bienvenidos

Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

martes, 5 de enero de 2010

una de pastorcitos


Tres veces, cuando era pequeño, intenté salir en la cabalgata de reyes mayos. Dos vestido de pastorcito, la otra de paje del rey Melchor. En las dos primeras conseguí mi objetivo de recorrer las calles de Lora. Ataviado como un antiguo pastor, con mi piel de cordero colgada al hombro, repartí caramelos a diestro y siniestro.
Pero la vez que me vistieron de paje en esa no llegué a buen puerto. Mi familia había acordado que haría el recorrido montado en la carroza del primer rey. Durante todo la tarde me fueron vistiendo con la ropa adecuada a la ocasión, e incluso me hicieron una foto, que durante años permaneció colgada en la cocina de mi tía.
Cuando me llevaron al lugar de la salida, yo al ver aquel rey imponente con su enorme barba blanca, sentí miedo. Un miedo atroz e irresistible que me recorría por todo el cuerpo y me impedía montar en la mágica carroza. Lo reconozco a mí los reyes siempre me dieron miedo. Son gente extraña, ajenos al mundo cotidiano y sin tarea conocida. Mira la verdad, prefiero ser pastorcito y rodearme de gentes normales, que ser guardián de un ser majestuoso, que mira siempre a los demás desde arriba.
Como al final conseguí mi objetivo de no salir con su majestad, no me quedó más remedio que compartí mis caramelos con los chiquillos de la calle. Ni cortó ni perezoso me puse a la tarea. Yo con mi disfraz, tras de mi decenas de niños recogiendo los caramelos. En ese momento pude comprender al flautista de Hamelín.

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