bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

domingo, 23 de mayo de 2010

¡ Como está el servicio !


Hace años ser estudiante de universidad implicaba tener que ir a vivir a la capital de la provincia y tener que compartir un piso con otros compañeros de carrera. Los medios de transporte no eran tan rápidos como para vivir en tu pueblo y poder desplazarte fácilmente a la capital todos los días.
Los estudiantes solíamos vivir en pisos totalmente inadaptados, con pocos y malos muebles. Yo incluso conocía a un dueño de piso que completaba esos pisos con aquellos muebles que se iba encontrando por la calle en los contenedores de basura. La televisión en estas casas eran altamente escasas y los frigoríficos no nadaban precisamente en la abundancia. Alguna de las discusiones habituales entre los habitantes del reciento eran por la trivial discusión de quien me a quitado este chorizo.
Estando en la coyuntura estudiantil, llega de escasez y precariedad. Un amigo mío decidió visitar a otro. Sería la primera vez que ira a la vivienda de su amigo.
Ese día llegó a la puerta de su bloque y pulso la tecla del el telefonillo correspondiente. Desde este salió una dulce voz femenina.
-¿Quién es?
-¿Está Antonio? Preguntó mi amigo.
La misteriosa voz le respondió:”Todavía no ha llegado, pero si quieres puedes pasar, pues no tardará mucho en llegar.
Mi amigo penetró en el bloque, subió la escalera del piso y llamó al timbre de la puerta de la citada vivienda.
Tras ella apareció una atractiva muchacha, vestida como las clásicas criadas de las películas españolas de los años 60, con su cofia y su delantal.
Esta le comunicó a mi amigo que Antonio, aún no había llegado de su tienda, cosa que le extraño a mi amigo, pues ignoraba que Antonio poseyera un establecimiento comercial. Un modesto chaval estudiante y ya con una tienda era algo extraño.
La criada invitó a mi amigo a que pasara al salón de la vivienda. Tras instalarlo cómodamente en el mejor sillón de este. Le preguntó si deseaba tomar algo.
A mi amigo que aún ni siquiera había desayunado, la oferta le vino de perla.
Al poco rato la clásica criada, apareció en el salón portando un botellín de cerveza. Y continuó preguntándole a mi amigo si deseaba algo de picar. Este ya animado por la oferta, no se negó al ofrecimiento.
Al momento la citada empleada le ofreció una tapita de jamón y otra de gambas.
Mi amigo no podía salir de su asombro. ¡Como se la gastaba su compañero de facultad! ¡ Criada, un buen piso, cerveza, gambitas, y hasta jamón ¡. ¡Joder con la vida de estudiante! Y eso que Antonio pocos días antes le había pedido prestado 1000 peseta para comprar un tubo de óleo, porque decía que no le quedaba ni una perra gorda.
La criada incluso le conectó la televisión, y volvió con su recarga de cervecita, además esta vez completada con una exquisita ración de carne mechada.
Todo aquello a mi amigo le parecía sumamente extraño, por lo que volvió a preguntar si tardaría mucho Antonio. La criada algo apurada por la tardanza de su jefe, le sugirió a mi amigo que pasará a otra habitación, donde se encontraba el primo del renombrado Antonio, a ver si este le daba una explicación mas clara de la tardanza del dueño de la casa.
Mi amigo, tras señalarle la empleada del hogar cual era la habitación intentó penetrar en esta. Llamó a la puerta y como detrás de ella no contestaba nadie, entró sin esperar respuesta. Tras ella se encontró a otro chaval, con unos auriculares en la orejas, bailando alocadamente. Por lo visto la música que oía tendría que ser extremadamente motivadora para que este se contorsionara de manera tan exagerada.
Viendo este panorama, a mi amigo se le encendieron las luces. Le pareció que aquella casa tan bien completada no podría ser la casa de su amigo. Tras esta reflexión decidió marcharse, no sin antes despedirse de la agradable criada y mostrando como excusa que tenía prisa.
Tras salir de la citada vivienda, se encontró en la escalera a su amigo Antonio. Tras relatar el episodio vivido a este, a su amigo le provocó un ataque de risa, que el protagonista de nuestra historia no llegaba a comprender.
Mi amigo se había equivocado de vivienda, y en vez de llamar al piso de Antonio, había estado conviviendo en el piso del vecino.
Por cierto, el piso del “auténtico” Antonio, distaba mucho de ser un paraíso de comodidad. Como debía ser para el piso de un estudiante con pocos recursos económicos.

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