bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

miércoles, 1 de julio de 2009

Picha, ven en tren



Ayer, por fin se iniciaron mis vacaciones. ¡Que suerte y que necesidad! Estaba deseando enfilar el camino del mar y reencontrarme con mi querida Cádiz.
Este año he decidido no ir en coche, por lo menos por ahora. En primer lugar porque cuesta mucho trabajo encontrar aparcamiento en esta época del año y en segundo porque tengo coche nuevo y voy a estar continuamente preocupado por él. Si lo meto en un garaje público, me saldrá a la no despreciable cantidad de 35 euros por días, y es verdad que ya no me tendría que preocupar por el coche, ahora tendría que hacerlo por mi economía.
Definitivamente decidí coger el tren, este transporte público tan valorado. He de reconocer que no había demasiada gente para comprar el billete y que el señor que nos atendió en la taquilla era amable. Digo nos atendió porque decidí hacer este trayecto acompañado de mi amiga Elisa.
Hasta aquí todo bien, obviando el peso enorme de la maleta. Esta vez la completé con el ordenador desde el ahora estoy escribiendo, hasta un instrumental algo extraño, compuesto por numerosos brazos de metal, que en teoría sirven para aliviar el volumen de mi extensa barriga. Ya de por sí es un ejercicio cargar con él.
Como iba relatando hasta este momento todo aparentaba normalidad. Cuando estábamos ya en el andén de Santa Justa, el tren parece que no llega. Cinco minutos, diez, quince, y allí los dos muertos de calor. Yo hasta me fue un cigarro, aunque claro esto no está permitido, pero ya se sabe comenzó una muchacha que había al lado mía, otro señora mas mayor que tenía a mi izquierda, le continuó un estudiante de aspecto culto y por fin yo. Parece que uno se dice que cuando somos muchos los que cometemos el delito, este es menor.
Por fin llego el tren, y colocamos nuestras maletas en el sitio correspondiente. Cuando tren ya había comenzado su marcha nos dimos cuenta que justamente en un asiento cercano a nosotros se encontraba un señor dormido. Mi amiga y yo comenzamos con las conjeturas. ¿Estaba ese señor antes allí? ¿Está realmente dormido? Digo esto porque su aspecto era la de sur totalmente desaliñado, falto de aseos y su postura era lo más retorcida posible. Yo no me hubiera atrevido a despertarlo.
Por fin llego el revisor y lo despertó sin mucho tiento. El hombre se incorporó súbitamente y le comentó a revisor que antes de llegar a Sevilla se había quedado dormido y por lo tanto sin querer volvía a Cádiz. Después de una absurda discusión se tuvo que bajar en Utrera para no reeditar el viaje.
A santo de esto, recuerdo la anécdota que me contó mi cuñado sobre su sobrino. Este, su sobrino, fue un sábado a una boda a Utrera, en tren, claro. Pues bien se lo tendría que haber pasado tan bien en la boda que se recogió sobre las diez de la mañana. A esta hora decidió volver a tomar el tren hacia su lugar de origen, Lora del Río. El muchacho estaba tan cansado que se quedó dormido en tren. Cuando despertó eran las tres de la tarde, y discurría por Dos Hermanas. Se había llevado varias horas haciendo el trayecto Lora del Río – Utrera sin que nadie lo despertara.

Continuando con mi retorno a Cádiz en tren, me llamo la atención entre los pasajeros uno que cada vez que llegaba a una estación, se asomaba a la puerta del vagón, encendía un cigarro, le daba dos caladas y lo volvía a apagar, porque ya se cerraban las puertas del tren y no le daba tiempo fumárselo por completo. Era un muchacho de unos treinta años, aproximadamente, vestido con calzonas azules, camisa desenfada y botines de deporte.
Este, al cabo de varias estaciones ya se canso de su pesado mecanismo de fumador y decidió seguir fumando en el mismo vagón. Parecía que estaba realmente desesperado por fumarse un cigarro completo.
El susodicho personaje se encontraba acompañado otro chaval de aspecto y edad parecido a él, y por una muchacha a la que sin dar mucho rodeo podríamos calificar de algo descuidada.
Los tres viajaban en el último vagón del tren, prácticamente solo. Al lado de una máquina que expedía bebidas fresca y otras golosinas. Por lo visto el desespero o el aburrimiento iba inundando a este grupo y durante un extenso rato no se les ocurrió otra cosa que golpear el botón de la máquina que servía para que te dieran alguno de estos productos. Supongo que estaría probando suerte. No tuvieron mucha, por cierto.
Más tarde como las pobres criaturitas estaban aburridas, no se les ocurrió otra cosa que jugar con una maciza pelotita de goma, parecida a la que emplean los antidisturbios para espantar al personal. Y la pelotita iba y venía, rebotaba en los cristales del balón mientras que los demás pasajeros nos dedicábamos a esquivarla. ¡Que divertido! Y a todo esto el tren sin aire acondicionado, los pasajeros derritiéndose como helados.
El citado muchacho después de ejercitar numeroso actos de vandalismo. Volvió a sentir de nuevo otra imperiosa necesidad, por lo visto irreprimible. No se le ocurrió mejor idea que enfrentase de nuevo a la máquina expendedora de bebidas. Se apostó frente ella, apuntó hacia su objetivo con su aburrida manguera y se meo completamente encima de la máquina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dibuja con perspectiva

Dibuja con perspectiva
Dibujas con perspectivas - Diferentes vídeos