Hace unos meses fui a almorzar en un curioso restaurante del gaditano pueblo de Medina Sidonia. Por cierto, si quieres conocer esta bonita población serrana, la mejor época es en estos días, pues es peculiar del pueblo los turrones, mazapanes, y otro dulces navideños que se fabrican allí, Ahora mismo por todo la localidad se expande el dulce y navideño olor del turrón. Las plazas se inundan con el sabor de la almendra tostada y la canela.
Pero hablando de aquel peculiar almuerzo, he de decir que en esta localidad también existen numerosos restaurantes cuya especialidad es una excelente carne. Preparada y condimentada de varias maneras y presentada en gran cantidad. Tras esperar un tiempo prudencial a la puerta del restaurante, pues la demanda era bastante pronunciada, uno de los camareros nos situó en una de las mesas que se habían quedado vacías. Éramos cuatro los comensales. Un amigo salmantino pero residente en Cádiz, su pareja, una peculiar amiga mía y yo. Cada uno de nosotros nos sentamos en un lado de la mesa, a mi precisamente me toco justamente enfrente de la pared mas cercana. Desde mi posición privilegia se podían admirar, curiosos retratos y estampas, por lo menos en apariencia.
Al poco tiempo de situarnos, y ya acompañados por el vino de la casa, nos llego la demanda de platos que habíamos solicitados. Eran enormes las piezas de carne y con un sabor realmente exquisito.
Mientras me deleitaba con mi manjar, intente disfrutar a la vez con la contemplación de las fotos que tenía enfrente. Dos en concreto, eran las más cercanas y directas a mí mirada. En la superior se podía vislumbrar claramente una hermosa muchacha, de aproximadamente unos 16 años y vestida de flamenca, en su cara se expresaba una agradable sonrisa. Tras mirar esta foto con simpatía, decidí continuar mi exploración fotográfica prosiguiendo con la toma inferior a esta. Mientras me deleitaba profundamente en mi sabroso solomillo.
Quizás llevado por la inercia de la fotografía anterior, o nublado por los vasos de vinos que ya llevábamos a cuesta, en principio supuse que la segunda fotografía sería la vista de una feria, de una feria típicamente andaluza, con sus casetas, sus farolillos y donde hubiera estado la agraciada muchacha anterior. Me acerque un poco mas a la fotografía, para intentar descubrir que feria sería aquella con tantos colorines. Cual sería mi sorpresa al comprobar que lo que yo creía que era un divertido recinto, era la imagen de un cementerio, repleto de flores y cruces, cuyo espacio principal lo ocupaba una lujosa tumba bien decorada.
Descubierto el entuerto, y relacionar la muchacha de arriba con la foto de abajo fue todo un mismo acto. Desde entonces el hambre, las ansias de engullir la exquisita carne me desaparecieron al instante, mis compañeros tuvieron mas suerte, como estaban situados de espalda a las fotos, continuaron en su agradable tarea. Ya se sabe que ojos que no ven corazón que no siente.
El pasado domingo me levante con unas ansias enorme de comerme un molletito de pan, repleto de mantequilla y jamón serrano, también acompañado de un estupendo café.
Para digerirlo, decidí sentarme tranquilamente en una mesa cercana, mirando a la pared, cuando de pronto me di cuenta que sobre el blanco muro volvían a colgar también fotografía y otros rótulos. Me dio hasta pánico intentar mirarlos, no fuera a ser que se volviera a repetir la historia de Medina y fastidiar el jugoso mollete. Pero esta vez tuve mucha mas suerte, tanto que lo que vislumbre, fue un hermoso azulejo, donde se podía leer esta ilusionante frase: “Para mi lo imposible es inmediato, pero para los milagros tardo un poco mas”. Anda que no es bonita la frase y que optimismo transmite. ¡Vamos que el mollete me supo a gloria! ¿O no?
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