisco, que me regaló mi padre cuando era pequeño. ¡El mejor regalo del mundo! El único inconveniente que tenía a veces, es que de vez en cuando te gastaba una mala pasada arreándote algún que otro calambrazo. Yo mi niñez siempre la recuerdo sembrada de calambrazos. El frigorífico, la lavadora, la televisión, todo aparato cuando menos te lo esperaba te lanzaban esta desagradable caricia.

Las niños de aquella época solo teníamos unos cuantos discos. Veinte o treinta como máximo. La mayoría eran singles, con su cara A y su cara B. Los LP no eran muy usuales, y hasta me parecían chocantes. Casi nunca las primeras canciones de estos se podían oír, la aguja del tocadiscos saltaba y saltaba y cuando te dabas cuenta ya iba por la tercera canción. Unos, los singles se escuchaban a 45 revoluciones por minutos, mientras los LP eran a cicuenta y cinco.

Los humanos tendemos a simplificar aquellas palabras o frases que nos parecen demasiado largas o complicadas. Por ejemplo, si ibas a la casa de tu tía y si alguien por el camino te preguntaba a donde ibas, no recurría a la susodicha frase, que era larga y cansina, sino que para no perder tiempo, exclamabas rápidamente: “ Voy ancá mi tía”. ¡Lo ven que fácil y práctico!

Yo tenía un amigo que también empleaba este sistema cuando se trataba de poner un disco. A él lo de revoluciones por minutos le resultaba excesivamente longevo. Para simplificar esto, se inventó la palabra rapidímetro, que bien vista , es lógica, porque explica su finalidad, además de ligera de pronunciar.

A partir de ahora en toda nuestra comunidad de amigos, los discos no iban a 45 o 55 revoluciones por minutos, sino a 45 o 55 rapidímetros. Práctico .No?

Estaba yo en estas reformas del lenguaje cuando un día en clase de ciencias naturales me sacaron a la pizarra a resolver el típico problemita en que debía aplicar los conceptos de las revoluciones por minuto.

Creo que fue uno de los mejores ejercicios, en público, que he realizado en mi vida. Cuando llegué a la finalizacion de este, el profesor, un sujeto de no muy buenas pulgas y poco dado a la sonrisa, me pregunto cuál era el resultado. Ni corto ni perezoso, mi respuesta fue: “El objeto va a 67 rapidímetro”.

-¿Cómo? Pregunto el profesor con cara de sorprendido.

-Pues está muy claro profe. 67 rapidímetro ,r.p.m.

-El profe ante tal ocurrencia y tal rotundidad en mi afirmación no pudo hacer otra cosa que sonreír. Fue la primera vez en mi vida que a este rudo profesor se le descubrió algo de humano.

viernes, 21 de agosto de 2009

Lola ding-dong


Cuando alquilas un piso, no solo es importante que este se encuentre en buenas condiciones sino que además debes procurar tener suerte con los vecinos. En mi vida de estudiantes disfruté o padecí diferentes pisos de alquileres. Este en que sucede la actual anécdota lo compartía con tres compañeros de carrera. Dos chicas, Lola y Esther, y el ya nombrado y peculiar personaje del gorrón.

El inmueble estaba situado en una de mas personales calles sevillana, la famosa calle Feria. Era un piso cuanto menos curioso. Amplio, con los techos altos. Poseíamos hasta un piano, y en el techo del salón para que pudiera llegar mas luz a este habían practicado un hueco en el suelo del piso superior, cubriendo este con ladrillos de cristal transparente. No era extraño mientras estábamos comiendo ver deslizarse los pies de nuestras vecinas por el hueco del techo. Además de estas vecinas, que eran dos señoras mayores muy encantadoras, y que anidaban en nuestros techos, en el tercer piso habitaba una inefable familia.

Nuestra cocina y nuestro cuarto de aseo estaban situados al lado de un patio que comunicaba los tres pisos.

Como suele suceder en esta edad en nuestro piso de estudiante reinaba la alegría y las ganas de bromas de las gentes jóvenes.

Un día una de nuestras compañeras entró al servicio y como nuestro colega el gorrón tenía mucha prisa para irse a la facultad, no se le ocurrió otra mejor manera que llamarle la atención que con estas palabras : “Ding-dong, dingo-dong. Señorita Lola, señorita Lola salga usted pronto que la esperan en recepción”. Su voz imitaba a los empleados del Corte Inglés cuando hablan por la megafonía del centro. Y como el cuarto de baño estaba situado cerca del patio interior estos sonidos fueron oídos por toda la comunidad.

Fue dicho esto, y estremecerse el cielo con la tierra. Oírse decenas improperios por varias voces diferentes, todas conjuntadas imitando a una jauría de perros furiosos. Al rato, y por el mismo patio cayeron varios ejemplares de periódicos en llamas. Realmente todo lo ocurrido nos parecía enormemente extraño, tanto los airados gritos como los peculiares envíos. No si por lo extrañados que estábamos o porque éramos nuevo en el barrio no le dimos demasiada importancia a lo ocurrido.

Al día siguiente mi amiga Esther y yo fuimos los primeros en marcharnos hacia la facultad. Al poco de salir del edificio nos paró un grueso y áspero y fornido hombrecillo, cuya nariz colorada denunciaba su fuerte apego al cazalla, al lado de él una pequeña replica de este, el hijo del coloradillo.

Nos paró bruscamente y nos preguntó si éramos los vecinos del primero. Yo le contesté que efectivamente. Al momento se convirtió en una auténtica fiera. Mientras con una mano nos señalaba inquisidora mente con la otra se tocaba sus partes más ocultas, o sea los huevos, para que vamos a andar nos con eufemismos. Mientras nos inquiría con esta frase:

-“¿Con que Lola ding.dong? Lola ding-dong”

Toda la calle Feria postró su mirada sobre nosotros, y estas no eran especialmente agradables.

El hombre continuó con su cantinela durante un buen rato, mientras su hijo, a su lado, le animaba expresándose de esta manera.

-“Muy bien opaito, así se habla”.

Nosotros no comprendíamos porque el irritado señor se mostraba de esa manera, y como no veíamos que fuera el mejor momento de discutir, decidimos marcharnos de nuevo a nuestra vivienda.

Llegamos a ella bastante preocupados y confundidos. Inmediatamente le comentamos el desagradable suceso a nuestros otros dos compañeros. Decidimos entre todo ir lo más pronto posible hablar con los dueños de nuestro piso, para ver qué tipo de animales teníamos por vecinos.

Esa misma tarde concertamos una cita con nuestro casero. Les expusimos detalladamente nuestro suceso. Y esta fue la explicación que nos dio.

Nos explico que nuestros vecinos lo formaba una familia tremendamente peculiar. Por lo visto, la señora de la casa se llamaba Lola, como nuestra compañera. Y solían decirle a la parte femenina más íntima el ding-dong.

Hablando claramente. Ellos habían interpretado que la intención mi compañero de mi piso con su broma era la siguiente: “Vecina sal que te vamos a ver el coño”. ¡Valientes mentes más retorcidas ¡

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miércoles, 19 de agosto de 2009

el círculo acrobático


Cuando se habla de la profesión de profesor siempre hay dos cuestiones que se suelen tratar. Una, la de días de vacaciones que tenemos. Aquí la respuesta del profesor suele ser: “Picha, pues haber estudiado tú para esto”. La segunda cuestión es las anécdotas que nos suceden.

Pues bien, no hablaré de la primera cuestión, porque nos podríamos llevar horas discutiendo sobre el tema. Más bien haré un pequeño repasito sobre algunas anécdotas que me han ocurrido o he escuchado de otros compañeros y compañeras.

La primera anécdota la podríamos titular “el espíritu de la contradicción” . Esta me ocurrió a mí personalmente. En aquel periodo de tiempo yo estaba impartiendo clases en un instituto del Aljarafe sevillano. Ejercía como tutor de un “traviesillo “curso de cuarto de educación secundaria.

Una tarde se me presentó el padre de un alumno de este curso para preguntarme por el rendimiento académico de su hijo. El señor tenía como profesión la de guardia civil. Tanto su aspecto físico como su actitud se correspondían perfectamente con el arquetipo que de estos profesionales hemos tenido. Carácter fuerte, mirada recia y voz áspera y contundente.

Después de un largo rato de charla, comentamos el parecido entre su profesión y la mía. El señor comenzó comentando lo difícil que era nuestra profesión, lo mal que se portaban los alumnos, y en definitiva, que poca vergüenza tienen la mayoría. Proponía que en el caso de que un alumno se extralimitara ,la mejor solución para él, sería darle unos buenos guantazos. Que si él fuera profesor anda que no iba a pegar hostias.

A todo estos solo me quedó responderle con una sonrisa, tampoco era cuestión de llevarle la contraria, con el carácter que usaba. Para terminar su sugerente comentario, apostilló una última frase ocurrente y contradictoria. Dijo: “Si yo fuera profesor al primero que se pasara lo iba a rellenar de guantazos, eso sí, como a mi hijo le den uno, vengo al instituto y le pego al profesor una paliza que se va a acordar para toda la vida”. En fin las hostias eran solo para los demás. ¡Que mal distribuía este hombre!

Muchas de las anécdotas que ocurren en los centros se basan en la ignorancia cultural de los alumnos. Yo he oído comentar a una profesora de religión que mientras ella les proyectaba a los alumnos una diapositiva de la última cena de Jesucristo un alumno le hizo esta siguiente pregunta. “¡Profe!. ¿Quiénes son esos colegas que se están pegando un atracón?

También hay ignorancia geográfica, como preguntar por donde pasa el Guadalquivir, estando situado el rio a cien metros y viéndose incluso por la ventana de la clase. También se ha dado el caso de una alumna que se llamaba África y enterarse que este es también el un nombre de continente, después de catorce años llevando este título.

Hay alumnos que poseen tal ignorancia, que cuando les pregunta que de donde vienen las aceitunas, te dicen que de las latas.

Uno de los casos más gracioso me sucedió en un instituto de Chiclana. A un alumno le encargué un trabajo que tenía retrasado por haber estado enfermo. Como soy profesor de dibujo le había recomendado que me realizara un círculo cromático, una especie de paleta donde se mezclan los colores consiguiendo otros tonos nuevos. Pues cuando llegó el día de la entrega del ejercicio el alumno no me lo puedo presentar, argumentando una vaga excusa. En los siguientes días me negué a recogérselo por falta de puntualidad. Pues bien, me llevé dos semanas huyendo del alumno, porque este pretendía que aún se lo aceptara. Me lo encontraba por los pasillos, en la sala de los profesores, en la cafetería, y hasta en el recreo, y siempre me decía lo mismo, mientras en una mano portaba el ejercicio. :” Maestro, maestro. ¿Cuándo me vas a puntuar el círculo “acrobático?".

lunes, 17 de agosto de 2009

la serpiente de verano


Todos los años por esta fecha surgen en los periódicos la historia de la serpiente del verano. Alguien ha visto en un lugar no habitual una enorme bicha. Pues amigos, esa historia la viví yo en primera persona.

Era un domingo de agosto en Sevilla hace ya algunos años, cuando me decidí levantarme temprano. De las primeras cosas que hice fue asomarme al balcón para ver como se presentaba el día. Serían sobre las diez de la mañana cuando de pronto me fijé en lo que creía que era un enorme palo que se encontraba en mitad de la calle. Algo me llamaría la atención cuando seguí mirando aquel extraño objeto. De pronto el que creía que era un luengo palo, de al menos dos metros de largo, se puso en movimiento.

¿Cual sería mi sorpresa al comprobar que era una serpiente enorme?Al poco rato pasó una señora con un pequeño perro, mientras la serpiente se acercaba a este, la señora trataba de contener al perro con su correa para que no se lanzara sobre el enorme animal. ¡Que escena más dantesca!

En aquel instante no sabía si salir a la calle a espantarla, coge la cámara de fotos o llamar a mi hermano para que se despertara y me confirmaba lo que mis ojos ya despiertos veían.

Me decidí por esto último. Mientras mi hermano y yo mirábamos por el balcón, la serpiente comenzó a acercarse a nuestra urbanización, tanto que sorprendentemente comenzó a escalar el muro que separa esta de la calle.

El animal se colocó justamente en lo alto del arco que da entrada a la edificación. En aquel momento una muchacha decidía traspasar este. Desde el balcón le gritamos una y otra vez que mirara hacía arriba para que viera la serpiente, cuando por fin lo hizo, los enormes gritos de la chica se oyeron en toda la calle, mientras huía despavorida en dirección contraría al bicho.

Era tanto el poder hipnótico de la escena que hasta ese momento tanto mi hermano y yo solo habíamos decidido a mirar. Tras salir de nuestro desconcierto comenzamos a comentar que podríamos hacer. Al final nos decidimos llamar a la policía para que solucionara el tema. Llamamos a comisaría y les informamos del suceso, nos comentaron que dentro de poco enviarían algún agente.

A todo esto bajamos al patio con la cámara en ristre a buscar la serpiente. Ni rastro de ella, ni de la policía. Mientras tanto nos preocupaba que un animal tan extraño pudiera hacer daño a alguien, y más cuando hacía aproximadamente un mes un circo había estado instalado en las proximidades de nuestra vivienda. Pensábamos que el animal se podría haber escapado de este, y podría ser venenosa.

Como la policía no venía, decidimos ir a la cercana estación de Santa Justa a buscar a uno de sus miembros. Cuando lo encontramos, le comentamos el caso y por lo visto ya sabía algo de esta noticia, pero por lo visto, en comisaría se lo habían tomado a broma.

Al comprobar el agente que la noticia era cierta, decidió llamar a comisaría y al poco tiempo estos enviaron tres coches de policía a mi residencia.

Diez, doce, trece policías buscando la serpiente, yo con la cámara l cuello y estos mirándome con desconfianza. Cuando ya estaban a punto de abandonar el registro, y con mas intenciones de echarnos las culpas de la noticia que de proseguir. Una señora que se encontraba en una ventana cercana les indicó a estos que la noticia era cierta y que ella había visto a la serpiente irse hacía un local cercano a la urbanización.

A la policía eso no le hizo tanta gracia, sobre todo a los que tuvieron que entrar en el descampado. Sus caras de chirigotas se transformaron en caras de preocupación. Pero para suerte de estos no volvió aparecer el animal.

Durante un año no se supo nada del animalito, hasta que un día del siguiente verano, leyendo la prensa, descubro que nuestra curiosa vecina había vuelto a aparecer por los alrededores. Como siempre nos visitaba en el verano. Así que a partir de ahora lo de la serpiente de verano me lo tomo en serio.

viernes, 14 de agosto de 2009

el torito Jesulín


Hace unos años siendo profesor en uno de los institutos del Aljarafe sevillano oí contar una de las anécdotas más curiosas y divertidas que recuerdo.
Normalmente los profesores en los periodos del recreo o en alguna hora que en que no tenemos clases nos solemos reunir en pequeños grupos en la sala de profesores. Es normal que cada uno comente las incidencias que ha vivido durante el día en las aulas. Algunas suelen ser bastantes divertidas, otras rayan lo trágico.
Pues bien, un día en que me encontraba reunido con mis compañeros de instituto oí comentar a una profesora de lengua el siguiente relato.
Como cada día esta profesora solía leer algún trozo de narrativa castellana y como evidentemente en cada narración aparecían determinados vocablos desconocidos por el alumnado, al finalizar la clase, la profesora encargaba a los alumnos que anotaran aquellas palabras que no comprendían, para que mas tarde, ya en sus casas, los alumnos encontraran su significado en el diccionario.
Normalmente era un grupo de 6 o 7 palabras las que los alumnos solían buscar. Al día siguiente la profesora le preguntaba a algún alumno si las habían encontrado y cual era su significado.
Desde el primer día a la profesora le llamó la atención la respuesta de un alumno. Cuando la profesora le preguntaba a este alumno si había encontrado el sentido del grupo de palabras a buscar, este contestaba que algunas sí y otras no.
A la profesora después de varios intentos le extrañó como este alumno, por cierto bastante aplicado, podría encontrar unas palabras sí y otras no.
Al día siguiente se decidió a averiguar las causas de este desconcierto.
Llego ese día al aula del curso de eso y nada más comenzar la clase preguntó al alumno.
-¡Vicente!, pongámosle como ejemplo este nombre por lo del renombrado y repelente niño, ¿Has encontrado el significado del grupo de palabras que ayer dicte?
-Señorita, de entusiasmo, maquiavélico y social sí, pero de heroico, iluminado y excéntrico, no.
-Vicente. ¿Seguro que las has buscado bien?
-Por supuesto señorita, pero en mi diccionario no vienen.
La profesora se encontraba bastante extrañada por lo que persiguió en sus preguntas.
-Pero Vicente, si son palabras fácil de encontrar en un diccionario. ¿Es que acaso no tienes uno?
-Por supuesto señorita, en mi casa y junto al televisor tenemos el Espasa.
El asombro de la profesora fue aumentado por minutos, por lo que continuó indagando.
-Pues si tienes una enciclopedia tan enorme y de calidad .Cómo es posible que no encontraras todas las palabras?
-Pero seño es que no tenemos la enciclopedia completa.
-O sea que te falta algún tomo.
-No señorita los tenemos todos, muy limpios y muy bien ordenados, pero es que no están enteros.
-¿Cómo? ¿Qué les faltan página?
-No señorita es que la parte de arriba de los libros no las tenemos.
-¿Pero eso no es posible?
- Si seño, se lo juro. Es que mi padre, un día que no tuvo que ir al trabajo, se encontró por el pasillo del bloque a un vecino que era representante de libros. Y como este vecino es capaz de convencer a cualquiera de que todo lo que vende es buenísimo, pues convenció a mi padre para que comprara la enciclopedia. A mi madre a la semana siguiente casi le dio un jamacuco cuando unos señores vestidos con monos azules depositaron en mi casa 6 cajas enormes y llenas de libros.
- Pero Vicente es que a tu madre no le gusta leer.
- Leer si le gusta leer, porque el Pronto y el Hola bien que se los lee. Pero a ella le gusta tener la casa muy ordenada y limpia y cuando vio tanto libros no sabía donde colocarlos.
- ¿Y entonces que hicisteis?
- Pues la solución la doy la abuela. Porque mi abuela vive con nosotros desde hace tres años, desde que se murió el abuelo. Y cuando vino a vivir a nuestra casa se trajo algunos muebles, entre ellos una vieja estantería de madera. En ella la abuela tenía colocada su vajilla de cuando se casó, su virgen del Pilar y un torito de cartón grande y negro que me prestaba los domingos para jugar con mi hermano al Jesulín.
- La abuela dijo que no quería ver mas la vajilla de casada, porque le daba mucha pena al recordar al abuelo, y que el muerto al hoyo y el vivo al bollo. También dijo que ella se había vuelto atea y que los niños, mi hermano y yo, éramos ya muy grandes para jugar al Jesulín, así que si mi madre quería podía utilizar la estantería para colocar los libros de papa.
- ¿Y tu madre que dijo?
- Decir lo que se dice decir no dijo nada. Comenzó como una loca a quitar vasos y copas de la estantería hasta que solo que quedó el torito Jesulín. Entonces dijo. ¡Hijos, estos libros hay que tenerlos colocados para cuando llegue papa! Así que a ponerlos en la estantería por orden.
- ¿Y cupieron todos?
- -Caber si cupieron todos, pero no enteros, pues la estantería de la abuela era menos alta que la altura de los libros.
- -¿Y entonces? ¿Que hicisteis?
- Pues nada seño, mi madre dijo que no había dinero para otra estantería y que ella desde luego no iba a dejar los libros en el pasillo para que se cayera cuando traía la sopa. Y como según ella a los libros solo le sobraba 5 cm que eso eran minucias y que tenía solución.
- Envió a mi hermano Pedrito a casa del vecino del 2º, que era un señor muy manita y tenía echa hasta una Giralda de palillos de la ropa. Le dijo a mi hermano que le pidiera al señor Juan un serrucho y que ya se lo devolvía. Ah y que no le diera la señora Lourdes, a mi hermano, ninguna de las rosquillas que hace, pues ya mi hermano había estado con diarrea la semana anterior por culpa de los dulces de la Lurdes.
- Al rato llegó mi hermano con el serrucho, y después de medir uno a uno todos los libros, les cortamos a estos los 5 centímetros de arriba. Y ya seño cupieron todos, y quedo muy bonito, aunque hay palabras que encuentros y otras no. Ah por cierto, tuvimos mucha suerte, porque en la estantería quedo un huequecito para el toro Jesulín, y ahora lo tenemos entre el tomo 88 y el 89, de torero a toro.
Por supuesto sobra cualquier comentario sobre la expresión que pudo poner la profesora. Ya solamente puedo comentar que una vez más, y dado el carácter de estos tiempos, la estética volvió a vencer a la ciencia, pero no al toro Jesulín.

miércoles, 12 de agosto de 2009

viaje en globo







Una experiencia nueva. Por los aire y en Turquía. Sobre un globo vislumbré las chimeneas de las hadas en Capadocia.
Interesantes ¿No?.

martes, 4 de agosto de 2009

viaje a Turquía


Viaje a Turquía
Son las cinco y media de la mañana. Normalmente me levanto muy temprano, pero no tanto. Hoy no puedo conciliar el sueño , estoy algo nervioso porque dentro de un par de horas estaré de camino a Turquía. Un poco lejos, la verdad.
Hoy, en concreto, llegare a la Capadocia, una región misteriosa con numerosas ciudades subterráneas. He visto algunas fotos de aquel lugar, pero no he indagado demasiado porque me gusta más la sorpresa. Abrir los ojos y descubrir un panorama totalmente desconocido.
Serán ocho días de contraste. Otro país y hasta otro continente. Nunca he ido tan lejos. Acabo de revisar las maletas y supongo que llevo todo lo necesario.
Lo bueno de viajar es que descubres otro modo de vida, otras costumbres, otras creencias. Y lo que tú piensas que es absoluto, te das cuenta que no para toda la humanidad existen las mismas verdades. El viajar te hace más tolerante y comprensivo, y que donde tu vives no es el ombligo del mundo, que todos los humanos, y gracias sobre todo a su variedad formamos un hermoso planeta, hermoso sobre todo porque es diverso y la diversidad te enriquece.
¡Hasta la vuelta!

lunes, 3 de agosto de 2009

En la calle el río


Yo nací cuando la riada del Tamarguillo. Suceso que todos los sevillanos mayores recordaran sin duda. Sevilla en aquellos días del año 1961 se vio inundada por el desbordamiento del arroyo Tamarguillo, varias personas murieron en aquel primer incidente. Para aliviar a las familias se organizó un festival benéfico, con tan mala suerte que una avioneta que volaba sobre público se desplomó sobre este , matando a unas cuantas personas más.
No acabaron en este momento las desgracias, sino que al día siguiente cuando se celebraban los funerales por las victimas del último suceso, fueron tantas personas al cementerio sevillano , que la verja de hierro forjado de la puerta del camposanto, se derrumbó, provocando el aplastamiento de algunos individuos más.
Como comprenderán yo no tengo la culpa de estos incidentes, solo que coincidió mi venida al mundo con estos infaustos momentos. Aunque yo también arme de las mías.
Antiguamente la mayoría de los niños nacíamos en nuestras casas, yo no iba a ser menor. Cuando las madres estaban a punto de parir se llamaba a la comadrona y esta se presentaba de inmediato en la respectiva vivienda. Pues bien, recién parido, fui colocado en lo alto de una mesa camilla, con tan mala suerte que la ropa de camilla se incendió con el bracero de picón que se encontraba debajo. Tuvimos que salir todos hacia la calle para que el incendio no nos asfixiara. Como ven mis comienzos fueron prometedores.
Como he dicho anteriormente yo tuve la suerte de nacer en mi casa. En mi casa de la calle “el rio” que es como se llamaba popularmente. Mientras nacía las aguas del Gualquivir casi bañaban mi portal llamándose la calle de esa manera no es de extrañar. Lora , en aquellos días , también se inundó .
Más tarde me enteré que el nombre de mi calle era Lope de Vega, por cierto muy buen escritor, pero un pelotilla y una persona un poco chunga y pendenciera.
Yo desde aquí le quisiera pedir a mi ayuntamiento que el nombre de mi calle vuelva a ser el de siempre. “Calle el río”. Que nombre más llano y más bonito, más simple y más bello. Y ya que no tenemos puesto el rótulo de la calle en ningún lugar, que provechen esa coyuntura y le demos un homenaje a ese que durante tanto tiempo nos ha repartido su compañía , el río, el río grande, nuestro Guadalquivir.

domingo, 2 de agosto de 2009

Hasta la muerte tiene su gracia


Hace algunos años en un pueblo cercano al mío se murió una señora ya mayor. La cual había sido soltera, y por lo tanto no tenía familia muy cercana, solamente una sobrina que vivía en Burgos.
Cuando la señora falleció dejó perfectamente detallado como tenía que ser su entierro. Las coronas de flores que debía de llevar, el tipo de ataúd que prefería y hasta lo que debería decir el párroco en su funeral.
Como la señora era muy detallista y llevaba años preparando este momento, también dejó escrito en su testamento como tendría que ir vestida dentro de su ataúd. En el citado texto añadía esta cláusula:”Colocarme como mortaja el vestido que se encuentra en el altillo del armario de mi habitación".
Como la sobrina vivía lejos y aún tardaría unas horas en llegar al pueblo para el funeral, decidió llamar a una vecina para que cumpliera la voluntad de la difunta. Le insistió que buscara el traje que había señalado la muerta y que se lo colocara como mortaja.
La pobre mujer fue a la casa de la difunta, rebuscó en el armario y después de encontrar el traje señalado se dispuso a colocárselo a la muerta. A ella le extrañaba el tipo de vestido que había escogido la difunta, pero como la muerta siempre había sido algo especial, pues tampoco se preocupó demasiado.
Al cabo de un par de hora la sobrina de la difunta se presentó en casa de su tía. Antes llamó a la vecina para que la dirigiera a donde había colocado el cadáver. Mientras se ivan al lugar tuvieron el siguiente diálogo.
_ ¿Has encargado las coronas que te pedí?- dijo la sobrina
-Por supuesto, y también he hablado con el párroco- Se explico la vecina
-¿Y has vestido a la muerta como ella dispuso?- Le interrogó de nuevo la parienta de la finada
-Claro, aunque me parece un poco rarito los deseos de tu tía. ¡Pero hija tú ya sabes lo especial que era pa to! – Sugirió la vecina
-¿Raro? ¿Raro porque?- dijo la sobrina
-¡Pues ya lo verás hija mía!- exclamó la vecina.
De pronto abrieron la puerta del salón donde se encontraba el ataúd con la difunta. Y cual sería la sorpresa de la sobrina al ver a su tía ataviada de flamenca, con sus sarcillos y su peineta como complemento.
-¡Pero Dios míos! ¡Esto que es!- Exclamo con sorpresa la sobrina.
-¡Pues lo que tu me dijiste mi arma! Es lo que había en el ropero.- enunció la vecina
Como la vestimenta de la difunta no les convencía, volvieron a buscar por el ropero. Y allí encontraron una enorme bolsa con un cartel añadido. En letras grandes se podía leer : “Mortaja”. Dentro había un hábito de monjas de las madres mercedarias.
Por culpa de las prisas, la vecina no había tenido mejor idea que coger la primera bolsa que vio en el armario. Y en vez de vestir a la difunta de monja la vistió de flamenca.
A la vecina , ya acharada por la confusión, solo se le ocurrió exclamar la siguiente frase:
-¡Por lo menos una vez en la vida va con gracia!.



sábado, 1 de agosto de 2009

réquiem por una mujer


Mira que nunca me habían gustado. Pero con los derrotados siempre me sucede lo mismo, me dan una enorme lástima. Y eso que no eran nada estéticas. Solían ser como un símbolo de distinción. Un símbolo que me ayudaba a distinguir quien tenía buen o mal gusto.
Por cientos de casa se encontraban repartidas, y siempre era un recurso fácil para un niño aburrido. Daba igual que traje que llevaran, siempre resultaban enormemente soez y horteras. Algunas las había comprado la dueña de la casa, pero otras te la traía una prima que había ido a Torremolinos de turismo. Otras te habían tocado en la tómbola después de tentar decenas de veces a la suerte.
Todas eran morenas, de estrecho talle y caras de estreñidas. Fieles acompañantes, nunca te abandonaban, ni siquiera en los momentos menos alegres. Compañeras infalibles del torito.
¿A que lugares inaccesibles marcharás después de que la pantalla plana te robara tu sitio?

cuidado con las tortugas


Hace algunos años cuando en las casas no había aire acondicionado, el calor se combatía de mil maneras distintas. Desde abrir todas las ventanas de la vivienda cuando llegaba la noche, hasta el típico abanico.
Lo más insufrible del calor en Andalucía no son los días, sino esas noches espesas y soporíferas que te impiden conciliar el sueño. En mi familia teníamos como remedio nocturno, cuando llegaba la noche, el coger todos los colchones y extenderlos sobre el suelo de la azotea.
Ciento de veces hemos dormido así, un colchón al lado del otro mientras el cielo estrellado cubría nuestras cabezas.
Era realmente divertido pues hasta que llegaba el sueño contábamos miles de historias. Historias de miedo, divertidas. Hasta nos permitíamos jugar a adivinar donde estaba la osa mayor.
En estos días de calor, mi padre se encontró una tortuga en las tierras que el cultivaba, y como a mi madre siempre le han gustado los animales se la trajo a casa. La tortuga, supongo yo que eso era, porque nunca he entendido muchos de animales, y bien podría haber sido una galápago, la tortuga era enorme, del tamaño de la palma de la mano de un hombre ya maduro. Su caparazón aparecía dañado en un lateral y como principal característica se le dotaba la pérdida de un ojo.
La tortuga la depositamos en la azotea, para que así tuviera espacio suficiente para que pudiera desplazarse a sus anchas.
Un día cuando me encontraba tumbado sobre mi colchón y solo en la azotea de mi casa ,combatiendo el calor nocturno, a eso ya de las doce de la noche. Vi a la tortuga como me miraba fijamente a unos cinco metros de mí. De pronto salió corriendo hacia mi dirección. Llego a la altura de mi pie derecho, abrió una enorme y asquerosa boca y me dio un bocado.
No fue tanto el dolor que me provocó este animal lo que me llamó a atención, sino la rapidez de la tortuga y sobretodo como aquel animal tan pequeño podía tener tan descomunal bocal. Y como esta era repulsivamente asquerosa.
Al día siguiente se lo conté a toda mi familia, pero nadie me creía. La risa fue el mayor indicio de su incredulidad,
Al cabo de unos días nos cansamos de la repugnante tortuga y se la dimos a un amigo que vivía en el campo.
Pasado el tiempo le preguntamos nuestro amigo por el animal. Nos contó un caso parecido al mío. Un día en que se encontraba tranquilamente sentado, de pronto la tortuga marcó una velocidad de vértigo y se dirigió a su mano y le mordió. En un ataque de rabia, el buen señor cogió la tortuga y la lanzo lo más lejos posible, perdiéndose de nuevo esta por el cercano campo.
Eso si, al igual que yo, volvió a recalcar lo enorme que tenía la boca el animal, lo repulsiva que era esta y sobre todo la mala leche que se gastaba el bichito.

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