En uno de los años en los que estudiaba Bellas Artes en Sevilla, el ayuntamiento de esta ciudad nos convocó a varios de los pintores que vivíamos allí para que realizáramos algunos murales en la Alameda de Hércules.
Nos dieron las pinturas y las brochas, también nos ofrecieron a cada uno un lienzo de muro y nos dispusimos a pintar cada uno lo que buenamente pudo. Cada uno en su estilo plasmamos nuestra obra en pocas horas. Uno de mis compañeros de mural y de piso, Paco, dedicó su obra a los perros. De una forma muy personal y divertida.
Al rato, cuando ya habíamos finalizado una joven pareja de alemanes se dirigió a mi amigo, y con su escaso conocimiento del idioma, le comunicó a Paco que deseaba que su coche lo decorara con esos extraños animales. Cual fue la sorpresa de este al ver como el joven alemán acercaba un viejo Mercedes para que fuera coloreado por Paco. Le pareció tan divertida la tarea a mi amigo que no tardó mucho tiempo en realizarla.
Por fin el coche totalmente diseñado , convertido en una jaula andante. Después de esto, la pareja de alemanes, ella y él, nos convidaron a pasear por Sevilla con este coche tan original. ¡Fue tan divertido el viaje y tan diferente!. Cada momento haciendo sonar el claxon del automóvil para llamar la atención de los viandantes.
Después de esto estuvimos conversando con nuestros nuevos amigos teutones. Y nos enteramos que él era saxofonista y ella pintora. Los chavales se estaban dedicando a recorrer media Europa montando en su automóvil y él ganaba algún dinero actuando en algunas pequeñas sala de jazz de las ciudades que visitaba.
Como se venían gente divertidas, abiertas y amables y a nosotros nos sobraba un cuarto vacío en el piso de estudiantes, decidimos a invitarles a que vivieran con nosotros unos días. Se instalaron en la habitación desocupadas.
Por las noches todos juntos nos montábamos en el curioso automóvil y nos dedicábamos a buscar salas de jazz para que pudiera tocar nuestro amigo y así sacar un dinerito.
También le enseñamos a interpretar algunas melodías sevillanas, por lo que el último día se dedicó a tocar en la calle Sierpes. Con el dinero recogido nos compro varios litros de cervezas y así de esta forma tan generosa, la pareja se despidió de nosotros.
Nos dieron las pinturas y las brochas, también nos ofrecieron a cada uno un lienzo de muro y nos dispusimos a pintar cada uno lo que buenamente pudo. Cada uno en su estilo plasmamos nuestra obra en pocas horas. Uno de mis compañeros de mural y de piso, Paco, dedicó su obra a los perros. De una forma muy personal y divertida.
Al rato, cuando ya habíamos finalizado una joven pareja de alemanes se dirigió a mi amigo, y con su escaso conocimiento del idioma, le comunicó a Paco que deseaba que su coche lo decorara con esos extraños animales. Cual fue la sorpresa de este al ver como el joven alemán acercaba un viejo Mercedes para que fuera coloreado por Paco. Le pareció tan divertida la tarea a mi amigo que no tardó mucho tiempo en realizarla.
Por fin el coche totalmente diseñado , convertido en una jaula andante. Después de esto, la pareja de alemanes, ella y él, nos convidaron a pasear por Sevilla con este coche tan original. ¡Fue tan divertido el viaje y tan diferente!. Cada momento haciendo sonar el claxon del automóvil para llamar la atención de los viandantes.
Después de esto estuvimos conversando con nuestros nuevos amigos teutones. Y nos enteramos que él era saxofonista y ella pintora. Los chavales se estaban dedicando a recorrer media Europa montando en su automóvil y él ganaba algún dinero actuando en algunas pequeñas sala de jazz de las ciudades que visitaba.
Como se venían gente divertidas, abiertas y amables y a nosotros nos sobraba un cuarto vacío en el piso de estudiantes, decidimos a invitarles a que vivieran con nosotros unos días. Se instalaron en la habitación desocupadas.
Por las noches todos juntos nos montábamos en el curioso automóvil y nos dedicábamos a buscar salas de jazz para que pudiera tocar nuestro amigo y así sacar un dinerito.
También le enseñamos a interpretar algunas melodías sevillanas, por lo que el último día se dedicó a tocar en la calle Sierpes. Con el dinero recogido nos compro varios litros de cervezas y así de esta forma tan generosa, la pareja se despidió de nosotros.
Esta anécdota está dedicada a mi amigo Paco Mohedano para que siga creando de esa forma tan divertida. Por cierto mirar el monstruario que hay a la izquierda diseñado por Paco y Manolo. ¡Es muy divertido aunque algo irreverente! Je ,je.
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