bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

jueves, 28 de julio de 2011

la Vespa

Continuando con el capítulo anterior, os podría decir que después de dormir en la discoteca, nuestras dos protagonistas tuvieron que marcharse de ella cuando llegaron las señoras de la limpieza al local. Otra vez a la calle y con poquita ropa y eso que era febrero. Con su inseparable compañera, el hambre, recorrieron de una punta a otra las calles gaditanas. Ya casi con el ocaso y los pies muy derrotados tuvieron la suerte de encontrar un paisano, que estaba haciendo la mili en la cercana San Fernando. Aunque el chaval no poseía gran riqueza al menos pudo proporcionarle un bocadillo a cada una, mas unas cuantas botellas de cerveza, El estómago y el ánimo se fue avivando, tanto que al pobre soldadito casi se le olvida volver a tiempo a su cuartel. De pronto tendría que trasladarse al pueblo cercano, y los trenes y los autobuses habían terminado su jornada.


Al momento les comunico a nuestras amigas que iba por una Vespa. ¿Por una Vespa? ¿Y de dónde vas a sacar tú ahora una? Al soldado le faltó tiempo para demostrar de donde saldría la ansiada moto. A la primera que vio la hizo funcionar al momento, tras hacerle un montaje de gánster especializado. Ambas muchachas se mostraban sorprendidas, pero él le replicó que no se preocuparan que más tarde devolvería la moto a su lugar de origen. ¿Más tarde? ¿Cuando?

¿Para qué haría esa pregunta? Se preguntaba una de las protagonistas. El ágil soldado había previsto llegar con la Vespa al cuartel, y tras entrar en él, una de las dos amigas devolviera la Vespa a su lugar de origen. ¿Pero si no sabemos conducir una moto? Le replicaron las dos amigas. No importan, le contestó el militar, esto se aprende muy fácil.

Al rato ya estaba el soldado camino de San Fernando llevando de paquete a una de las amigas. Antes de entrar en el cuartel, le dio a esta unas pequeñas nociones de conducción y la abandonó a su destino de motera primeriza.

Esta, decidió regresar a Cádiz para reencontrase con su amiga y colocar la Vespa en su lugar de origen, antes de que el dueño se diera cuenta de su secuestro. Pero cuál sería su desilusión al comprobar que la amiga ya no se encontraba en aquel lugar. Llevada por su frustración y por su seguridad de motera, decidió recorrerse la ciudad a lomo de su nueva cabalgadura para buscar a su amiga. Así se llevó casi toda la madrugada. Vespa para arriba, Vespa para abajo.

Ya casi rayando el alba, su intuición la llevó a la estación de trenes. Efectivamente, allí se encontraba su amiga. Ricamente sentada en un velador de un bar y acompañada por el revisor del tren, que gentilmente le ofrecía un reconstituyente cafelito acompañado de la no menos sabrosa tostada. Esta había convencido al revisor no solo para que la invitara, e incluso para que la dejara montar en el tren gratis hasta Sevilla. El revisor al ver que tendría que ser otra más la viajera, se negó rotundamente. Lo que sí hizo que al unisonó las dos amigas le gritaran: O las dos o ninguna.

Pues más bien fue lo segundo. Eso pasa por hablar más de la cuenta. De todas maneras contaban con otra solución. La Vespa.

Al rato, ambas se encontraban ya sobre el puente Carranza camino de Sevilla. Como no eran muy duchas en tráfico, a continuación se introdujeron en la autopista de peaje entre ambas capitales andaluza, cosa que estaba terminantemente prohibida para una motocicleta. Pero aún así, ahora se encontraban felices, con sus melenas lanzadas al viento, cual anuncio de champú, desfilaban cantarinamente hacia Sevilla, aunque en el fondo de su alma presentían que algo se les había olvidado.

El presente vino a recordárselo. Las motocicletas no funcionan con aire, sino con gasolina, y eso es precisamente lo que les faltó para alcanzar su objetivo. La moto se quedo prácticamente inmóvil cuando aún faltaban unos 60 km para la capital. Tras abandonar la Vespa se dedicaron a recorrer la autopista en busca de algún conductor que socorriera a dos desangeladas autoestopista. Cuando ya el cansancio, la sed y el hambre hacían su estrago, con los pies de las muchachas casi se salían de los zapatos por el régimen tan duro de comida que habían llevado, vino a socorrerlas un camionero.

Una de ellas se sentó en el camión al lado de este, la otra que apenas había dormido se recostó en la parte trasera de la cabina y al poco rato se quedo dormida. Al cabo de un tiempo esta despertó alertada por la discusión entre su amiga y el conductor. Este volvía a insistí una y otra vez. ¡O me la haces tú o me la haces tu amiga!

Al poco rato estaban ambas de nuevo pisando el asfalto. Menos mal que ya solo quedaba 3 km para la capital de Andalucía. A partir de entonces comprendieron que antes de ir a algún lugar hay que informarse y que el hambre es tan viva, que te ensaña hasta conducir motos. Vamos que el hambre va a lo loco y sin frenos.



Continuando con el capítulo anterior, os podría decir que después de dormir en la discoteca, nuestras dos protagonistas tuvieron que marcharse de ella cuando llegaron las señoras de la limpieza al local. Otra vez a la calle y con poquita ropa y eso que era febrero. Con su inseparable compañera, el hambre, recorrieron de una punta a otra las calles gaditanas. Ya casi con el ocaso y los pies muy derrotados tuvieron la suerte de encontrar un paisano, que estaba haciendo la mili en la cercana San Fernando. Aunque el chaval no poseía gran riqueza al menos pudo proporcionarle un bocadillo a cada una, mas unas cuantas botellas de cerveza, El estómago y el ánimo se fue avivando, tanto que al pobre soldadito casi se le olvida volver a tiempo a su cuartel. De pronto tendría que trasladarse al pueblo cercano, y los trenes y los autobuses habían terminado su jornada.


Al momento les comunico a nuestras amigas que iba por una Vespa. ¿Por una Vespa? ¿Y de dónde vas a sacar tú ahora una? Al soldado le faltó tiempo para demostrar de donde saldría la ansiada moto. A la primera que vio la hizo funcionar al momento, tras hacerle un montaje de gánster especializado. Ambas muchachas se mostraban sorprendidas, pero él le replicó que no se preocuparan que más tarde devolvería la moto a su lugar de origen. ¿Más tarde? ¿Cuando?

¿Para qué haría esa pregunta? Se preguntaba una de las protagonistas. El ágil soldado había previsto llegar con la Vespa al cuartel, y tras entrar en él, una de las dos amigas devolviera la Vespa a su lugar de origen. ¿Pero si no sabemos conducir una moto? Le replicaron las dos amigas. No importan, le contestó el militar, esto se aprende muy fácil.

Al rato ya estaba el soldado camino de San Fernando llevando de paquete a una de las amigas. Antes de entrar en el cuartel, le dio a esta unas pequeñas nociones de conducción y la abandonó a su destino de motera primeriza.

Esta, decidió regresar a Cádiz para reencontrase con su amiga y colocar la Vespa en su lugar de origen, antes de que el dueño se diera cuenta de su secuestro. Pero cuál sería su desilusión al comprobar que la amiga ya no se encontraba en aquel lugar. Llevada por su frustración y por su seguridad de motera, decidió recorrerse la ciudad a lomo de su nueva cabalgadura para buscar a su amiga. Así se llevó casi toda la madrugada. Vespa para arriba, Vespa para abajo.

Ya casi rayando el alba, su intuición la llevó a la estación de trenes. Efectivamente, allí se encontraba su amiga. Ricamente sentada en un velador de un bar y acompañada por el revisor del tren, que gentilmente le ofrecía un reconstituyente cafelito acompañado de la no menos sabrosa tostada. Esta había convencido al revisor no solo para que la invitara, e incluso para que la dejara montar en el tren gratis hasta Sevilla. El revisor al ver que tendría que ser otra más la viajera, se negó rotundamente. Lo que sí hizo que al unisonó las dos amigas le gritaran: O las dos o ninguna.

Pues más bien fue lo segundo. Eso pasa por hablar más de la cuenta. De todas maneras contaban con otra solución. La Vespa.

Al rato, ambas se encontraban ya sobre el puente Carranza camino de Sevilla. Como no eran muy duchas en tráfico, a continuación se introdujeron en la autopista de peaje entre ambas capitales andaluza, cosa que estaba terminantemente prohibida para una motocicleta. Pero aún así, ahora se encontraban felices, con sus melenas lanzadas al viento, cual anuncio de champú, desfilaban cantarinamente hacia Sevilla, aunque en el fondo de su alma presentían que algo se les había olvidado.

El presente vino a recordárselo. Las motocicletas no funcionan con aire, sino con gasolina, y eso es precisamente lo que les faltó para alcanzar su objetivo. La moto se quedo prácticamente inmóvil cuando aún faltaban unos 60 km para la capital. Tras abandonar la Vespa se dedicaron a recorrer la autopista en busca de algún conductor que socorriera a dos desangeladas autoestopista. Cuando ya el cansancio, la sed y el hambre hacían su estrago, con los pies de las muchachas casi se salían de los zapatos por el régimen tan duro de comida que habían llevado, vino a socorrerlas un camionero.

Una de ellas se sentó en el camión al lado de este, la otra que apenas había dormido se recostó en la parte trasera de la cabina y al poco rato se quedo dormida. Al cabo de un tiempo esta despertó alertada por la discusión entre su amiga y el conductor. Este volvía a insistí una y otra vez. ¡O me la haces tú o me la haces tu amiga!

Al poco rato estaban ambas de nuevo pisando el asfalto. Menos mal que ya solo quedaba 3 km para la capital de Andalucía. A partir de entonces comprendieron que antes de ir a algún lugar hay que informarse y que el hambre es tan viva, que te ensaña hasta conducir motos. Vamos que el hambre va a lo loco y sin frenos.

domingo, 24 de julio de 2011

la tortilla


A veces escuchas historias tan divertidas, tan originales e increíbles que te produce un cierto respeto trasladarlas a papel y que no conserven la frescura y la gracia con la cual la oíste. Una de ellas, o por lo menos para mí me lo parece, es esta que os voy a relatar a continuación.


Continuaré con las protagonistas del anterior relato. Dos chicas, de aproximadamente unos 20 años, sin un trozo de pan que llevarse a la boca, porque son estudiantes con reducidos medios y con muchas ganas de disfrutar. Sería sobre un mes de febrero, alrededor del año 90.

Antes debo aclarar, que la mayoría de las personas que ven retransmitida por la televisión el concurso de coplas del carnaval de Cádiz, se creen que las calles de la capital gaditana en esos días se encuentran repleta de colorido y de gentes disfrazadas con unas enormes ganas de divertirse, realmente en esos momentos no hay absolutamente nadie en calle, porque casi todos los gaditanos están viendo el concurso muy a gusto en sentados en el sofalito de su casa, y porque aún no ha comenzado el carnaval.

Pues bien, mis ingenuas amigas pensaron que Cádiz rebosaba alegría en sus plazas y calles, y aunque no tenían dinero nada más que para el billete de ida entre Sevilla y la Tacita de plata, pensaron que al ser los gaditanos por naturaleza generosos, habitando entre ellos, no les faltaría de nada. Y en esta aventura se embarcaron, sin apenas ropa, a pesar de ser febrero, y sin aún menos dinero.

Cuál sería su desilusión al llegar a Cádiz, y no encontrar a casi nadie por las calles. Tras confirmarle la mala noticia de que aún no había comenzado la fiesta el único picha que paseaba por sus avenidas, no tuvieron otra ocurrencia que recorrer sus rincones por si quedaban algún grupo aventurado a celebrar los carnavales antes de tiempo. Ni rastro de ello, solo soledad y levante, mucho viento de levante por sus calles.

Poco a poco se le acercaba la noche y el hambre y el frío se iban posando sobre ellas. De pronto sus ojos se quedaron fijados a algo circular, redondo, doradito y que emitía a un olor como a gloría bendita. Era una inolvidable tortilla de patata que a punto estaban de hincarse dos fieros guardas jurados de una discoteca. Tras casi quedar solo servible el sentido del olor, aún en su desolada hambre pudieron oír como los dos robustos muchachos entablaban una conversación, con tan buena suerte que uno de ellos poseía un inconfundible acento de un pueblo onubense cercano a donde nuestras protagonista habían nacido.

Oído y hecho. ¡Paisano!. Gritaron paisanos. Efectivamente la solidaridad provincial dio esta vez sus frutos, y aquella noche compartieron una estupenda tortilla de patata con dos solidarios seguratas, que incluso las dejaron dormir en la discotecas que ellos custodiaban, eso sí, a condición que el último cliente abandonara esta. Hasta entonces, y mientras el sueño las liquidaba, solo pudieron ingerir, los culillos de los vasos de cubata que dejaban los cliente. Esa noche comer lo que se dice comer lo hicieron poco, pero no se puede negar que se acostaron a gusto, eso sí, sobre las 7 de la mañana

Continuará la historia

martes, 12 de julio de 2011

el hambre del estudiante

En mi época de estudiante había algunos alumnos o alumnas que realmente pasaban hambre. No un hambre como la que puede existir en África, o en cualquier otro lugar del mundo menos favorecido. Era un hambre más bien cotidiana, pequeñita, de aquella que se amortiguaba con un bote de tomate que duraba varios días envolviéndolo en una viena de pan. Yo he reconocer que gracias a mis padres a mi no me faltó de nada, pero si había otros compañeros a los que comprar un bote de óleo para las prácticas de la carrera le suponía llevarse toda la semana a base solo de espaguetis sin ningún condimento.


Era curiosa la reacción de una compañera que cuando le decías que la invitabas a un café, ella te respondía sin ningún pudor, que porque no le dabas mejor el dinero.

El otro día estuve comentando este asunto con una nueva amiga. Y me relataba como en aquella época prácticamente estaba en los huesos, aunque ahora mismo es una rolliza y voluminosa mujer. Esta vivía con otra amiga y con una perra cuya dueña era la primera. Me relataba como en una época en que prácticamente casi no comía, la solución se la dio su acompañante canino. Resulta que un día la perra apareció en su casa con una pizza casi entera. Evidentemente se la quitaron al animal y se la zamparon con mucha gula. Lo siguiente era descubrir donde el afortunado animal lograba cazar esas presas tan deliciosas. Resulta que lo conseguía del cubo de la basura de una pizzería cercana. Pues ya las desdichas compañeras tendrían plan y pan para los próximos días. Durante varias noches se dedicaban a través de una ventana a espiar a los clientes de la pizzería vecina. Alli acudían todo tipo de personas, parejas con pequeños, ancianos divertidos, y parejitas de enamorados. Estos últimos fueron los más rentables, pues entre tanto amor, tras un beso y otro, le dedicaban poco tiempo a digerir el añorado alimento, tanto, que la mayoría de las veces la pizza volvía casi intacta a la cocina del restauran, y por consiguiente más tarde al cubo de la basura de este que se encontraba en la acera. Solo tendrían que esperar unos expectantes momentos, para conseguir tan ansiada presa. Así las pobrecitas mías se llevaron varias semanas.

Un día apareció por su casa un antiguo amigo, el cual sin saber la expectación que provocaría, en las desnutridas muchachas, así, como a bocajarro les dijo que las invitaba a cenar y luego al cine. No se lo podían creer, como sin ser Navidad había desembarcado en sus vidas tan gentil rey mago. Al poco tiempo ya estaban en la calle, dispuestas, presumidamente arregladas para nutrirse con todo lo que fuera posible. Tras recorrer varias calles penetraron en un lugar cuyo extraña forma no recordaba lo más mínimo a un restaurante. Cual sería su sorpresa al comprobar que donde las había llevado su acompañante era un comedor social regentado por las hermanitas de los pobres. Ya llegado al sitio no pudieron negarse al manjar y de pronto se vieron devorando con ansia un grandioso bocadillo de mortadela, mientras el amigo les dictaba con un indisimulado orgullo, que incluso podrían repetir, como si él se fuera hacer cargo de la cuenta.

Tras esta sorprendente aventura, ahora les quedaba la otra más cinematográficas. ¿Qué recurso mas extraño había ideado el acompañante para poder invitarla al cine cuando ni siquiera tenía dinero para haberlo hecho para comer? No tardarían mucho en averiguar su plan. Al rato ya estaban cada una de ellas en las esquinas que bordeaban al sitio donde proyectaban la película. Extendiendo sus manos y suplicando a los transeúntes unas limosna donde no solo tendrían que conseguir el dinero suficiente para las entradas de ellas  sino además el importe necesario para comprarle otra al pilluelo de su amigo. Así cualquiera puede ser generoso

miércoles, 6 de julio de 2011

No le falta razón



Hace pocos días el señor y candidato del PSOE, Almunia, señaló en prensa que la culpa de la educación de en este país no funcione bien la tiene la poca formación de profesores y maestro. En un primer momento me sentí indignado con esa declaración, pues objetivamente los que diseñan la educación en este país, son ellos, los políticos, porque por sus continuos cambios y poco sentido común al aplicar las reformas, estas de educación y tantas otras, se percibe claramente que los que son ineficaces e ineptos son ellos, remitámonos sino a la actual crisis.


Tras unos días de reflexión llegué a la conclusión, que al nuevo candidato barbudo no le faltaba parte de razón. Porque vamos a ver si me he educaron solamente para enseñar, la verdad que la preparación para ser profesor es incompleta.

Porque soy un incompetente cuando un alumno se cae en el patio y se le provoca una lesión en la rodilla. Reconozco que soy un total inútil para aplicarle 3 puntos de sutura sobre la parte dañada. Como solucionar un problema de epilepsia o un bajón de azúcar. Noto como me si me  faltara una formación similar a un médico, porque en estos casos relacionados con la salud no sabría cómo actuar. Desgraciadamente a mí en mi facultad de Bellas Artes solo me enseñaron el sistema diédrico, y no había ninguna asignatura de primeros auxilio.

Porque si un alumno se me mea en clase porque el director del centro se empeña que ninguno de esto salga del aula mientras se imparte clase. Es evidente que me falta un curso de formación de psicólogo para saber que alumno u alumna, tiene una imperiosa necesidad de cagar y cual solamente esta fingiendo para irse a dar un vuelta por los pasillos y divertirse un rato.

También me falta formación de guarda jurado, para saber interrumpir inmediatamente una pelea en el patio del centro.¿ Como saber imponer autoridad para que no me caigan a mi decenas de mamporrasos y que a ellos no les pase ni un rasguño ?. Tampoco me impartieron ningún curso de segurata en mi escuela, los muy cretinos consideraban más importante impartir historia del arte. Serían ilusos.

Tendría que seguir aplicando el curso de psicólogo, cuando un padre viene a protestar porque a su hija le han quedado 11 asignaturas.¿ Como decirle abiertamente que a la alumna le importa tres pito la educación ?. No es eso es políticamente correcto, además seguro que la culpa fue mía por no saber motivarla lo suficiente. Que lastima que en la facultad me impartieran una asignatura que tratara sobre los materiales de la pintura, y no un curso acelerado de motivación para vagos.

También carecemos de la formación de un curso de detective privado, para saber que hace y donde va un alumno que no asiste a clase. Para detectar el que fuma en el servicio y el que no. El que lleva un móvil en su mochila o saca el bocadillo de salchichón en la clase cuando me doy la espalda. Desgraciadamente en mi facultad se impartían asignaturas tan insignificantes como modelado, y no una que me ayudara a resolver estos tan acuciantes problemas del absentismo escolar.

Tampoco, y mira que torpes, me impartieron un curso de administrativo, para rellenar los informes personalizados de cada alumno, la memoria de tutoría, la constatación de faltas , las notas de las competencias básicas, saber hacer fotocopias, manejar a la perfección el ordenador, poder rellenar un formulario para solicitar una excursión a la vuelta de la esquina, conseguir recibir a los padres a la hora que a ellos les dé la gana, aunque tengas clases, rellenar informes médicos de los alumnos , señalar miles de resultados de pruebas de diagnósticos, en el dichoso programita Seneca de la junta y recoger, señalar y revisar todos los libros dado en gratuidad a los alumnos, mas llamar a los padres de los remolones que aún no han entregado los textos. Desgraciadamente a mí solo me impartieron la teoría de color, me enseñaron dibujo técnico, dibujo artístico, anatomía, cerámica, grabado y serigrafía. ¡Por Dios! .¡Qué propuesta de asignaturas mas inútiles e inservible para ser profesor de dibujo, habiendo otras tan útiles y necesarias !.

Por cierto también se me olvidó que no me dieron un curso de sexología para explicarles a los alumnos como evitar enfermedades sexuales y demás. Ni un curso de tráfico para enseñarles como cruzar un paso de cebra, ni otro sobre el alcohol y las drogas. Que derroche de dinero más tonto me gasté en las asignaturas de la facultad y en materiales para aprender a esculpir, grabar, pintar, dibujar, fotografiar. Y menos mal que gracias ahora al dinero que yo aporto para tener una buena línea de internet y poder hacer decenas de tareas que me recomienda, y también leer los email que me mandan mis directivos en tiempo libre, puedo afortunadamente dedicar varias horas de mis fines de semana a introducir datos académicos en el ordenardor.

En fin, muchas gracias señor Almunia, por abrirnos los ojos, y hacernos comprender que nuestra profesión no es otra más cualquiera, que gracias a la colaboración de administración hemos conseguido ser omnipresente y casi superhéroes, anónimos y pocos valorados, pero casi como spiderman, envuelto en una tela de burocracia que casi no nos deja respirar. Ya se sabe que la exigencia te vuelve fuerte, y esto de estar ahora de vacaciones, tumbaito en el sofá debilita nuestras enormes capacidades. Por favor señor Almunia, adelánteme un poquito las clases, volvamos ya a las aulas, que me siento algo inútil y ninguneado, estando aquí tan ricamente preparando las clases del curso próximo y siga motivándonos más, al bajarnos los sueldo. Porque la verdad segun usted somos un desastre en formación.




Dibuja con perspectiva

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