Hoy era domingo, y a veces estos días mis padres y yo vamos a desayunar algún bar. que no este demasiado lejos. Hoy les propuse ir a la cercana población de Peñaflor, hace pocos días Lora y sus campos se ha vuelto a inundar por el Guadalquivir, y queríamos observa los efectos de esta riadas por los campos próximos. Además en Peñaflor venden unos churro dignos de probar.
Tras regresar de este pueblo, después del desayuno, en el camino de vuelta pasamos por delante del cementerio de mi pueblo. Por cierto, una de las costumbres más acusadas que tiene mi padre es de leerse detalladamente todas las mortuorias de los periódicos que logra encontrar. Y se por oída, que no es el único o única que posee esa costumbre.
Pues bien, continuando con el relato, paramos en la puerta del campo santo y aprovechando que llevaba la cámara de video en el coche decidí usarla para hacer un reportaje sobre el lugar.
El cementerio de mi pueblo es inmensamente de blanco, limpio, aseado y hasta se podría decir que casi monumental. Si te fijas bien allí puedes encontrar tumbas sumamente antiguas y curiosas. No hay tumba en verticales, hace unos años que la destruyeron. Hay un panteón para los fallecidos nacionales de la guerra civil, y otro también para los republicanos. Como vemos la muerte sigue siendo como siempre el ente más democrático que existe. De un bando u otro ambos bajo tierra.
En fin y aunque parezca extraño dentro de un cementerio también existe la vida. Y la placidez de sentir. Si no que se lo pregunte a estos atrevidos gatos que se relamían al calorcito del sol mañanero, placidamente asentado sobre una tumba.Enlace al poema: "Que bonito es un entierro" . Con anécdota de Paco Gandía
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