Ayer, ya por la tarde, cuando me encontraba en Sevilla, decidí salir a recorrerla. Estoy demasiado gordito y necesito hacer algo de ejercicio, además quería volver a los sitios donde alguna vez amé la vida.
En primer lugar me dirigí a una librería. Compré el libro “el Guión de McGee”, estoy haciendo un curso sobre guiones de cortos y no quiero quedar como el último de la clase. A continuación, me deje llevar por mis recuerdos. Visité mi querida plaza del Salvador, me sumí en las callejuelas de Santa Cruz. Y comprendí que aunque es un barrio que tenga vida, esta solo es digna para una postal.
A continuación entre en la catedral, tras contemplar la Giralda. Allícentenas de personas, “mentes pías y puras” entonaban una canción a un exagerado ente imaginado. Aunque me pareció una locura, no dejo de reconocer que era hermoso su canto..
Tras esto recorrí varios sitios donde el buen recuerdo me inundaba. Reconozco que alguna cervecita tomé, pero no diré cuantas, no vaya a ser que un alumno malange, me ponga de mote el litrona. Sevilla bullía, se reencontraba consigo mismo. Las calles inundadas de vida invitaban a tal placer, vivir
Al cabo de varias horas, y ya cansado decidí regresar a mi casa. Cuando al intentar cruzar un semáforo, y que este me lo permitiera políticamente correcto , escuche esta conversación.
El grupo lo formaban varios alumnos ya en la universidad y comentaban entre ellos como le iba el encuentro con esta
1º universitario. ¡Quillo!. Pues yo no he notado casi nada el cambio. En mi clase tenemos un compañero que es idéntico al Napia. ¿Te acuerdas de él?. Aquel que estaba en nuestra clase y tenía una nariz de metro y medio.
2º universitario-¡Ah si!. Pues en mi clase hay una tía que esta buena, buena. Suele llevar una faldita que le llega por aquí. Mientras ,este personaje señalaba un lugar más alto que su rodilla. A continuación exclamó: ¡Le decimos la guarri ¡
De pronto se puso el semáforo en verde, y a los pocos minutos ya estaba en mi casa. Desde allí me acordaba lo hermosa que había visto a Sevilla esta tarde, lo sublime que fue escuchar un canto en la catedral, lo recóndito que es el barrio de Santa Cruz, y lo guena que están sus pringaitas.
El sueño ya se apoderaba de mí, y decidí acostarme. Antes de dormir, antes de volver a soñar, a pesar de la majestuosa tarde , en mi solo quedaba una pregunta muy humana. ¿Cuánto de cortita sería la falda de la guarri?
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