bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

jueves, 30 de julio de 2009

los alemanes


En uno de los años en los que estudiaba Bellas Artes en Sevilla, el ayuntamiento de esta ciudad nos convocó a varios de los pintores que vivíamos allí para que realizáramos algunos murales en la Alameda de Hércules.
Nos dieron las pinturas y las brochas, también nos ofrecieron a cada uno un lienzo de muro y nos dispusimos a pintar cada uno lo que buenamente pudo. Cada uno en su estilo plasmamos nuestra obra en pocas horas. Uno de mis compañeros de mural y de piso, Paco, dedicó su obra a los perros. De una forma muy personal y divertida.
Al rato, cuando ya habíamos finalizado una joven pareja de alemanes se dirigió a mi amigo, y con su escaso conocimiento del idioma, le comunicó a Paco que deseaba que su coche lo decorara con esos extraños animales. Cual fue la sorpresa de este al ver como el joven alemán acercaba un viejo Mercedes para que fuera coloreado por Paco. Le pareció tan divertida la tarea a mi amigo que no tardó mucho tiempo en realizarla.
Por fin el coche totalmente diseñado , convertido en una jaula andante. Después de esto, la pareja de alemanes, ella y él, nos convidaron a pasear por Sevilla con este coche tan original. ¡Fue tan divertido el viaje y tan diferente!. Cada momento haciendo sonar el claxon del automóvil para llamar la atención de los viandantes.
Después de esto estuvimos conversando con nuestros nuevos amigos teutones. Y nos enteramos que él era saxofonista y ella pintora. Los chavales se estaban dedicando a recorrer media Europa montando en su automóvil y él ganaba algún dinero actuando en algunas pequeñas sala de jazz de las ciudades que visitaba.
Como se venían gente divertidas, abiertas y amables y a nosotros nos sobraba un cuarto vacío en el piso de estudiantes, decidimos a invitarles a que vivieran con nosotros unos días. Se instalaron en la habitación desocupadas.
Por las noches todos juntos nos montábamos en el curioso automóvil y nos dedicábamos a buscar salas de jazz para que pudiera tocar nuestro amigo y así sacar un dinerito.
También le enseñamos a interpretar algunas melodías sevillanas, por lo que el último día se dedicó a tocar en la calle Sierpes. Con el dinero recogido nos compro varios litros de cervezas y así de esta forma tan generosa, la pareja se despidió de nosotros.


Esta anécdota está dedicada a mi amigo Paco Mohedano para que siga creando de esa forma tan divertida. Por cierto mirar el monstruario que hay a la izquierda diseñado por Paco y Manolo. ¡Es muy divertido aunque algo irreverente! Je ,je.

miércoles, 29 de julio de 2009

La hermana secreta de Paz Padilla


¡Os lo juro! Yo solo iba a comprar tabaco.
Salí de mi piso de Cádiz hacia el estanco de la esquina a comprar algo de tabaco. Cuando de pronto presentí que el día se presentaba bastante caluroso. ¡Y yo con estos pelos!
.Decidí pelarme porque la peluquería estaba al lado. Se llama Peines, pero por broma del destino. Y visto desde mi casa que está enfrente, una farola le roba la i.
Al principio no pude entrar, unas de las peluqueras había derramado un cubo de agua sobre el suelo del local. Tuve que esperar en la puerta para que lo recogiera. Allí dentro se mostraban dos peluqueras más. La cajera y otra algo desganada.
¿Qué es lo que desea? Me preguntaron al momento. Pues pelarme, le contesté yo.
Fue decir eso y la peluquera desganada convertirse en la hermana secreta de Paz Padilla . Que agilidad, que don de habla, que gracejo. Lo primero que me pregunto era que como me llamaba. Yo le conteste que Curro. Y ella desglosó una serie de alabanzas todas a la par y muy bien conjuntada. : Qué que me gusta el nombre .Qué bonito .Que arte picha. Mi gato que se llama así. En fin, parecía que le había dado la alegría de su vida por llamarme de esta manera.
Después vino el interrogatorio. ¿Tú no eres de aquí? ¿En qué trabaja? ¿Estas casado? Yo a todo esto también me anime y me dedique a preguntarle. Y me enteré que su novio si fue un día por tabaco, pero después no fue a pelarse, sino que ni siquiera volvió. Y desde entonces en vez de dejarse tomar el pelo, prefiere ella cortárselo a los demás.
Por cierto, con tanta charla me dejo el cabello repleto de trasquilones.

Todo necio ...


Cuando le comento a algún desconocido que soy pintor, que de vez en cuando hago un cuadrito, la mayoría de las veces no me pregunta: ¿Qué es lo que pintas? ¿Qué colores sueles usar? ¿Qué técnica empleas?
No eso interesa bien poco de principio. Las preguntas son: ¿Y vendes cuadros? ¿A cuánto los vende? ¿Estarás forrado?
Como verán hay muy poco interés por el arte y mucho por la economía. Posiblemente a esta persona le importé tres pitos que mi obra sea horrorosa mientras cobre un pastón por ella. Su admiración vendría por mis ganancias y no por mi arte.
Pero es normal que se prioralice este concepto. Si en la televisión tenemos programas dedicados a los diez jóvenes más ricos del mundo. No los más inteligentes, ni los que escriben de forma más original, ni los que hacen mejor una tortilla. Lo importante es que sean los más ricos.
A mí me hace gracia, cuando un banco o una empresa se publicitan en la prensa, y su mejor cualidad es haber ganado mucho dinero el año anterior. Yo me pregunto: ¿Eso supone que la empresa ofrece garantía o que está formada por la banda de Allí Baba? ¿Me van a dar parte de sus ganancias o me van abaratar el producto ?. Desgraciadamente ni nos van a dar ni un caramelo, ni el producto bajará. Pero compraremos ese producto porque es la empresa que más gana. En fin, como dijo Antonio Machado, y los tiempos no han cambiado tanto: “Todo necio confunde valor con precio “.

sábado, 25 de julio de 2009

cada vez quedan menos creyentes


Hoy he vuelto a Sevilla, la ciudad donde vivo en estos últimos meses. Después de deshacer el equipaje , almorzar y tomarme una reconfortante siestecita, decidí que me apetecía ir al cine. Pero me daba miedo bajar a la calle. Y no era por el aire irrespirable que se percibía. Ni porque temía dejarme las suelas de mis zapatillas derretidas sobre el asfalto. Ni siquiera porque un sol justiciero y abrazador pudiera hacerme sentir como una lasaña en el microonda.
No era por nada de esto sino porque pensaba que las calles, las avenidas y plazas estarían llenas de gentes. Gentes que no me dejarían ni siquiera caminar. Miles de ciudadanos de otras provincias.
¿Qué porque pienso esto? Pues verás, cada vez que digo fuera de esta ciudad que soy de aquí, todo el mundo me dice que en Sevilla hace mucho calor, que es horroroso como calienta el Lorenzo. Que ellos han estado tal día de julio o de agosto aquí. ¡ Mi arma no tienes otro diita pa venir !.
Claro y como todas estas gente no se les ocurre mejor idea venir en estos días, no en los otros diez meses en que tenemos unas temperaturas estupendas, yo pensaba que las calles estaban repletas de forasteros. No sé porque vendrán siempre en esta fecha. ¿Será para comprobar que hay vida más allá de los cuarenta grados?
En fin, que al final lleno de valor decidí ir al cine. De pronto, cuando cruzaba el semáforo que hay en la calle Luis Montoto, frente al Cortes Inglés de Nervión, se me cruzó un ciclista. Un señor de aproximadamente cincuenta años y perfectamente equipado con la indumentaria del deporte de Indurain .
Se paró un momento, miro al rejoj-termómetro que estaba en la portada del centro comercial, y vió la temperatura que marcaba. A continuación exclamo con cierta rabia: “Cuarenta grados, y una mierda, por lo menos cincuenta”. A mí solo me quedó reflexionar como el título de esta crónica: ¡Cada vez quedan menos creyentes!

la simplicidad de la alegría


A veces las cosas simple se desprecian, pero no hay mejor que una idea simple para que provoque un éxito. Volvía hoy de Cádiz cuando escuchaba la música de un cd. Era música actual , de pronto me asaltó la nostalgia y empecé a recordar las canciones de mi infancia y juventud.
Quizás fueran simple, pero la mayoría estaban repletas de alegría. Fáciles de cantar y sobretodo empapadas de optimismo.
Recuerdo a algunas de ellas. Por ejemplo la eurovisiva “estando contigo”. Siempre la recuerdo en la voz de Marisol, y no de la representante de Eurovisión, la sevillana Conchita Bautista.
Decía así: “ Tengo millares de estrellas y tengo la luna y el sol, y la luz de tu mirada, y la luz de tu mirada dentro de mi corazón”. Quizás os parezca ñoña, pero a mi me resulta de una alegría directa. Después continuaba : “ Estando contigo, contigo de pronto me siento feliz…”.¿ Que mejor razón para estar contento que tener alguien al lado a quien quieres?.
Otra canción que popularizó Marisol fue la renovada “corazón contento”. Tengo el corazón contento repetía hasta la saciedad, también lo tenía lleno de alegría.
Pero nos hace falta tanto ese optimismo en estos tiempos, y esa alegría, simple, pero sana. Ahora vas por la calle y de pronto te encuentras un cartel, con un montón de gente tumbadas en una playa. Y lo único que se le ocurre al gobierno es señalar al que posiblemente tendrá cáncer. ¿Quillo no me puedes señalar a otro?. ¿No hay chiquillo disfrutando con las olas?. ¿Y amiguetes gozando de un tintito de verano con el colega?. ¿Y amigas llenas de alegría porque se han reencontrado a la orillita del mar? ¿Por qué se empeñan en señalar al garbanzo negro de la playa?
No, no me gusta el pesimismo, ni me que me metan miedo constantemente. El miedo siempre ha sido un medio de coacción. Nos hace cobarde, sin sueño y sin ilusiones. Nos paraliza y tiende a protegernos bajo la mano manipuladora del que corta el bacalao. El miedo nos impide avanzar, porque creemos que cada paso será un peligro. Por eso prefiero la alegría, aunque sea simple.
Prefiero como decía Massiel cantar a la mañana, a la vida, a mi madre, etc. Y aunque sea simple, siempre prefiero un la, la, la a que me digan todos los días: “Cuidado, cuidado, cuidado”. Prefiero arriesgarme a vivir, que morir de pánico. Elijo "Vivo cantando".


He añadido en la columna de la izquierda varios enlaces a canciones que invitan a vivir.

martes, 21 de julio de 2009

noche estrellada bajo las estrellas


Una de las ilusiones de mi amigo Luis era contemplar las estrellas cerca del mar. Un día decidió marchar hacia Cádiz para cumplir su sueño. Se alojó en un pequeño hotel en la capital gaditana y durante todo el día esperó que llegara su añorado momento.
Ya sobre las nueve de la noche decidió darse una vuelta por el paseo marítimo de la playa de la Victoria, preciosa y enorme playa de la capital.
Al rato contempló una hermosa puesta de sol. El sol confundido con el mar hacía que el castillo de San Sebastián, situado en la lejanía de la playa de La Caleta, pareciera un enorme submarino dispuesto sumergirse.
Sobre las diez de la noche la oscuridad se apoderó de la costa. Cuál sería su sorpresa al contemplar que pocas estrellas se venían desde donde él se encontraba. La playa aparecía iluminada por unos enormes focos que casi impedían distinguir cuando era de noche o de día.
Al no poder lograr allí su objetivo decidió coger su automovil, y marcharse a una playa más solitaria y con menos iluminación.
En Cádiz, esto no es difícil, porque en la carretera entre esta capital y San Fernando, se encuentra una extensa playa, prácticamente virgen y sin ninguna iluminación.
Con la complicidad de la noche, y por lo tanto con su poca visión, aparcó sobre la arena de esa playa. Al momento su sueño se vio cumplido. Un enorme mosaico de estrellas le acompañaban mientras el mar era fiel reflejo de ellas.
Una hora, dos e incluso hasta tres se llevo vislumbrando ese hermoso horizonte. Ya agotado por el sueño, o por la inmensa belleza, decidió volver a su hotel. Serían sobre las cuatro de la mañana cuando decidió encender el motor de su automóvil. Cuál sería su sorpresa al descubrir que el automóvil no se podía mover, se había encayado en la arena. Puso marcha atrás y tampoco, acelero y menos aún.
No se le ocurrió mejor cosa que ir apartando arena de debajo de las ruedas delanteras del automóvil. Unas veces con las manos, otros con una pequeña lámina de madera que encontró a su alrededor. Una y otra vez probaba con el encendido de su cochee, aceleraba y nada. Y volvía al escarbar, creyendo que esa era la mejor solución.
Así se llevo hasta el amanecer. Era un hombre terco y no se desanimaba a la primera. El amanecer le sorprendió en tal mal intento. Ya exhausto se tumbó sobre la arena, y se rindió ante la evidencia.
Estando en esa situación y totalmente hundido en su ánimo, apareció de pronto una furgoneta repleta de soldados que se dirigían para el cuartel de San Fernando. Estos no podían creer lo que veían. Un automóvil prácticamente enterrado en la arena y al lado un señor durmiendo. Se acercaron y le preguntaron al conductor por la razón de tan extraña imagen. Mi amigo le contó lo sucedido, pero ellos no podía creer que de tan limitadas manos s hubieran conseguir tan tamaño agujero.Después de salir de su sorpresa, el soldado de mayor rango del grupo ordenó a los demás, aproximadamente una quincena, que cogieran el coche cada uno por un sitio. Así lo hicieron y entre todo lograron sacar el automóvil de tan hondo hueco.
Los soldados se marcharon entre risas comentando la sorprendente imagen. Mi amigo también, recordando lo hondo que puede caer uno si se lo propone.

domingo, 19 de julio de 2009

malos humos
















Malos humos por no decir malas ideas son que deben de tener aquellos que provocan incendios como el que ayer se produjo en la hermosa sierra que bordea a la playa de Atlanterra. Un hermoso día de playa se pudo haber convertido en un triste día. Mientras un grupo de amigos nos reuníamos para disfrutar del momento, gente de mala calaña se dedicaron a especular con nuestro territorio en común e incluso pudieron ser nuestras vidas.
Ayer viví la vileza en persona. Yo fui uno de tantos que tuve que salir corriendo para no verme absorbido por el grandísima humareda. Ellos tiñeron el cielo de color naranja y el mar de bronce. Y aunque la hermosura no la borraron sembraron en miles de persona la preocupación .Para ejemplo algunas de las imágenes que capté.
Y por supuestos, darles las gracias a todos aquellos que se juegan la vida por hacer que el sueños de estos ruines especuladores caiga en el olvido.
Playa de Atlanterra . (cádiz) 18 de julio 2009

viernes, 17 de julio de 2009

¡ La pobre chiquilla !


El sentido del ridículo, o más bien la autoestima, va impresa en uno mismo .La presientes y te marca. Según esta ,te riges con seguridad o con desconcierto. Te da alas o te convierte en un ser acomplejado y cobarde. No solo te influyen las opiniones que los demás tengan sobre ti, sino, sobre todo, lo que tú creas que los demás opinan sobre uno aunque esto jamás lo hubieran expresado. ni siquiera, como en el caso de la siguiente anécdota, se lo hubieran imaginado.
Yo ni siquiera viví este momento, pero siempre que lo recuerdo, además de provocarme una sonrisa, me da por reflexionar, de cómo el propio pensamiento puede marcar nuestras relaciones.
Hace bastante años, mi hermana y un grupo de amigas suya se encontraban una noche de verano disfrutando de sus juegos. Era un grupo de 6 o 7 niñas de aproximadamente unos once años de edad. Como solía ser habitual a primera hora de la noche, cuando el calor ya se había remitido, solían quedar en una plaza de mi pueblo. Una plaza amplía, repleta de naranjo y acompañada por dos altas palmeras. Una plaza centrada por una fuente que casi nunca tenía agua y coronada por una cruz de forja.
Cuando se reunían ese grupo de amigas solían comprarse un polo de hielo o un paquete de pipa, para alimentar el rato. A veces jugaban a la comba, al contra o simplemente a charlar de sus cosas. Un día de esto decidieron ponerse a bailar sevillana en medio de la nombrada plaza. Mientras unas cantaban otras bailaban. De repente una de las amigas se marcho del grupo como si la persiguiera el diablo. Todas se quedaron extrañadas pero no le dieron más importancia .Creían que la amiga se había marchado tan rápida por no poder contener más una de sus necesidades primaría. ¡Vaya que cursi me ha salido esta última frase! Vamos, que lo que yo quería decir es que se estaba meando.
Pasaron varios minutos cuando la alocada niña volvió acompañada por su madre. Esta bastante enfadada, y llevando a su hija de la mano , se dirigió al grupo de chiquilla, gritando como una loca, diciéndole las siguientes frases:
-¡A ver, a ver!- se expreso está furiosa madre haciendo unos enormes aspaviento con sus manos. ¿Por qué se estáis metiendo con Encarni ?Que así se llamaba la maltratada niña. ¡No das vergüenza con lo grandecita que sois ya ¡ Siempre al los niños se le suele recordar este tópico cuando queremos que se porten responsablemente , como si no hubieran personas mayores que por muchos años que cumpla, la responsabilidad no le llega ni a las suelas de los zapatos
El resto de las crías al ver la actitud de esta enfadada madre y sobre todo al escuchar sus palabras, se quedaron enormemente sorprendidas. Una de ellas, la mas resuelta y pizpireta, se dirigió a esta.
-¿Qué nosotras nos hemos metido con Encarni ?¡ Pero si lo único que estamos haciendo es bailar sevillanas! .
-¡Eso, bailar sevillanas ¡ ¡Y no se os ocurrido otra cosa que decirle que era muy pava bailando sevillanas- dijo la madre enfurecida.
Ahora si que se encontraban sorprendida el grupo de chiquilla. Se miraron unas a las otras, y comenzaron a decir una por una que no le habían dicho absolutamente, que solo se habían limitado a cantar y bailar-
La acusadora Encarni al verse desvalida de argumentos y viendo como su madre cada vez la creía menos. No se le ocurrió mejor cosas que expresarse con estas palabras, digna de un auténtico análisis psicológico.
-Es verdad, no me habéis dicho que bailo muy pava. ¡Pero lo habéis pensado!
-

martes, 14 de julio de 2009

Asqueroso capitalista


Hoy no me siento bien. Tendría que ponerme en una fila inmensa para pedir número para sacar el pasaporte. Pero he contratado a un chaval para que haga esto por mí. Supongo que ese trabajo es tan digno como otro cualquiera. Pero en el fondo de mi alma no me siento tranquilo.
Son la 7 de la mañana y hace media hora que me ha enviado un mensaje de que ya está en la cola. A mi levantarme temprano no mi importa, pero hacer cola es lo que más detesto en esta vida.
El otro día me levante muy resuelto a hacer mi tarea. Eran las 6 de la mañana y ya me veía despierto. Me duché, me afeité y hasta desayuné . Me dirigí hasta Tablada , barrio de Sevilla ,para pedir número para sacar el pasaporte, porque dentro de poco iré a Turquía y lo necesito. Cuando llegué allí, eran sobre las siete y media e la mañana. Había una cola inmensa. Esto ya me deprimió. Le eche valor y me dispuse a guardar mi turno. Había una fila larguísima, por lo menos 200 personas delante mía. Pregunte al último de la fila. Una muchacha, por cierto bastante mona, ra la que me anteciía. ¿Esta es la cola para sacar el pasaporte? Ella me contestó que sí, que era la cola para sacar el pasaporte y el DNI.
Con pocas ganas me propuse hacerla. Al rato escucho una conversación entre esta muchacha y otro chaval. Comentaban que el día anterior también habían estado haciendo la cola y cuando le iba a tocar el turno para que le repartieran número, estos se acabaron.
¡Vaya faena! Dos horas esperando y todo para nada.
Sobre las nueves reparten estos números y a partir de ahí, si tienes suerte de haber conseguido uno de estos, vuelve hacer cola para que te hagan el pasaporte. ¡Totalmente tercermundista!
Tal como oír esta conversación me fui, cabizbajo y deprimido. Pensar que iba estar dos horas esperando un número, solo y aburrido y que luego ni siquiera pudiera conseguirlo, destrozo mi ánimo
Al cabo de un rato, me acordé de un amigo mío que dice que hace todos estos encargos. Se titula “tu recadero personal”. Y se le puede encargar tanto de llevar tu coche a la ITV como de entregar tu declaración de hacienda.
Supongo que será un oficio como otro cualquiera, pero yo me siento mal que otra persona haga cola por mí. Me siento poco demócrata.
Hoy a la 6 de mañana me ha enviado un mensaje para decirme que ya estaba en la cola. ¡Que mal me he sentido!. Yo disfrutando de un plácido sueño , mientras el pobrecito se pasa dos horas de pie haciendo cola. Es como si a las cuatro de la tarde , de un día de agosto,te pasa por delante de una obra comiendo un helado y vez a los pobres albañiles trabajando. ¡Valiente progre de mierda me siento!. El jodido y yo acostaito tranquilamente.
Bueno el chaval se va a llevar su dinerito, 6 euro la hora. Pero aunque me lo pueda permitir, yo no se porque, me siento un asqueroso capitalista.

lunes, 13 de julio de 2009

¡Que poca verguenza!


Una de las cosas más molestas e inútiles que hay en la vida es la vergüenza. Entendida como vergüenza la timidez. Aquí en el sur nunca hemos dicho este niño o esta niña es tímido, siempre decíamos: “Es que es muy vergonzoso”.
Pues eso era yo, muy vergonzoso. Desde pequeño, durante la adolescencia y de mayor. La clave para salir de esta incomodidad me la dio una entrevista que leí de Nuria Espert.
Hace ya unos años leyendo el dominical de no me acuerdo que periódico vislumbre una pequeña entrevista realizada a esta gran actriz. Entre todas las preguntas que le hicieron, me impactó una, decía textualmente:
-¿De que se arrepiente más en la vida?
La actriz le respondía al periodista de esta manera:
-De los años en que fui tímida. He desaprovechado tantas oportunidades por esto. Dejaba de conocer gentes interesantes, dejaba de ir a sitios que me gustaban. Un día me di cuenta que la vergüenza no me servía para nada, y decidí que debía superarla de una vez.
La vergüenza o timidez te hace retraerte, te impide mostrar tu forma de ser, tus gusto e incluso te obliga a hacer cosas que no quieres.
De pequeño cuando iba a casa de una tía mía, con la cual no tenía mucha confianza, siempre me ofrecía alguna golosina. Lo peor era cuando había alternativa y me ofrecía escoger entre varias. Me decía: ¿Quieres un poco de esto o prefiere mejor de aquello? Yo para no quedar como un niño desvergonzado, la mayoría de las veces contestaba:” Me da igual”.
“Me da igual, me da igual”. ¡Que porra me iba dar igual! Tenía mis preferencias, pero por no contestar alto y claro, y parecer un niño falto de educación, a veces tenía que probar alimentos que me resultaban horribles, otras me quedaba con las ganas de repetir un exquisito manjar. Y si me preguntaba si quería repetir, yo contestaba con un escueto.”Bueno”. O sea entregaba toda mi voluntad a los demás, ya se sabe que dejar la voluntad a los demás, implica que hagan contigo lo que les dé la gana. ¿Van entendiendo como la vergüenza no es demasiada positiva?
Hace años cerca de mi casa de Sevilla había un quiiosco de prensa. En el cual realizaba su trabajo un señor muy amable. Yo solía comprarle el periódico todos los días, pero por cuestiones de mi trabajo deje de hacerlo. No coincidía mi horario con el suyo.
Con el paso de los días cada vez me costó más trabajo ir al quiosco. No sé porque yo pensaba que yo tenía el deber de comprarle la prensa a diario. Sentía como si traicionara a mi quiosquero, y esto me provocaba vergüenza.
Cada vez que pasaba un día, me resultaba más difícil intentar ir a comprar el periódico allí. Si me hacía falta algo, por ejemplo tabaco, enviaba a mi hermano o me recorría el barrio buscando un estanco. Tanto llego a ser la vergüenza por no encontrarme con el buen señor que hasta cruzaba de acera para no tener que pasar por donde estaba situado el quiosco.
Una vez le conté esta historia a unos compañeros de trabajo. Ellos veían tan ridícula la situación que se llevaron varios días de risas a costa del caso. Un día, los muy cabroncetes, me llevaron en coche a la puerta de mi casa. Y cuando estaba despidiéndome de ellos, no se les ocurrió otra cosa que llamar a grito al quiosquero, diciéndoles:”Quiosquero aquí está el chaval que no te compra el periódico”. El buen señor se asomo por la ventana de su quiosco, me miro como diciendo por hay va un tío raro, y continuó con su trabajo tan plácidamente. Yo salí despavorido hacía mi piso, rojo como un tomate por la vergüenza tan grande que sentí.
En fin, tener vergüenza como dice Nuria Espert es una pérdida de tiempo. Y lo peor de todo es una pérdida de calidad de vida.
Así que a partir de ahora quiero ser un “cara”. Teniendo muy claro que mientras no moleste a alguien, y seas respetuoso, en la vida puede hacer uno muy orgullosamente lo que quieras. ¡Y no veas cómo se disfruta!

viernes, 10 de julio de 2009

Ilesa para toda la vida


Hace tiempo tuve un amigo que era de Lepe, pueblo onubense famoso en Andalucía por la fama de bruto de sus habitantes. Un día, tomando unas cervecitas por las plazuelas de Sevilla, le pregunté que si la fama de los habitantes de su pueblo era merecida.
A partir de este momento, mi amigo comenzó a relatar una serie anécdotas sobre sus paisanos. Cada una de ella más increíble y simpática. De entre todas ellas me quedo con esta que a continuación os voy a relatar.
Contaba mi amigo que una familia de su localidad viajaba entre Lepe y La Antilla, preciosa playa del citado pueblo, cuando de pronto le surgió al paso una vaca. Queriendo desviar a esta, el colche terminó en la cuneta y sus ocupantes dañados de diferentes magnitud. He de decir a todo esto que el automóvil era ocupado por un matrimonio, marido y esposa, y la madre de esta.
Sucedido el accidente los pasajeros fueron evacuados en el menor tiempo posible al hospital provincial de Huelva. Al cabo de los días el conductor del automóvil se encontró con un paisano suyo en el centro hospitalario, y como sucede en estos casos, ambos se preguntaron la razón de su estancia allí. Seguidamente reproduzco la conversación que tuvieron en este lugar:
-¡Oye Juanito! Comenzó a decir el conductor del automóvil dirigiéndose al paisano que se había encontrado por los pasillos del hospital. ¿Qué te trae por aquí?
-Pues verá, le contesto el conocido, hace unos días que me encontraba bastante flojo, no tenía ganitas de na. Por lo que me dije que mejor sería ir al médico. Este me mandó hacerme unos análisis y hoy he venido a recogerlos.
-¿Y qué tal los resultados? ¿Te han sacado algo? Le pregunto nuestro amigo Pepe, conductor del coche siniestrado.
-Pues la verdad es que me han encontrado varias cosas. Reuma, gota y también “insulina”.
- ¡Vaya, si que estas apañado!
-¿Y tú qué haces por aquí?- Preguntó Juanito
- ¿No sé si sabrás que hace pocos días tuve un accidente cuando iba hacia la playa?.
-Algo me he enterado- Comento el paisano
-En el coche íbamos mi mujer, mi suegra y yo. Se nos cruzó una vaca y no tuvimos más remedio que salirnos de la carretera.
-¿Y tú como te encuentras? ¿Te has fastidiado algo? Le interrogó el paisano
-Pues el codo lo tengo jodio y ahora mismo vengo de hacerme una radiografía, a ver si se me quitan estos dolores.
-¿Y tu mujer? ¿Se encuentra bien?
-Aquí la tengo hospitalizada en la quinta planta. Se rompió una pierna, y por lo menos tendrá que estar una semana más internada.
-¡Ay que desgracia, por Dios ! Os podíais haber matado. Comento Juanito-
-¡Pues la verdad es que si! -Afirmo Pepe.
-Oye y tu suegra. ¿Cómo está tu suegra? -Le interrogó el paisano.
-Mi suegra, mi suegra está ilesa.
-¿Ilesa?. Pregunto con preocupación Juanito. ¡Ay Dios mío ilesa, que desgracia más grande! ¿Pero es para toda la vida?

jueves, 9 de julio de 2009

un negro en el frigorífico



Mientras realizaba mi carrera de Bellas Artes habité en bastantes pisos de Sevilla. Durante este tiempo yo compartía piso con dos de mis mejores amigos, Paco y Manolo, el resto de los habitantes del piso iban modificándose a lo largo de los años.
Durante este periodo tuvimos tres pisos a compartir. El primero en la calle San Felipe. Un apartamento pequeñito pero acogedor aunque demasiado oscuro. El segundo cerca del puente de Triana y el tercero, y definitivo, en la calle María Auxiliadora. A este me referiré en esta ocasión.
Este piso era bastante grande. Constaba de cuatro habitaciones, dos salones, cuarto de baño y cocina. Era un piso antiguo, bonito, pero en un estado no demasiado bueno. Tres de sus balcones daban a la avenida de María Auxiliadora, por lo que era ruidoso.
Sus techos eran tan altos que una amiga nuestra decía que no tenían ni atmósfera. La verdad que era un piso digno de inspirar a estudiantes de Bellas Artes.
La dueña del piso se había reservado una habitación. Esta estaba repleta de muñecas, trajes de flamenca, libros y todos lo cachivaches posibles que uno puede recopilar a lo largo de su vida y no necesita al momento .Por cierto, la dueña del piso en un primer momento se encontraba recluida en un psiquiátrico, por lo que el piso, en principio se lo contratamos a su madre. Cuando esta salió del internado solía visitarnos con asiduidad y por sorpresa. Solía aparecer con una amiga o con un amigo, entraba en su cuarto y se llevaba horas y horas allí con esa persona.
Una Semana Santa creyendo que los habitantes del inmueble nos habíamos ido de vacaciones a nuestro pueblo, se llevo a un compañero a pasar la noche allí. Sucedió, que uno de los habitantes habituales, Paco, no se había marchado. Pues imagínese querido lector, a Paco, por cierto, un personaje bastante corto de palabra y dotado de un exceso de timidez, despertándose a las tres de la mañana porque tenía sed. Decidió buscar el líquido elemento.
Se dirigió al frigorífico que estaba situado en la cocina. Medio dormido y medio sonámbulo encendió la luz de esta estancia. De ponto se sintió muy asustado. En esta misma cocina y abriendo la puerta del frigorífico se encontraba un extraño. Un ser de casi dos metros y negro, negro como el azabache. Sus ojos no daban crédito a lo que veía. Le explico el desconocido personaje los motivos de su estancia allí. Había llegado acompañado por la dueña del piso, creyendo esta que el inmueble estaba deshabitado, y se había quedado allí “a dormir con ella”. Menudo susto le dio el negrazo. Yo no sé si Paco pudo conciliar el sueño esa noche, pero seguro, seguro que se le quitaron las ganas de beber.

miércoles, 8 de julio de 2009

las cigueñas de mi pueblo


las cigueñas de Lora sueñan en una tarde de verano

el representante



Últimamente los medios de comunicación son terriblemente imparciales. No se dedican a informar sino a opinar. Sin ningún disimulo arriman el ascua a su sardina, y si de paso le dan un coscorrón al rival ideológico, mejor que mejor. A mí me parece una falta de ética periodística, pero en fin, solamente es un reflejo más de la falta de ética en todos los aspectos de la sociedad actual.
A razón de esto quiero contar una anécdota que refleja claramente este síntoma. La suele contar mi padre y creo que es uno de los mejores ejemplos de cómo de una pequeña historia, se puede sacar una conclusión clara y concisa.
Esta pequeña historia ocurrió en un pueblo cualquiera de nuestra piel de toro. Pienso que no es importante el lugar, así que cada uno la aplique al sitio que mejor le convenga. El protagonista de nuestra historia tenía como oficio viajante de comercio. El buen señor era uno de las miles de persona que se dedican a este oficio todos los días y conocen perfectamente lugares y carreteras.
Su área de trabajo se extendía por numerosos pueblos de la provincia. Por lo tanto nuestro nombrado representante continuamente estaba trasladándose de un pueblo a otro, y conociendo indirectamente toda la actividad social, laboral, etc., de estos sitios.
Un buen día nuestro protagonista se tuvo que quedar a dormir en uno de estos pueblos. El coche se le había averiado y hasta el día siguiente no podía contar con él. Después de cenar salió a dar una vuelta por el pueblo, esperando encontrar alguna diversión que disipar su aburrimiento. Poca diversión había en aquel lugar y lo único que le llamo la atención, fue que en esa noche y en el pabellón municipal había un mitin del presidente autonómico de esta comunidad.
No es que nuestro aburrido representante tuviera una acentuada ideología política, y no es que fuera amante de la oratoria, pero al menos estará entretenido , además detrás del discurso del político se ofrecía una actuación de los Mojinos Ezcocios, y al menos eso si prometía ser divertido.
Con decisión se dirigió hacia el lugar donde se celebraba el acto. Se acomodó en una silla cerca de un grupo de seguidores del partido que daba el mitin y se dispuso a escuchar la oratoria del líder.
A todo esto, debo decir, que nuestro protagonista, tenía la buena o mala costumbre, de comentar en voz alta todo lo que pensaba.
Al momento el jefe del partido comenzó a desarrollar su discurso, comentando una y otra vez los logros conseguidos bajo su mandato.
Empezó diciendo: “En el pueblo de al lado hemos construido un pabellón de los deporte con capacidad para 2000 personas”.
Al escuchar esto nuestro protagonista, dada su mala costumbre, comento en voz alta, pero para sí mismo: “Pues eso es mentira, en el pueblo de al lado solo han construido una mala cancha de baloncesto, yo lo sé porque he estado allí hace poco”.
El líder del partido continuó exponiendo su discurso de la siguiente manera: “Y en el pueblo de mas allá hemos construido un ambulatorio dotado del los más modernos y mejores aparatos para realizar diagnósticos”.
El representante seguía comentando en voz alta: “Pues vaya, eso es mentira, ayer estuve yo allí, y lo único que había era una pequeña consulta que hasta le faltaban las tiritas”.
Así continuó el orador y de la misma manera que antes siguió nuestro amigo. Poco a poco con sus comentarios, fue llamando la atención de uno de los componentes del grupo de seguidores de partido.
Por fin, terminó el líder exponiendo uno de sus últimos logros, decía así: “Entre el pueblo de arriba y este de abajo hemos transformado una vieja y maltratada carretera en una espectacular pista, dotada de arcenes y perfectamente señalizada”
De repente nuestro representante reflexionó en voz alta de esta manera: “Eso si que no. Yo he pasado esta mañana por esa carretera y estaba tan llena de baches que mi coche se ha roto por eso”
Ya irritado el seguidor del partido que llevaba un rato observando al viajante, no pudo contener su rabia y dirigiéndose a nuestro amigo con una voz rotunda y llena de fanatismo le gritó estas palabras: “Lo que usted tiene que hacer es viajar menos y leer mas el periódico”.

martes, 7 de julio de 2009

A mi madre le gusta el tenis


Mi madre nunca ha sido muy deportista. Que yo sepa nunca ha practicado ningún deporte, si acaso, alguna vez se pone a ver los partidos de futbol que echan en la tele. Hay que explicarles varias veces que equipos están jugando, pero al final acaba por enterarse. Eso sí, cada vez que un jugador tira a la portería, ella siempre dice: “Por abajo, siempre por abajo”. Comenta que es así como se marcan los goles, que tirando mas alto el balón siempre sobrepasa la portería. Una más de sus teorías.
Lo que si he observado es que cuando retransmite un partido de tenis por la tele, le gusta contemplarlo. Ella se sienta tranquilamente en su sillón favorito y a disfrutar del partido. Cuando lo está viendo nunca dice set, ni juego ni nada parecido que tenga que ver con el tanteo de este deporte. Lo único que le oigo gritar es un escueto y desilusionante: “Vaya”.
Un día le pregunté que por cuál de los dos jugadores se decantaba. Y ella me respondió extrañada.: ¿Pero es que hay que elegir uno? .Ya comentando este deporte, me dijo que no comprendían que esos señores que cobraban tanto como podían jugar tan mal. ¿Tan mal? Le contesté yo al momento. Y ella me respondió: Si hijo tan mal, que hasta yo juego mejor. Fíjate ese jugador en vez de echarle la pelota a donde está el otro se la manda al lugar contrario. ¡Y anda que no se les cae pronto la bola! ¡Así no se puede jugar! Estaba claro que para ella jugar, era compartir y no fastidiar al contrario. Y en cierta manera tiene razón, en estos tiempos en que vivimos dedicamos mucho de este a competir con los otros y poco a disfrutar con los compañeros.
¿No has ido nunca a ver un partido de futbol con alguien que desconoce las reglas de juego? Para esa persona en principio es como estar leyendo chino, no se enteran de nada. Una vez fui con una amiga al futbol. La invite a ver un partido de liga en el Sánchez Pizjuán. Jugaban Sevilla y Valencia. En principio le gusto el ambientillo que rodeaba al estadio. La cervecita que se toma uno antes, los cacahuetes que se compran para ver el espectáculo, y hasta disfrutó bastante cuando cantamos el himno, ese tan famoso de El Arrebato.
Cuando comenzó el encuentro, lo primero que me preguntó que cuales eran los nuestro. Yo le conteste que los que teníamos que marcar en la puerta que se encontraba a la derecha. Esta primera parte se lo pasó realmente entusiasmada, aunque decía uhy en las más absurdas de las jugadas. Llegó el descanso y cada uno nos tomamos el respectivo bocadillo de salchichas. Salieron de nuevo los jugaros al terrero de juego y ella siguió animando. Pero ahora con sorpresa vi como animaba al Valencia.
El juego del Sevilla nos que hubiera sido espléndido en la primera parte, pero tanto como para cambiar de equipo no. Ella, una y otra vez seguía animando al Valencia. Ya sorprendido, ya mosqueado por su actitud, le pregunte que por que animaba ahora al equipo contrario. Ella totalmente sorprendida, me contesto. ¿Pero nosotros no somos los que tenemos que meter goles en la portería derecha?
En fin, lo que es la ignorancia. Pero para ignorancia la de un par de guardias civiles de tráfico que se encontró mi padre.
Mi padre fue portero de futbol, y no un portero aficionado, sino que llegó incluso a jugar en segunda división. En sus primero tiempos de portero formaba parte del equipo juvenil de Lora. Durante este periodo de tiempo se recorrió media provincia de Sevilla, jugando un encuentro aquí y otro allá. El equipo viajaba en un modesto autobús y siempre en la parte posterior colocaban una pancarta , que era vista desde el exterior del autobús. En la pancarta aparecía el escudo del Lora C.F. y la siguiente inscripción : “Equipo juvenil de Lora del Río”.
Un día , de al principio de la década de los cincuenta, en la carretera ,entre Lora y Carmona fueron parados por la guardia civil.
La guardia civil ,de aquella época, estaba conformada por hombres no demasiados cultos, pero eso si dotada de bastante mal genio, lo cual imponía suficientemente a la población.
Pues como decía, de pronto una pareja de guardia civil, detuvo el autobús . Imagínese lector la tal pareja. Dos señores con su respectivos bigotitos, su capa de color verde y el complementario tricornio, además de una buena ración de mala lecha. Después de parar el autobús , a continuación obligó a bajar al conductor de este , al cual le siguió el entrenador de los juveniles. Ya eran cuatro sobre el asfalto.
Al instante uno de los guardias civiles se dirigió al entrenador y les dijo:
- Buenas tardes señor .¿Nos puede explicar quienes viajan en el autobús?
El entrenador contestó : “ Es un equipo de futbol de Lora del Río ”
El otro guardia civil preguntó : “Si , si eso se ve muy claro . ¿Pero está formado por personas mayores o por jóvenes?
El entrenador algo perturbado por una pregunta tan extraña, les respondió a estos :
-¿Pero señores eso que importancia tiene?
Uno de los guardias civiles les respondió bastante serio:
- ¿Cómo que no importa?.Vuelvo a preguntarle. ¿Está formado por personas mayores o por jóvenes?
-Por jóvenes . Son jóvenes los que forman el equipo. Le respondió el máximo responsable del grupo.
Al oir la respuesta uno de los guardias civiles mostró una mirada de complicidad al otro y le dijo:
- Lo que yo te decía Isidoro. ¿No ves como tengo razón?
El guardia civil que parecía tener mayor rango se dirigió de forma rotunda al entrenador:
“ -Señor, por el buen nombre de nuestra patria, esa pancarta es una barbaridad, no puede quedar así”.
El otro guardia civil apoyando a su compañero en la conversación, matizó :
-¡ Vamos a ver, pedazos de mendrugos!. Si el equipo de futbol es de jóvenes, ese equipo no se puede llamar juvenil.
A lo que reforzó el otro civil, diciendo:
-¡Juvenil, juvenil ¡. ¿Eso es una palabra?. En la pancarta tiene que poner: “Equipo jovenil de Lora del rio”.¡ Jovenil, so pedazo de burro!. Está muy claro, jovenil, de jóvenes.
Desde luego hay salvadores de la patria que mejor que no lo intenten.

sábado, 4 de julio de 2009

el gorrón


Una de las personas más curiosas que he conocido en mi vida, fue un compañero de facultad cuyo nombre era Juan Manuel. Tipo curioso este, tanto por su aspecto como por su carácter.
Físicamente era un ser muy delgado, de cabellos bastantes rizados y con unos movimientos descompasados que invitaban al despiste. De vez en cuando sus piernas no se dejaban llevar por las órdenes de su celebro, y cada una de ellas cobraba autonomía, es decir que cada una de ella gira o se retorcía hacía donde le daba la gana. Eran veces contadas a las que a mi compañero le ocurría esto.
En una de ellas, el nombrado personaje iba por una calle de Sevilla. De pronto una de sus piernas comenzó a torcerse hacia la derecha, mientras otra se iba hacia la izquierda. Aquel hombre me recordaba al tío calambre de la canción de Luís Aguilé. No se le ocurrió otra cosa que introducirse en un portal mientras recibía este extraño ataque. Al rato gritaba como un descocido: “¡Ayuda, ayuda”!. Las gente al ver la actitud de este peculiar personaje tumbado sobre el suelo del portal, creyendo que era mendigo, en vez de auxiliarle , lo que hacían es lanzarle monedas.
Por curiosas, y quizás trágicas razones, este personaje compartía piso conmigo durante un curso escolar. También vivían en ese lugar, un amplio y extraño piso de estudiantes, dos compañeras más de carrera. Todos compartíamos la carrera de Bellas Artes en Sevilla.
Antes de este año el susodicho personaje estuvo viviendo con otros compañeros. Creo que eran tres personas las que compartían el piso. Los demás habitantes de la vivienda no estudiaban la misma carrera. Llegado el mes de febrero en la facultad de Bellas Artes se convocó una huelga que duró bastantes semanas. Mi compañero al no tener nada que hacer en Sevilla, se marchó a su pueblo durante esta temporada. Como ya habían pasado varias semanas, incluso diría que casi un mes, los compañeros de piso de Juan Manuel le reclamaron que abonara la parte proporcional del alquiler del piso que le correspondía durante ese tiempo. Juan Manuel les dijo que el se negaba a hacerlo pues él no había habitado el piso durante ese tiempo y por tanto creía que no debía de pagar. Los compañeros de su piso le dijeron que ellos no tenían culpa que hubiera habido una huelga en su facultad, y que además cuando él se comprometió a compartir piso con ellos, esto implicaba pagar todas las cuotas del alquiler.
La discusión continuó durante varios días. Él negándose a pagar, los otros reclamándoles la mensualidad. Tan cansado y harto estaban sus compañeros de la tacañería de Juan Manuel, que ni corto ni perezosos no se les ocurrió mejor idea que atizarle con una sartén en la cabeza. Este, Juan Manuel, que tampoco se andaba con medianías, denunció a ambos, y como ganó el juicio y los otros a partir de este suceso tuvieron antecedentes penales, cuando les llegó la prologa de la mili, no pudieron solicitarla. Por lo que tuvieron que abandonar la carrera en el curso siguiente.
Juan Manuel era extremadamente delgado, y su obsesión era aumentar peso como fuera. Por lo tanto se dedicaba a comer y comer de una forma compulsiva. Lo más curioso de todo es que entre todos los habitantes del piso de estudiantes donde yo vivía comprábamos la comida en común. Cuando íbamos los cuatros al supermercado, Juan Manuel siempre decía que a como a él no le gustaba esto u lo otro, el no lo compraba y por lo tanto no pagaba. Al final, el casi no pagaba nada y los demás nos gastábamos todo el dinero.
Cuando llegaba el fin de semana, todos los habitantes del piso nos marchábamos a nuestros respectivos pueblos, menos Juan Manuel, que permanecía en Sevilla. Era tal la glotonería de este que cuando volvíamos el lunes el frigorífico aparecía completamente despoblado. Tanto de la comida nuestra como de la suya. Tanto era la obsesión por engordar que tenía, que mientras el viernes la tarina de “Tulipán” estaba completa, el lunes aperecía vacía. Se dedicaba, a comerse la mantequilla de todos, con una cuchara. Y el martes otra vez teníamos que reponerla.
El nombrado personaje se solía gastar poco dinero en la comida en común o en invitar a los amigos, pero eso sí de vez en cuando se iba a una librería y aparecía con dos o tres de los mejores libros de arte que te puedas comprar. Nos lo enseñaba con mucha alegría y orgullo, mientras nosotros pensábamos, este se los ha comprado a costa de nuestra comida.
Era tan tacaño el tío, que nunca compraba tabaco, porque decía que él no fumaba, y que para una vez que lo hacía no merecía la pena comprarlo. Eso sí, a una de mis compañeras de piso le secaba al menos tres o cuatro cigarrillos al día. Lo más curioso es como se los pedía. Antiguamente las máquinas de tabaco mientras te expedían el productor, entonaba una popular musiquita. Eran sonidos de los más simple y conocidos, y el más usual entre ellos era el de la conocida melodía de la cucaracha. Pues bien cada vez que Juan Manuel quería pedirle un cigarro a mi compañera, no se le ocurría otra cosa que entonar la canción de la cucaracha, pero cambiándole la letra.
Querido lector, ahora es el momento de recordar la graciosa melodía, pero por favor, añádale la siguiente letra: “Dame un cigarro, dame un cigarro, que me lo voy a fumar, dame un cigarro…..”
Ya lo dice el refrán: “Genio y figura hasta la sepultura”. Pues bien, con el paso del tiempo, Juan Manuel terminó su carrera de Bellas Artes y a los pocos años ya estaba trabajando como funcionario. He de decir que otras de las peculiaridades de este personaje, es que estaba dotado de una suerte inmensa. Se presentaba a un examen, por ejemplo, de 40 temas, y solo se había estudiado uno, pues ese era el que le tocaba, y así sucesivamente. Con esta suerte no era de extrañar que a los pocos años tuviera trabajo fijo.
También otra característica del personaje era su enorme despiste. Un día mientras impartía clase fue requerido por un conserje del centro para que fuera a responder a una llamada de teléfono . No se le ocurrió mejor cosa que dejar a los alumnos encerrados en la clase y con llave echada . Mientras charlaba por teléfono sonó el timbre que anunciaba la finalización de las clases por ese día. Sin reparar en nada, se marchó tranquilamente a su casa, sin darse cuenta que dejaba a los alumnos encerrados en el aula y sin poder salir. Los conserjes cerraron el instituto sin saber que estos alumnos aún permanecían en la clase. Y si no hubiera sido por el padre de uno de los alumnos que a las pocas horas le extraño que su hijo no fuera a comer, estos se hubieran llevado toda la noche en el centro.
Recordando la tacañería de este personaje, debo nombrar uno de los sucesos más patéticos que creo recordar sobre él. Como ya he dicho Juan Manuel era profesor funcionario. Estaba destinado en un centro de la Bahía de Cádiz. A veces, los compañeros de trabajo para hacer más agradable la estancia en el centro deciden poner un dinero determinado, para comprase algunas cosas con que entretener el estómago. Suele ser café, leche o algún tipo de pasteles o galletas, además así te ahorras salir a la calle a desayunar .
Pues bien, ese curso los compañeros de centro de nuestro personaje, habían decidido poner cada uno de ellos unas cien pesetas, para comprar las galletas y el café del mes. Evidentemente Juan Manuel no participó en esta tarea común, alegando como casi siempre que el casi no comía y que además a él las galletas no les gustaban. Pero lo que son las casualidades del destino, a las pocas semanas Juan Manuel al rato de impartir una clase se encontraba bajando por la escalera del centro. Sin querer ,un alumno que subía la escalera con bastante velocidad , empujó a nuestro personaje, con tan mala suerte que nuestro renombrado JM terminó rodando por esta, hasta terminar tumbado sobre el suelo de la entrada del instituto, donde se encontraban en ese momento la mayoría de los profesores del centro. Cuál sería la sorpresa de todos al ver a sus pies a su tacaño compañero, lloriqueando con lastimosos sonidos y rodeado de un numeroso números de galletas, que se le habían caído de los bolsillo mientras rodaba y rodaba. No fue difícil comprobar que las citadas galletas eran las mismas que pocos días antes habían desaparecido misteriosamente de la sala de profesores.

viernes, 3 de julio de 2009

¡Ay que fatiguita!


Desde que estoy en Cádiz, no sé lo que me ocurre, pero todas las noches antes de cenar tengo unas fatiguitas. Es verdad, que la vida del veraneante es muy desordenada. Todo el día en la calle.
Comienzas desayunando en la calle. Por cierto aquí al lado de mi casa tengo dos opciones estupenda. Una, la churrería que tengo enfrente de mi portal y otro el bar de la plaza.
En la churrería hacen dos tipos de churros, o de jeringo, como se dice en mi pueblo. Uno finito y muy doradito, que a mí personalmente me parece una cursilada y otros, eso sí que vale, estilo porra madrileña. Con una masa y un grosos abundante. Si quieres también te sirven un buen tazón de chocolate .Los dueños parecen ser madrileño, digo esto por el acento que poseen y siempre tienen el local muy pulcro.
Otra de las opciones cercanas, es bar que tengo en la plaza donde vivo. En primer lugar lo más agradable es el fresquito tan bueno que recibes mientras te encuentras sentados en los veladores de la plaza. El local se llama el Capirulo y te ponen un molletito con aceite, tomate y jamón que es para quitarte el sentio. Además con las ganitas con que cojo yo la primera comida del día. Por cierto, el bar parece una sucursal de Sudamérica, los camareros y camareras, casi todos muy amables, son de origen sudamericano. Y cuando ya has terminado de tomar el café, solo se te ocurre decir, recordando aquellos famosos anuncios de Supersol: ¡Ole que precios!
El resto del día se pasa en la playa, hamacas van y hamacas vienes. Le compras al tío de las cervezas que va por la playa un par de ellas. Después las tapitas. Que si cazón en adobo, que si tortillita de camarones, que si choquitos, que si….Vamos que el tapeo en Cádiz es para no descansar. Y tan exquisito todo. ¡Y yo erre que erre con fatiguita!
Después de la siesta los cubatitas en el Flamenco. Un bar enfrente de mar. Quizás el mas alternativo de esta orilla.
Más tarde la cena, y vuelta a empezar. Que si tortillita de camarones, que si cazón….Y yo con fatiguita. ¿Cómo es posible con lo bueno que esta todo yo tenga esas nauseas?
Estoy muy extrañado del comportamiento de mi estómago. Aunque ahora que recuerdo. ¿No será lo que me da fatiga el turrón de coco que me tomo todos los días?
¡Turrón de coco! Si hijo sí. Aunque parezca extraño yo como en verano turrón. Bueno tampoco tanto. Una tabletita que tenía guardada desde el verano pasado, estaba de oferta en el día y se me antojó. Ahora que caigo. ¿No estará caducada la tableta?.
Efectivamente, caducada total. Desde el 16 de noviembre del 2008. ¡Que fatiguita hijo, que fatiguita cada vez que lo recuerdo!

jueves, 2 de julio de 2009

Ponte calzoncillos nuevos


Mi amigo Luis era un tipo especialmente peculiar, el seguía creyendo que la fe mueve montañas. Durante un tiempo vivió un relación amorosa que lo marco el resto de su vida. Aunque al principio de esta relación todo fue perfecto, con el paso de los años, Lara, su novia se fue volviendo un ser déspota y carente de principios, pero mi amigo se resistía a abandonar ese amor. Ella una y otra vez procuraba hacerle todo el daño posible para que la dejara, pero el persistía en su fe, pensaba, que en el fondo aún Lara estaba enamorada de él. Se encontraba tan cierto y tan ciego en esta afirmación que busco uno y mil trucos para recuperar su amor, tanto que un día recurrió a un gurú, de estos que se anuncia en las revistas mas casposas. La respuesta de este nuevo brujo lejos de todo no estaba ausente de poco lógica, en principio le decía en sus cartas que sobretodo confiara en él, y que siendo así recuperaría el amor de Lara. También le añadía otro recomendación no tan cercana al sentido común .Le envió con la carta un sobrecito lleno de algo parecido a harina que todas las noches debía de guardar debajo de las sábanas después de recital una extraña oración. Juraba y perjuraba que esto haría conseguir el fin de mi amigo.
Como con el paso del tiempo estos estrafalarios intentos no daban sus frutos. El no desistió en su fe y en su empeño, y no se le ocurrió mejor cosa que comprarse el nuevo libro del adivino Rapel, que decía contener todos los sortilegios posibles para conseguir cualquier objetivo.
Pues siguiendo este manual continuó practicando su novata brujería. El libro además de dar varios consejo para conseguir el amor deseado, también poseía rituales para poder encontrar cualquier cosa que se hubiera perdido, mejorar con el reuma, conseguir que tu perro ladre menos y no se cuantas cosas mal.
En este tiempo también mi amigo, por problema con su dentadura aparecía con un enorme flemón en la boca. Y no se le ocurrió mejor cosa que recurrir al susodicho libro. Exactamente en uno de sus apartados sugería que hacer para evitar malas de dientes. Una oración a santa Rita, cuatro cabezazos contra la pared y problema solucionado.
Así se llevo durante un par de semana, y no solo el flemón disminuía además este se acrecentaba y engordaba con una enorme facilidad. Más añadido de que la cabeza de mi amigo parecía un bollo de tantos golpetazos que se tenía que dar contra la pared. A tal tamaño llegó el flemón que estuvo a punto de ahogarlo. Ya llevado por la lógica más que por la magia decidió ir al ambulatorio para que lo viera un médico. Al aparecer ante con tamaño bulto inmediatamente el doctor le recetó una serie de inyecciones para que se las aplicara lo mas presto posible.
Y aquí vemos a mi amigo comprado la recetada medicina y dispuesto a ir al practicante para que se las pusiera. Antes de hacer esto decidió pasarse por su casa y tomarse una buena ducha, pues era verano y entre el susto del flemón y la despiadada temperatura aparecía totalmente empapado de sudor.
Una vez dentro del baño se acordó que allí no tenía calzoncillo, por lo que llamó a su madre para que les llevara unos nuevos. Luis abrió un poco la puerta del baño y su madre por esa pequeña rendija le dio los nuevos calzoncillos.
Ya listo, limpio y vestido se dirigió raudo al antes citado ambulatorio. Cuando llego a este lugar le atendió un amable practicante. Le insinuó que pasara a su consulta para que le fuera puesta la milagrosa inyección. Así lo hizo mi amigo. El amable practicante continuó dispensándole una relajada conversación a mi amigo. De pronto le dijo que se bajara los pantalones, y fue hacer esto mi amigo e inmediatamente el practicante cambiar de carácter. Se volvió un ser mudo, seco y casi desagradable. Le extraño esto a Luis pero no le dio demasiada importancia.
Después de aplicada la inyección se marchó a descansar a su casa, ya era tarde y se disponía a acostarse. La inyección le había provocado demasiado sueño.
Volvió a entrar en el cuarto de baño para ponerse el pijama. Cuando en el espejo de este vio algo que le impacto bastante. Se había visto el mismo en el espejo, con sus nuevos calzoncillos. Pero cuál sería su sorpresa cuando descubrió que este calzoncillo se encontraba repleto de enormes agujeros. Tanto por delante como por atrás, aquello no erran unos gallumbos sino un colador. Diez o quince agujeros aparecían bien marcados en el susodicho tejido.
De repente llamo a su madre para que le diera explicaciones sobre los calzoncillos que le había aportado. La mujer se quedo tan extrañada como su hijo de que esta prenda estuviera en un estado tan deficiente como aparecía. Ambos no encontraban explicación a lo sucedido. De pronto descubrieron un nuevo reluciente y entero calzoncillo en lo alto de una silla próxima al baño. Por lo tanto estos eran los que se debía haberse puesto. ¿Pero de donde había aparecido el impresentable slip?
De repente, madre e hijo, descubrieron el motivo de esta incidencia. Al lado de la silla donde estaban los inmaculados calzoncillos, se encontraba una larga caña que su madre utilizaba junto a un trapo en el extremo, para quitar el polvo y las telarañas del techo. Mi amigo, en vez de ponerse, los calzoncillos nuevos, se había puesto el trapo viejo del polvo que usaba su madre para limpiar.
A la madre lo único que se le ocurrió decir es que menos mal que el practicante, al ser un sustituto, no era del pueblo, porque sino este año su hijo saldría en las letras del carnaval.

miércoles, 1 de julio de 2009

Picha, ven en tren



Ayer, por fin se iniciaron mis vacaciones. ¡Que suerte y que necesidad! Estaba deseando enfilar el camino del mar y reencontrarme con mi querida Cádiz.
Este año he decidido no ir en coche, por lo menos por ahora. En primer lugar porque cuesta mucho trabajo encontrar aparcamiento en esta época del año y en segundo porque tengo coche nuevo y voy a estar continuamente preocupado por él. Si lo meto en un garaje público, me saldrá a la no despreciable cantidad de 35 euros por días, y es verdad que ya no me tendría que preocupar por el coche, ahora tendría que hacerlo por mi economía.
Definitivamente decidí coger el tren, este transporte público tan valorado. He de reconocer que no había demasiada gente para comprar el billete y que el señor que nos atendió en la taquilla era amable. Digo nos atendió porque decidí hacer este trayecto acompañado de mi amiga Elisa.
Hasta aquí todo bien, obviando el peso enorme de la maleta. Esta vez la completé con el ordenador desde el ahora estoy escribiendo, hasta un instrumental algo extraño, compuesto por numerosos brazos de metal, que en teoría sirven para aliviar el volumen de mi extensa barriga. Ya de por sí es un ejercicio cargar con él.
Como iba relatando hasta este momento todo aparentaba normalidad. Cuando estábamos ya en el andén de Santa Justa, el tren parece que no llega. Cinco minutos, diez, quince, y allí los dos muertos de calor. Yo hasta me fue un cigarro, aunque claro esto no está permitido, pero ya se sabe comenzó una muchacha que había al lado mía, otro señora mas mayor que tenía a mi izquierda, le continuó un estudiante de aspecto culto y por fin yo. Parece que uno se dice que cuando somos muchos los que cometemos el delito, este es menor.
Por fin llego el tren, y colocamos nuestras maletas en el sitio correspondiente. Cuando tren ya había comenzado su marcha nos dimos cuenta que justamente en un asiento cercano a nosotros se encontraba un señor dormido. Mi amiga y yo comenzamos con las conjeturas. ¿Estaba ese señor antes allí? ¿Está realmente dormido? Digo esto porque su aspecto era la de sur totalmente desaliñado, falto de aseos y su postura era lo más retorcida posible. Yo no me hubiera atrevido a despertarlo.
Por fin llego el revisor y lo despertó sin mucho tiento. El hombre se incorporó súbitamente y le comentó a revisor que antes de llegar a Sevilla se había quedado dormido y por lo tanto sin querer volvía a Cádiz. Después de una absurda discusión se tuvo que bajar en Utrera para no reeditar el viaje.
A santo de esto, recuerdo la anécdota que me contó mi cuñado sobre su sobrino. Este, su sobrino, fue un sábado a una boda a Utrera, en tren, claro. Pues bien se lo tendría que haber pasado tan bien en la boda que se recogió sobre las diez de la mañana. A esta hora decidió volver a tomar el tren hacia su lugar de origen, Lora del Río. El muchacho estaba tan cansado que se quedó dormido en tren. Cuando despertó eran las tres de la tarde, y discurría por Dos Hermanas. Se había llevado varias horas haciendo el trayecto Lora del Río – Utrera sin que nadie lo despertara.

Continuando con mi retorno a Cádiz en tren, me llamo la atención entre los pasajeros uno que cada vez que llegaba a una estación, se asomaba a la puerta del vagón, encendía un cigarro, le daba dos caladas y lo volvía a apagar, porque ya se cerraban las puertas del tren y no le daba tiempo fumárselo por completo. Era un muchacho de unos treinta años, aproximadamente, vestido con calzonas azules, camisa desenfada y botines de deporte.
Este, al cabo de varias estaciones ya se canso de su pesado mecanismo de fumador y decidió seguir fumando en el mismo vagón. Parecía que estaba realmente desesperado por fumarse un cigarro completo.
El susodicho personaje se encontraba acompañado otro chaval de aspecto y edad parecido a él, y por una muchacha a la que sin dar mucho rodeo podríamos calificar de algo descuidada.
Los tres viajaban en el último vagón del tren, prácticamente solo. Al lado de una máquina que expedía bebidas fresca y otras golosinas. Por lo visto el desespero o el aburrimiento iba inundando a este grupo y durante un extenso rato no se les ocurrió otra cosa que golpear el botón de la máquina que servía para que te dieran alguno de estos productos. Supongo que estaría probando suerte. No tuvieron mucha, por cierto.
Más tarde como las pobres criaturitas estaban aburridas, no se les ocurrió otra cosa que jugar con una maciza pelotita de goma, parecida a la que emplean los antidisturbios para espantar al personal. Y la pelotita iba y venía, rebotaba en los cristales del balón mientras que los demás pasajeros nos dedicábamos a esquivarla. ¡Que divertido! Y a todo esto el tren sin aire acondicionado, los pasajeros derritiéndose como helados.
El citado muchacho después de ejercitar numeroso actos de vandalismo. Volvió a sentir de nuevo otra imperiosa necesidad, por lo visto irreprimible. No se le ocurrió mejor idea que enfrentase de nuevo a la máquina expendedora de bebidas. Se apostó frente ella, apuntó hacia su objetivo con su aburrida manguera y se meo completamente encima de la máquina.

Dibuja con perspectiva

Dibuja con perspectiva
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