A veces cuando se llega tarde al trabajo se tiene uno que inventar alguna excusa cuando, a veces, lo único que ha ocurrido es que se te han pegado las sábanas. Y piensas cuando vas para el centro que motivo le voy a dar a la jefa de estudio para que me crea. Pero a veces la propia realidad supera a la imaginación, y es precisamente lo que me ha ocurrido a mi hoy.
Cuando ya me disponía a montarme en mi coche para irme hacia mi centro oigo desde lo más profundo del portal de mi casa decir a mi padre: “El gato, el gato”.
No comprendo lo que dice mi padre. ¿De qué gato me habla si nosotros lo que tenemos son dos perros? Y él insiste: “El gato, ten cuidado con el gato”. Por fin, cuando se acerca me cuenta lo que ha ocurrido.
Un pequeño gato de pelo anaranjado se ha metido en el motor de mi coche. ¿Vaya sorpresa ?. ¿Y ahora qué hacemos?
A mí lo primero que se me ocurre es ponerme a tocar la bocita del automóvil como si fuera un loco. El gato no sale pero si los vecinos. Ya somos varios dando consejo sobre qué hacer.
En principio abro el capo de coche y efectivamente allí está el gato. Acobardado, semiescondido. A mi cuñado, el más decidido de todo lo primero que se le ocurre es coger el recogedor y darle con el palo de este. El gato una y otra vez , miau y miau, pero no sale, no sabe cómo salir.
Unos albañiles que están enfrente y que siempre tienen tiempo para dar consejo, recomienda que le echemos agua. Pues bien, allí vamos echando agua ,como desposeídos ,por todo el motor. Tampoco sale, además temo por el motor.
Mi padre me recomienda que lleve el coche a un taller y yo digo que como voy a hacerlo. Tendría que arrancar el coche y lo mismo el gato se queda electrocutado.
Más tarde un vecino aparece con un largo palo, el cual recomienda que todos debemos llevar uno así en el coche ¿Para qué? .¿Tantos gatos se meten en los motores? Bueno pues con ese maravilloso instrumento por fin logramos que el gato salga del motor. Cuando me doy cuenta han pasado ya 45 minuto desde que pretendía partir. ¿Se creerá la jefa de estudio la razón de mi tardanza? Creo que mejor le diré que me he quedado dormido.
Cuando ya me disponía a montarme en mi coche para irme hacia mi centro oigo desde lo más profundo del portal de mi casa decir a mi padre: “El gato, el gato”.
No comprendo lo que dice mi padre. ¿De qué gato me habla si nosotros lo que tenemos son dos perros? Y él insiste: “El gato, ten cuidado con el gato”. Por fin, cuando se acerca me cuenta lo que ha ocurrido.
Un pequeño gato de pelo anaranjado se ha metido en el motor de mi coche. ¿Vaya sorpresa ?. ¿Y ahora qué hacemos?
A mí lo primero que se me ocurre es ponerme a tocar la bocita del automóvil como si fuera un loco. El gato no sale pero si los vecinos. Ya somos varios dando consejo sobre qué hacer.
En principio abro el capo de coche y efectivamente allí está el gato. Acobardado, semiescondido. A mi cuñado, el más decidido de todo lo primero que se le ocurre es coger el recogedor y darle con el palo de este. El gato una y otra vez , miau y miau, pero no sale, no sabe cómo salir.
Unos albañiles que están enfrente y que siempre tienen tiempo para dar consejo, recomienda que le echemos agua. Pues bien, allí vamos echando agua ,como desposeídos ,por todo el motor. Tampoco sale, además temo por el motor.
Mi padre me recomienda que lleve el coche a un taller y yo digo que como voy a hacerlo. Tendría que arrancar el coche y lo mismo el gato se queda electrocutado.
Más tarde un vecino aparece con un largo palo, el cual recomienda que todos debemos llevar uno así en el coche ¿Para qué? .¿Tantos gatos se meten en los motores? Bueno pues con ese maravilloso instrumento por fin logramos que el gato salga del motor. Cuando me doy cuenta han pasado ya 45 minuto desde que pretendía partir. ¿Se creerá la jefa de estudio la razón de mi tardanza? Creo que mejor le diré que me he quedado dormido.
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