bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

jueves, 31 de diciembre de 2009

nochevieja


A mí las navidades nunca que han gustado, si había algo que la salvara, esa era la Nochevieja. Con su precipitación ante el reloj, la carcajada que te llevabas al ver a otro atragantarse con las uvas, o el popurrí de canciones rancias que se bailaba en todas las fiesta.
Recuerdo ahora una Nochevieja muy especial, cuando todo nos sorprendía y nos ilusionaba. Andaba yo por los 15 años y días antes el grupo de la pandilla de amigos nos afanábamos en encontrar un lugar para celebrar nuestra fiesta de fin de año. La cosa andaba difícil.
El familiar de un amigo nos ofreció una vieja casa abandonada. Estaba situada en un inmenso corralón. Como característica principal delante de la casa y en corralón había el resto de una cancela que suele rodear a una tumba. Pues no tuvimos mejor idea que crear una tumba y rodearla de la nombrada cancela. Ya de por si la fiesta sería original. Pero cual sería nuestra sorpresa al comprobar que la casa prestada no tenía ni luz, ni agua.
¿Cómo podríamos hacer unas fiestas sin estos necesarios elementos? La verdad es que el agua nos importaba poco, ya se sabe que en estos días lo que menos que se echa de menos es el insípido elemento. Para sustituirla ya habíamos conseguido un buen lote de bebidas embriagadoras.
Pero. ¿Y la luz? ¿Cómo nos iluminaríamos?.. La solución fue arcaica pero positiva. Toda la fiesta estaría iluminada por velas. ¿Y la música como la conseguiríamos? Afortunamente uno de nuestros amigos contaba con un tocadiscos que funcionaba a pilas. Aunque me pase más tiempo recorriéndome todas las tiendas del pueblo buscando velas o pilas, fue la Nochevieja más entrañable que puedo recordar.

jueves, 24 de diciembre de 2009

el día de los hipocritillas


En días como hoy, parece que todo el mundo se quiere. Podríamos decir que es el día de los hipocritilla. Ya que hay días de todo, contra el tabaco, contra la violencia de género, etc. pues vamos a concelderle el gusto a este colectivo. De todas maneras yo me pregunto: ¿Está mal transmitir un mensaje de cariño aunque sea uno falso? Como decía alguien: “el fin justifica los medios”. ¿Y el medio no justifica el fin?
De todas maneras casi todos los días vamos con las uñas sacadas, a veces siendo desagradables y tremendamente susceptible. A todo esto me acuerdo de una anécdota que me ocurrió hace pocos días.
Yo tengo varias teorías más menos absurdas y más o menos originales. Una de ella es que los estanqueros y estanqueras suelen ser bastante esaboríos. Pues bien, hace pocos días, paseaba yo por la sevillana plaza de la Alfalfa, y de pronto me di cuenta de que se me había acabado el tabaco. En esta misma plaza hay un estanco. Muchas veces rehusaba comprar allí el perseguido producto, porque siempre que había ido el tío que lo vende nunca me había dado ni los buenos días. Yo llegaba con mi entrañable “buenos días” y el tío ni mu. Me despedía con unos cortes “hasta pronto”. Y el tío igualmente seguía sin contestarme.
La verdad es que le había cogido manía. Hasta que el otro día me di cuenta de que el hombre era mudo. ¡Vaya, me parece que llevamos demasiadas veces la escopeta cargada y el escudo puesto ¡. Así que feliz navidad, y no seamos tan susceptible.

sábado, 19 de diciembre de 2009

las extrañas letras de los villancicos


Si hay algo surrealista en este país nuestro, eso son los villancicos. Porque vamos a ver, si la virgen se peina con peines de plata fina y sus cabellos son de oro, ya es gana de estar incómoda en un establo cuando se pudo ir a un hotel de cinco estrella. Además yo no hago más que imaginar lo contenta que se ponía la peluquera de la virgen cuando esta iba a cortarse el pelo.
Y esos peces que no paran de beber. ¡Estarán embuchaos los pobres!
Pues anda que el de 25 de diciembre, fun , fun, fun. Vamos , a mí que me aclaren que quiere decir eso. Porque yo soy el niño y estoy en el portal y me llegan un montón de gente extraña a ver, y solo se les ocurre decirme fun, fun , fun. Yo es que cojo el pesebre y me lo pongo en lo alto de la cabeza para que no me acojonen de miedo.
Claro que para meterte miedo, el tío que se inventó el villancico “Carita Divina”. Pero vamos a ver como se te ocurre ir al portal a ver al niño y recordarle que le van a crucificar dentro de un rato. ¡Vaya malange y aguafiestas!
¿Y qué me dicen del chiquillo que se lleva todas las navidades con un tambor? Ropoponpón .
Mira lo mejor es ser un irresponsable y cantar en estos días todo lo que se te venga a la cabeza. Para eso están las fiestas, para que hagamos en esos días todo lo que no nos atrevemos hacer en los otros por vergüenza. De todas maneras , al menos es divertido . Y no como en los otros días normales que lo que hacemos es igualmente de surrealista y absurdo pero más aburrido y con menos alegría.

sábado, 12 de diciembre de 2009

el vocablo de los pueblos


Hay palabras que solo se usan en un ámbito muy reducido y cuando sales de él no son comprendidas por nadie. En mi pueblo hay una palabra que define a la mujer que es muy respondona, bastante susceptible y que contesta de mala manera, este vocablo es garza, también se puede emplear para el masculino, y la palabra es garzo.
Si estas dialogando con alguien y le llamas la atención por algún acto que haya hecho, y esta te responde: “Porque me da la gana”. Es posible que alguien de mi pueblo le conteste que es muy garza o muy garzo.
También hay otro vocablo exclusivamente loreño, como llamarles a las cerillas ,mistos. Por cierto, os habéis fijados que ya en los estancos no venden cerillas. Solo las puedes conseguir en la tienda de los chinos y si no lo creéis hacer la prueba.
En Lora del Río a las zapatillas deportivas se las denominas chavalines, y a las chamarretas o abrigos las denominan tabardos.
Así que si vas por mi pueblo calzado con unos chavalines y abrigado con un tabardo, y decide ir a un estanco a comprar mistos .Si te mandan a un chino, no le conteste de malas manera, que no es broma, porque además te podrán decir que eres muy garzo.

martes, 8 de diciembre de 2009

Tom Cruise trabaja frente a mi casa



Ayer decidí darme una vuelta por la estación de Santa Justa, que está enfrente a mi casa. Cuando me levanto por la mañana lo primero que veo es la silueta de esta peculiar estación. De pronto me encontré a un montón de guardias austriacos con acento andaluz. De repente Sevilla se convirtió en Salzburgo, y su estación la terminal de esta ciudad austriaca.
Extraños y abrigados pasajeros transcurrían por sus andenes. Y numerosos cámaras captaban el momento. Y entre estos pasajeros se mezclaba alguien conocido.
Era Tom, Tom con su hija y su señora. ¡Vaya con la crisis!. Que hasta Tom Cruise tiene que coger el cercanía.

sábado, 5 de diciembre de 2009

lo que no me gusta


Hay dos cosas en la vida que me irritan un montón. La primera hacer colas y la segunda las normas.
Yo cuando tengo que hacer cola para algo lo paso muy mal. Es algo que me produce dentera, prefiero cualquier cosa antes que llevarme en una cola un montón de tiempo. Si hay que andar 20 km no me importa, pero lo de estar de pie detrás de una señora que no conoces de nada ,minutos y minutos aguantando una insípida conversación sobre como hace el menudo, para mí me resulta insoportable. Es la tortura más grande a la que pueden someter.
Recuerdo que en la Expo 92 no visité ninguno de los pabellones más interesante. Pero para mí ya puede haber dentro el objeto más bonito del mundo, que si hay que hacer mucha cola, a mí que no me espere.
Otra cosa que no soporto son las normas. Me da una enorme pena cuando alguien propone una nueva. Es un nuevo fracaso del sentido común. ¡Y vayan tiempecitos que llevamos de normas! Se prohíbe esto, se prohíbe lo otro. Con burdas excusas como que nos tenemos que parecer a los europeo. Y yo me digo porque no seguimos cada uno con nuestra personalidad. A ver si ahora nos van quitar tomar una cruzcampo en un placita, porque en Copenhague eso no existe. ¡Pues peor para los de Copenhague! Ya podrían aprender los nórdicos algunas costumbres nuestras.
Hay gente que la palabra que mas practica es prohibir. Yo creo que casi siempre hay otra alternativa. Ante todo debe estar el diálogo. Prohibir lo sabe hacer todo el mundo, es lo más fácil. Te coges un papel, y dale que te dale a prohibir. ¿Pero convencer quien puede hacerlo?

domingo, 29 de noviembre de 2009

sin almendritas

Que mala época para adelgazar es esta que se nos viene encima. En casi todas las casas hay ya productos navideños. Que si los polvorones, que si las bolitas de coco, etc. Además aquellos que somos profesores nos vemos obligados a comprarles a los alumnos un lote de productos d que venden para conseguir dinero para las excursiones. Y claro luego no los va a tirar. Te los comes, despacio, pero te los comes.
Y así poco a poco vas engordando. Un día 200 gramos, otro 300. Y se te pone el cuerpo como una bolita de coco .
Hablando de productos navideños, me viene a la mente la tía de una amiga mía que era muy golosa y todo lo que caía en sus manos se lo zampaba. Un día de estos de Navidad, al llegar a su casa se encontró con un platito de almendras sobre la mesa del salón. Sin pensárselo mucho se las tragó en un momento. Cuando llego su hija le preguntó que si había más almendras como las que había comido, pues estaban muy jugosillas. Cuál sería su sorpresa al comprobar que las almendras que había consumido con tantas ansias procedían del turrón de la abuela.
Bueno más bien me explico. Como la abuela era una señora mayor, ya casi sin dientes, y a la cual le encantaba el turrón de Jijona, la buena mujer lo que hacía es chupar el turrón y dejar a un lado las almendritas. Desde entonces el turrón para nuestra protagonista le resultó duro de tragar.

sábado, 28 de noviembre de 2009

sábado, 21 de noviembre de 2009

el desayuno


Acabo de desayunar. Para mi es la mejor comida del día, la que tomo con mas ansia y la que más me satisface. Un buen cafelito con leche, un moyetito tostadito y un buen chorreón de aceite de oliva. ¡Que delicia!

En el pueblo de Posadas, villa de Córdoba, hay una cafetería que te ponen unos desayunos tal y como lo he descrito anteriormente, pero acompañado de trocitos muy menuillos de jamón serrano. Vaya impresión que te da, cuando extiende todo el jamoncito sobre la tostada y lo riegas con un chorreoncito de aceite de oliva. ¡Manjar para los dioses!

Que chocante es cuando sales de Andalucía, no encontrarte ese riquísimo tentempié. Si vas a Madrid, solo encuentras pan de molde por todos los lados, y si pides porras, hace varias horas que están hechas. En otros sitios es imposible encontrar una buena tostada para desayunar. Solo hay pasteles y croissant, que cosas más sosas para saborear por la mañana.

En mi pueblo era costumbre comprar por la mañana churros y acompañar el desayuno con estos. Aunque allí nunca los llamamos churros. Bueno ahora sí, por defecto de la globalización y su pobreza lingüística. En mi pueblo a los churros toda la vida lo han llamado jeringos. Incluso el que los vendía ,hace tiempo fue novillero, y su apodo era el del Jeringuero.

No conozco una comida que tenga más nombre que esta. Desde el globalmente aceptado churro, hasta el loreño jeringo, luego también en otras zonas de Andalucía se llaman tejeringos. El más técnico y soso de todo es el de masa frita. ¡Vamos que con solo nombrarlo se te quitan las ganas de comerlos! El más expresivo es el de calentitos.

Yo los churros, los calentitos, los jeringos más bueno los tomaba cuando era pequeño. Justamente al lado de mi escuela, una amable señora vendía unos redondos y sabrosos jeringos. Eran ruedas pequeñitas, atados por cordones de juncos. Recuerdo como mi abuela me los llevaba en el recreo, y desde entonces desayunar con jeringo me ha parecido algo muy entrañable.

viernes, 13 de noviembre de 2009

A pesar de todo seguimos siendo humanos


Ayer, ya por la tarde, cuando me encontraba en Sevilla, decidí salir a recorrerla. Estoy demasiado gordito y necesito hacer algo de ejercicio, además quería volver a los sitios donde alguna vez amé la vida.

En primer lugar me dirigí a una librería. Compré el libro “el Guión de McGee”, estoy haciendo un curso sobre guiones de cortos y no quiero quedar como el último de la clase. A continuación, me deje llevar por mis recuerdos. Visité mi querida plaza del Salvador, me sumí en las callejuelas de Santa Cruz. Y comprendí que aunque es un barrio que tenga vida, esta solo es digna para una postal.

A continuación entre en la catedral, tras contemplar la Giralda. Allícentenas de personas, “mentes pías y puras” entonaban una canción a un exagerado ente imaginado. Aunque me pareció una locura, no dejo de reconocer que era hermoso su canto..

Tras esto recorrí varios sitios donde el buen recuerdo me inundaba. Reconozco que alguna cervecita tomé, pero no diré cuantas, no vaya a ser que un alumno malange, me ponga de mote el litrona. Sevilla bullía, se reencontraba consigo mismo. Las calles inundadas de vida invitaban a tal placer, vivir

Al cabo de varias horas, y ya cansado decidí regresar a mi casa. Cuando al intentar cruzar un semáforo, y que este me lo permitiera políticamente correcto , escuche esta conversación.

El grupo lo formaban varios alumnos ya en la universidad y comentaban entre ellos como le iba el encuentro con esta

1º universitario. ¡Quillo!. Pues yo no he notado casi nada el cambio. En mi clase tenemos un compañero que es idéntico al Napia. ¿Te acuerdas de él?. Aquel que estaba en nuestra clase y tenía una nariz de metro y medio.

2º universitario-¡Ah si!. Pues en mi clase hay una tía que esta buena, buena. Suele llevar una faldita que le llega por aquí. Mientras ,este personaje señalaba un lugar más alto que su rodilla. A continuación exclamó: ¡Le decimos la guarri ¡

De pronto se puso el semáforo en verde, y a los pocos minutos ya estaba en mi casa. Desde allí me acordaba lo hermosa que había visto a Sevilla esta tarde, lo sublime que fue escuchar un canto en la catedral, lo recóndito que es el barrio de Santa Cruz, y lo guena que están sus pringaitas.

El sueño ya se apoderaba de mí, y decidí acostarme. Antes de dormir, antes de volver a soñar, a pesar de la majestuosa tarde , en mi solo quedaba una pregunta muy humana. ¿Cuánto de cortita sería la falda de la guarri?

sábado, 7 de noviembre de 2009

la sesión infantil


Cuando yo era pequeño era usual en mi pueblo, el domingo a las cuatro de la tarde proyectarse una sesión infantil de cine. Enormes eran las colas que se formaban alrededor del viejo cine Goya. Los niños se peleaban por ser los primeros en entrar.
Mientras, en los alrededores, se concentraban numerosos vendedores de golosinas. Me viene al recuerdo, sobre todo, la señora que vendía unas enormes manzanas recubiertas de caramelos, rojas, rojas como la de Blancanieves. Esta misma señora era la que en otros días de la semana vendía castañas asadas cerca del mercado de abasto. Siempre admiré como se sobreponía a todos los accidentes climatológicos. Ni la lluvia, ni el viendo impedía que la buena señora acudiera a su cita diaria.
Cuando abrían las puertas del cine, los niños se peleaban por entrar los primeros. Una inmensa algarabía de críos se entrecruzaban, gritaban y corrían en dirección a la pantalla cual toros en los San Fermín es. Y aunque parezca extraño todos pretendían ocupar la primera fila.
Normalmente la película era de vaquero o de romanos. Y cuando la escena se animaba por una elevada acción, era usual que los críos acompañaran con palmas y zapatazos el perseguir del 7º de caballería a los indios. Esta escena me lleva a recordar a otra parecida de una de mis mejores películas, Cinema Paradiso.
De vez en cuando, y gracia o desgracias a la tecnología, la película se desenfocaba o se paraba en algún encuadre. Y todos en coro, gritaban fuertemente a la vez: “Bizco”. Es así como llamaban al encargado de proyectar el film , por no tener precisamente una hermosa mirada. Y el bizco como gran profesional que era, arreglaba al momento el desaguisado y las palmas, los aplausos y los zapatazos volvían a inundar la sesión infantil del domingo. Cine de magia, tiempo de imaginación

sábado, 31 de octubre de 2009

Líbranos,Señor, del maestro


En mis primeros años de EGB, el sábado por la mañana teníamos que ir a clase. He de reconocer que no se hacía gran cosa. Se leía un trozo del evangelio e inspirado en esto deberíamos realizar un dibujo.

La religión y el temor a Dios impregnaba cada minuto de la escuela. El lunes el maestro se dedicaba a averiguar que alumno había ido a misa el fin de semana pasado. Y como un fiel interrogador de las SS, iba preguntado alumno por alumno si habían asistido. Si alguno de estos mentía siempre había otro que lo delataba. Como verán existía un perfecto sistema de vigilancia en torno a la vida de unos pequeños críos.

A todo esto, me acuerdo una anécdota que me contó hace poco mi tío Adriano. Relataba que cuando era pequeño una tía suya le daba unas monedas si asistía a misa el domingo. Para averiguar si este había acudido le preguntaba de qué color llevaba el traje el cura en esa jornada. Como mi tío era más amante de calle y del viento libre que del olor a incienso, mi pariente le daba a otros niños alguna de las monedas para que le describiera como iba caracterizado el sacerdote y el dedicaba podría dedicar aquel tiempo a sus correrías de niños.

Como verán existía un espléndido sistema de coacción. Además gracias a esto, por lo menos en el caso de mi tío, se aprendía desde muy pronto a calcular el valor del dinero y también de la libertad.

Yo reconozco que en aquel tiempo en la escuela pasaba miedo en las aulas. Miedo a la palmeta de madera con que nos atizaba el maestro si no nos sabíamos la tabla del 8, a los tirones de oreja de este .Miedo a no saber ponerte en la fila del recreo adecuadamente mientras cantabas el himno de España con el brazo en alto. Miedo a las historias de la vida de los santos que nos relataban. Pánico hacia un Dios revanchista y obsesivo con las debilidades de los humanos.

Tanto miedo tenía que un día de estos uno de los maestro nos repartió unos libros de lecturas que pertenecían al colegio. Esto debíamos leerlos en clase durante varios minutos y devolverlos de nuevo a la estantería. Pues bien, aquel día me encontraba leyendo uno de esos cuentos tan impregnado de religiosidad, cuando de pronto me sobrevino una tremenda vomitona. Sin tiempo para reaccionar, vi como todos los restos de mi comida del medio día se depositaban sobre las páginas del libro.

Afortunadamente no me vio ningún otro compañero. Tanto miedo tenía al maestro que fui incapaz de comunicarle el suceso al enseñante.

Ya me imaginaba el terrible castigo que me caería por haber cometido este acto involuntario. Así que ni corto ni perezoso cerré el libro con la carga de mis restos de comida incluida, y lo deposité en la estantería.

A los pocos días de aquel suceso volvimos a la lectura. El maestro repartió de nuevos los libros. Y a aquel compañero que le tocó el libro que días anteriores yo había usado, pensó que dentro de él lo que contenía eran restos de flores secas.

viernes, 23 de octubre de 2009

la tienda


Mi padre en su juventud fue portero de futbol. No un portero aficionado que juega los sábados por la mañana, sino un profesional. Llegó a jugar en segunda división con el Extremadura de Almendralejo. ¿Pero que hace un portero de futbol cuando se retira? ¿A qué se puede dedicar?

Supongo que eso pensaría mi padre en aquellos momentos. No se le ocurrió mejor idea que montar una granja de gallinas y dedicarse a vender los huevos de estas por las calles de mi pueblo. En una moto se recorría el pueblo una y otra vez anunciando sus productos. Y como no se le daba mal eso de vender, decidió poner una tienda de comestible.

Bueno de comestible es un decir, porque allí aparte de los comestibles, vendíamos también colonias, y hasta unas bufandas de lana que hacía mi madre con unas agujas enormes.

Lo que más me gustaba de tener una tienda era ir a Sevilla a los almacenes a comprar todas las golosinas que luego presentábamos en nuestra tienda. Decenas de cajas de chicles, de gominolas y de todas las delicias que un niño puede soñar extendidas por enormes anaqueles.

Recuerdo como en aquellos tiempos regresábamos de la capital con nuestro flamante Renault 4L, repleto de cosas sabrosas. La tienda no le había ido mal del todo, y había podido cambiar su simple moto por un cochecito apañado.

De chuchería vendíamos bastante, sobre todo teniendo en cuenta que la tienda se encontraba situada justamente enfrente de un colegio. Eran las dos de la tarde y el establecimiento se veía inundado de una alegre algarabía de chiquillos. Mientras que yo, me sentía orgullo de ser el hijo del tendero, porque disfrutaba de las mejores estampitas de futbolistas.

Además de las pipas, los kikos y demás chuches, también vendíamos helado.

Yo ya tendría unos siete años cuando me rogó mi madre que despachara mi primer helado. En ese momento era una señora mayor la que demandaba tan golosa comida. Con total decisión me dirigí al cajón donde se encontraba los cucuruchos. La señora pedía el mayor. De vainilla lo requería. Abrí el tanque de los helados e hinqué mi eficaz instrumento de extraer bolas del delicioso elemento. Perfecto, una bola perfecta de vainilla incrustada sobre el sabroso cucurucho de galleta.

Lo peor sucedió cuando del gracioso aparato de expedí r las bolas, sobraron varios trozo del helado elemento. No sabía que se hacía con aquel exquisito manjar. Tilarlo me parecía un desperdicio enorme. Y para que la graciosa cuchara redonda quedara en su mayor pulcritud de limpieza, no decidí otra cosa que pegarle un enorme lametón. ¡Y eso que la vainilla no me gustaba demasiado!

Ya se pueden imaginar la cara de asco que puso la infeliz cliente. Sería por timidez o por ansia, no rechazó el helado, pero se marchó avergonzada del establecimiento.

A mí solo me dio por pensar, que como un día se vendieran muchos helados menudo atracón de este me iba a pegar. Aunque eso sí: ¡Por favor, que los pidan de chocolate!

domingo, 18 de octubre de 2009

La casa de la tía Adriana


La casa de la tía Adriana lindaba con la mía. Ambas compartían un mismo y enorme portal, conformado por cuatro azuladas puertas. La llave de él se extendía al menos 15 cm de larga, y estaba herrada en pesado metal. Era imposible llevarla en un bolsillo.

Cuando la tía Adriana se marchó a vivir en otro lugar, mi familia se hizo cargo de la casa. Una vivienda con amplios salones, paredes gruesas y altas vigas de madera. A partir de entonces esa vivienda fue el lugar de juegos para los chiquillos de la familia.

Consuelo era una amiga de mi hermana a la que siempre invadía la curiosidad. Un día la invitamos a la casa de la tía Adriana a jugar con mi hermana y conmigo. Como era tan inquieta y curiosa lo primero que ideó fue registrar toda la casa, desde los más amplios armarios o los rincones más escondidos. Lo primero que se encontró fue una extensa tira de tela de color rosado, parecida a las que llevan las modelos en el concurso de misses. No se le ocurrió otra cosa que colgársela sobre sus hombros. Pero cuál sería su sorpresa al comprobar la inscripción de la cinta. En ella se podía leer en letras doradas:”Descanse en paz”.

Al leer aquello se dio cuenta, que la llamativa colgadura no formaba parte de ningún feliz experimento, sino que eran los restos de una corona de difunto que habían allí olvidado los antiguos inquilinos. Inmediatamente soltó su original aderezo mientras que repetidamente se santiguaba.

La casa de la tía Adriana era misteriosa, como si en ella habitaran oscuros seres fantasmales. Un día registrando entre sus armarios nos encontramos decenas de figuritas de santos, fabricados en escayolas. Todos ellos aparecían mutilados en algunas de sus partes. La imagen que se nos apareció antes nuestros infantiles ojos era aterradora. En el mismo momento en que descubríamos este misterioso rincón, la luz de la habitación se oscureció, creando más penumbra que claridad. Imagínense, estimado lector, a cinco chiquillos salir despavoridos hacía la puerta de la vivienda, mientras gritaban absurdas palabras. Desde entonces aquel lugar de la casa evitábamos visitarlo.

También nos imponía un viejo cuadro del Padre Damián que colgaba éntrelas paredes de su pasillo. Su mirada triste e inquisidora nos provocaba algo más que devoción .Cada vez que queríamos asustar a otro chavalito, llevábamos a este delante del evocador cuadro , mientras les susurrábamos al oído con voz temblorosa :“Que viene el padre Damián”. Y el infante ponía pie en polvorosa.

A pesar de todo, la casa de la tía Adriana nos dio muy bellos y buenos momentos. Sus salones lo transformamos en pista de baloncesto, salón de cine y hasta sala de mil y un juego. Montamos allí el belén y celebramos decenas de cumpleaños .Aunque de vez en cuando y sobre todo cuando te encontrabas solo, sentía como si alguien te vigilara, como si un extraño ser te acompañara en tus juegos. Y en ese momento, devorado por el pavor, no te quedaba otra cosa, que salir corriendo, cerrar la puerta con un buen portazo, dar una, dos y hasta tres vueltas a la cerradura y esperar unos días para olvidarte de la extraña presunción para retornar allí para seguir jugando.

sábado, 10 de octubre de 2009

Mojado bajo la lluvia


Han vuelto las lluvias y con esto los malos y los buenos recuerdos sobre este fenómeno atmosférico. Los buenos aquellos que me hacen aparecer en el patio del viejo colegio. En el recreo y después de haber llovido. Todos los alumnos equipados con sus puntiagudas limas dispuestos a herir a la tierra en su juego. Sobre el barro clavando esta con destreza.

También añoro esos enormes charcos que se formaban en los descampados. Los niños equipados con sus negras botas katiuskas avanzando cual Jesús sobre las aguas. Y rememoro el discurrir de mi pequeño barco de madera por el bravío riachuelo que se formaba en la pendiente de mi calle cuando llovía.

De los malos momentos quiero olvidar el enorme ímpetu que me provoco un desastroso día el salir de una clase de matemáticas. Mientras bajaba corriendo por la escalera del centro escolar y acompañado por el paragua, me vi sorprendido por la mirada inquisidora de director. Que no tuvo otra idea u otra intención que requisarme el paraguas y con este mismo golpearme continuamente la espalda, mientras yo trataba escaparme como podía.

La lluvia, a veces nos provoca tristeza, pero otras una tremenda sensación de libertad. Un día regresaba a mi casa disfrutando de los primeros goterones que derramaba el otoño. Me veía feliz. La calle en la nocturnidad aparecía despoblada. Un agradable aroma a tierra mojada inundaba el aire. Por tan agradables sensaciones necesitaba correr, salir corriendo mientras dejaba caer la lluvia sobre mi cara. Cantaba, reía, con mi rostro mojado y mirando hacia el cielo me sentía enormemente libre y feliz. En mi afán de saltar y al ir despistado choqué contra una imprevista señal de stop que se encontraba sobre el acerado. Y esa noche vi las estrellas aunque estaba nublado.

Dibuja con perspectiva

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