bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

sábado, 19 de noviembre de 2011

La primera derrota ( Como dejé de fumar 4ª parte)

Durante cuatro meses solo fumaba los fines de semana. A veces, con tal de no ser un gorrón, compraba un paquete de tabaco, fumaba 3 o 4 cigarro y cuando ya me dirigía hacia mi casa para el descanso nocturno, lo depositaba en la última papelera que me encontraba antes de llegar a mi hogar. En algunas ocasiones, como me daba pena tirar tantos cigarrillos depositaba este casi intacto paquete sobre algún lugar donde podría ser visto por otra persona más necesitada de nicotina.




Así transcurrió casi cuatro meses y yo pienso que la clave de que no fumara más consistía en no tener tabaco en mi casa. ¡Ay pero un día! Un día no tuve fuerza de dejar ese paquete en la última papelera. Pero un día me dije: Bueno, por tener el paquete de tabaco en casa no voy a fumar más. ¡Y ese día comenzó mi derrota!

Al tener tan cerca el vicio, como diría la psicóloga, caí una y otra vez. Cuando me levantaba, allí estaba para mis primeros humos. Tras el desayuno, los siguiente. Si tenía que conducir, me llevaba un par de ellos para el camino. Tras el almuerzo. Para la merienda y ya el colmo del derroche, para cuando escribí en el ordenador.

Y esos 4 o 5 cigarros semanales, se convirtieron poco a poco en 25, después en 45, tras esto en otro y otro número mayor. Aunque aún seguía engañándome en que había dejado de fumar por completo.

Aún me quedaban algunos reductos sin humo. Cuando visitaba a mis padres en su casa. Sentía que debía cumplir la promesa de que no volvería a fumar ante mis progenitores. Pero esta también se derrumbaría. El primer día, casi al amanecer, medio escondido en la azotea de mi casa, como un niño chico, volví a retomar el vicio en casa de mis progenitores. A partir de ese fomento, los cigarros se volvieron a multiplicar, que es la razón matemática que mejor dominan.

Sería mayo, cuando ya había concedido el pleno. Había retornado a la misma cantidad de cigarro que fumaba antes de la hipnosis. Y aquí, si reconocí, que había perdido esta batalla.

Tuve mis dudas, pensé rendirme para siempre de esta guerra. Pero recordé en los momentos en que casi estuve sin fumar, en lo bien que me sentí, en lo bien que olía mi casa. Fui calculador y pensé que aún me quedaba dos intentos más con la psicóloga. Los tenía pagado. ¿Por qué no volver a intentarlo? Era gratis y además durante esta primera batalla en algunos momentos parecía que el vencedor era yo. ¿Y si al final ganaba la guerra?

lunes, 14 de noviembre de 2011

Paseos edificantes

El pasado sábado realicé una visita turística al cementerio de Sevilla, cosa poco usual, pero recomendable por lo interesante que es el lugar. Estas visitas las convoca un grupo dedicado al turismo por Sevilla capital. Hace dos sábado hice la ruta de la Sevilla del teatro del siglo de oro.


Para realizar la visita guiada, en principio, debes contactar con esta dirección http://www.engranajesculturales.com/web/paseosculturales/

Así reserva la excursión. Por teléfono o mediante correo electrónico. Tras esto te convocan normalmente el sábado por la mañana en un lugar concreto de Sevilla, donde te espera un guía que es el te mostrará la ruta a seguir.

Este sábado fue un poco difícil distinguir cuales eran el grupo que iban a realizar la ruta turística y cuales los deudos de un entierro inmediato. Yo me planté sobre las doce menos cuartos en la puerta del campo santo, mire a un lado y a otro, observe cual de los grupos estaba más triste o más alegre. Pero en ello no encontré diferencia. Lo único que me dedujo cual era el grupo de turista, fue la cantidad de cámaras de fotos que llevaban colgadas esas personas. Por lo que pensé o que últimamente a los humanos nos importa tres pitos las defunciones de otro, o que sabemos disimular muy bien nuestro sentimiento.

En fin, que encontrado el grupo y con él, nuestro guía, nos decidimos a emprender la lúgubre marcha. Antes de nada, el guía nos entregó a algunos de nosotros unos misteriosos sobres negros, dentro de los cuales se encontraba unos de los personajes cuya tumba iríamos a visitar. A mí por cierto, me tocó, Paquirri.

La primera dirección que tomamos fue hacia el cementerio de los que no son católicos. Allí también se encuentran los niños no bautizados, los ateos, que aunque no crean en el cielo en algún lugar tendrán que reposar, y también estaban los excluidos de toda gloria, los malditos por excelencias: Los suicidas. Siempre tendré la duda de estos si son unos grandes valientes o unos terribles cobardes. De todas maneras los pobrecitos, que encima se suponen tuvieron una vida perra, encima también le joden la muerte. A que no adivinan quien? Pues eso. Amén


Al lado de este rebaño tan heterogéneo se encontraba el cementerio de los judíos. No pudimos entrar, pero se vislumbraba las pequeñas piedrecitas que suelen ponerlas sobre sus tumbas. ¿Ustedes saben que cuando se entierra a un judío, todos los que asisten a su funeral deben de echar sobre el ataúd un puñado de tierra con una pala? Y lo más curioso de eso, es que antes de pasarse la pala de uno a otro, esta la deben depositar clavada un rato sobre la tierra, si se pasan la pala de uno a otro inmediatamente por lo visto le dará mala suerte. Supongo que la mala suerte no será repartida también para el muerto, pues el pobre ya bastante tiene con ser ese día el protagonista.

Ahora que lo pienso. Por muy insignificante que sea alguien, siempre en su vida tiene un momento de atención, o más bien dos. El de nacer y el de enterrarte. ¡Menudo afán de protagonismo!

Bueno tras esto recorrimos otras partes del cementerio. Vimos panteones interesante, panteones lúgubre, casi derruidos. Panteones enormes y pomposos y otros olvidados. Por ver vimos hasta panteones casi discotequeros. Hasta en la muerte algunos se pretenden señalar.

Os podría contar mucho más, porque el cementerio de Sevilla tiene leyenda y largo abolengo, pero mejor visitarlo ustedes. Las cosas en vivo son mejores. ¡Je,je!. ¿Cogen la ironía?.

Por cierto, hacerlo como lo hace una amiga mía, lo visita cuando está más deprimida. ¿Para qué? ¿Para irse acostumbrando? No, hombre, no, Lo hace para recordarse lo corta que es la vida, y los sofocones a veces tan tonto que nos llevamos. Mi amiga dice que tras su vuelta del cementerio, ella sale de allí como nueva. Pensando que solo se vive una vez, y no va dejar que una u otro tontería, la prive de ese derecho tan bonito que es tener una buena vida.

sábado, 5 de noviembre de 2011

las comparaciones son odiosas


SIN PALABRAS




gRACIAS A jUAN CAScöN  pOR El eNVIO De LA fOtO

El otro día mientras regresaba del trabajo, una de mis compañeras de automovil, me comentó que para ese día, y hablando del tiempo, se esperaba alerta naranja.
Yo haciendome el graciocillo le repliqu.e : " Pues que yo sepa, aún no ha caido ni una gota de zumo".
Esas son las tonterias del camino: Ni que las hubiera escrito el Yuyu

Dibuja con perspectiva

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