El sentido del ridículo, o más bien la autoestima, va impresa en uno mismo .La presientes y te marca. Según esta ,te riges con seguridad o con desconcierto. Te da alas o te convierte en un ser acomplejado y cobarde. No solo te influyen las opiniones que los demás tengan sobre ti, sino, sobre todo, lo que tú creas que los demás opinan sobre uno aunque esto jamás lo hubieran expresado. ni siquiera, como en el caso de la siguiente anécdota, se lo hubieran imaginado.
Yo ni siquiera viví este momento, pero siempre que lo recuerdo, además de provocarme una sonrisa, me da por reflexionar, de cómo el propio pensamiento puede marcar nuestras relaciones.
Hace bastante años, mi hermana y un grupo de amigas suya se encontraban una noche de verano disfrutando de sus juegos. Era un grupo de 6 o 7 niñas de aproximadamente unos once años de edad. Como solía ser habitual a primera hora de la noche, cuando el calor ya se había remitido, solían quedar en una plaza de mi pueblo. Una plaza amplía, repleta de naranjo y acompañada por dos altas palmeras. Una plaza centrada por una fuente que casi nunca tenía agua y coronada por una cruz de forja.
Cuando se reunían ese grupo de amigas solían comprarse un polo de hielo o un paquete de pipa, para alimentar el rato. A veces jugaban a la comba, al contra o simplemente a charlar de sus cosas. Un día de esto decidieron ponerse a bailar sevillana en medio de la nombrada plaza. Mientras unas cantaban otras bailaban. De repente una de las amigas se marcho del grupo como si la persiguiera el diablo. Todas se quedaron extrañadas pero no le dieron más importancia .Creían que la amiga se había marchado tan rápida por no poder contener más una de sus necesidades primaría. ¡Vaya que cursi me ha salido esta última frase! Vamos, que lo que yo quería decir es que se estaba meando.
Pasaron varios minutos cuando la alocada niña volvió acompañada por su madre. Esta bastante enfadada, y llevando a su hija de la mano , se dirigió al grupo de chiquilla, gritando como una loca, diciéndole las siguientes frases:
-¡A ver, a ver!- se expreso está furiosa madre haciendo unos enormes aspaviento con sus manos. ¿Por qué se estáis metiendo con Encarni ?Que así se llamaba la maltratada niña. ¡No das vergüenza con lo grandecita que sois ya ¡ Siempre al los niños se le suele recordar este tópico cuando queremos que se porten responsablemente , como si no hubieran personas mayores que por muchos años que cumpla, la responsabilidad no le llega ni a las suelas de los zapatos
El resto de las crías al ver la actitud de esta enfadada madre y sobre todo al escuchar sus palabras, se quedaron enormemente sorprendidas. Una de ellas, la mas resuelta y pizpireta, se dirigió a esta.
-¿Qué nosotras nos hemos metido con Encarni ?¡ Pero si lo único que estamos haciendo es bailar sevillanas! .
-¡Eso, bailar sevillanas ¡ ¡Y no se os ocurrido otra cosa que decirle que era muy pava bailando sevillanas- dijo la madre enfurecida.
Ahora si que se encontraban sorprendida el grupo de chiquilla. Se miraron unas a las otras, y comenzaron a decir una por una que no le habían dicho absolutamente, que solo se habían limitado a cantar y bailar-
La acusadora Encarni al verse desvalida de argumentos y viendo como su madre cada vez la creía menos. No se le ocurrió mejor cosas que expresarse con estas palabras, digna de un auténtico análisis psicológico.
-Es verdad, no me habéis dicho que bailo muy pava. ¡Pero lo habéis pensado!
-
Yo ni siquiera viví este momento, pero siempre que lo recuerdo, además de provocarme una sonrisa, me da por reflexionar, de cómo el propio pensamiento puede marcar nuestras relaciones.
Hace bastante años, mi hermana y un grupo de amigas suya se encontraban una noche de verano disfrutando de sus juegos. Era un grupo de 6 o 7 niñas de aproximadamente unos once años de edad. Como solía ser habitual a primera hora de la noche, cuando el calor ya se había remitido, solían quedar en una plaza de mi pueblo. Una plaza amplía, repleta de naranjo y acompañada por dos altas palmeras. Una plaza centrada por una fuente que casi nunca tenía agua y coronada por una cruz de forja.
Cuando se reunían ese grupo de amigas solían comprarse un polo de hielo o un paquete de pipa, para alimentar el rato. A veces jugaban a la comba, al contra o simplemente a charlar de sus cosas. Un día de esto decidieron ponerse a bailar sevillana en medio de la nombrada plaza. Mientras unas cantaban otras bailaban. De repente una de las amigas se marcho del grupo como si la persiguiera el diablo. Todas se quedaron extrañadas pero no le dieron más importancia .Creían que la amiga se había marchado tan rápida por no poder contener más una de sus necesidades primaría. ¡Vaya que cursi me ha salido esta última frase! Vamos, que lo que yo quería decir es que se estaba meando.
Pasaron varios minutos cuando la alocada niña volvió acompañada por su madre. Esta bastante enfadada, y llevando a su hija de la mano , se dirigió al grupo de chiquilla, gritando como una loca, diciéndole las siguientes frases:
-¡A ver, a ver!- se expreso está furiosa madre haciendo unos enormes aspaviento con sus manos. ¿Por qué se estáis metiendo con Encarni ?Que así se llamaba la maltratada niña. ¡No das vergüenza con lo grandecita que sois ya ¡ Siempre al los niños se le suele recordar este tópico cuando queremos que se porten responsablemente , como si no hubieran personas mayores que por muchos años que cumpla, la responsabilidad no le llega ni a las suelas de los zapatos
El resto de las crías al ver la actitud de esta enfadada madre y sobre todo al escuchar sus palabras, se quedaron enormemente sorprendidas. Una de ellas, la mas resuelta y pizpireta, se dirigió a esta.
-¿Qué nosotras nos hemos metido con Encarni ?¡ Pero si lo único que estamos haciendo es bailar sevillanas! .
-¡Eso, bailar sevillanas ¡ ¡Y no se os ocurrido otra cosa que decirle que era muy pava bailando sevillanas- dijo la madre enfurecida.
Ahora si que se encontraban sorprendida el grupo de chiquilla. Se miraron unas a las otras, y comenzaron a decir una por una que no le habían dicho absolutamente, que solo se habían limitado a cantar y bailar-
La acusadora Encarni al verse desvalida de argumentos y viendo como su madre cada vez la creía menos. No se le ocurrió mejor cosas que expresarse con estas palabras, digna de un auténtico análisis psicológico.
-Es verdad, no me habéis dicho que bailo muy pava. ¡Pero lo habéis pensado!
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